Saturday, April 22, 2017

EL FUJIMORISMO, ¿LA NUEVA ESCOPETA DE DOS CAÑONES?

Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

Los detractores del fujimoirsmo creen se encuentra en una involución, ante las evidencias del costo político que significa avalar a corruptos, pederastas, lavadores de activos, fanáticos religiosos; y, en sentido contrario, desproteger a minorías sexuales, propiciar una educación conservadora, eliminar a los mejores ministros del régimen y tratar de silenciar a la prensa independiente. De allí concluyen que la involución del fujimorismo es el inicio de su fin como movimiento político.

No creo sea tan simple la interpretación de los hechos. Más bien el esquematismo y el odio a todo lo que sea naranja está obnubilando el buen razonamiento de los que sostienen esa tesis. Veamos.

La “derechización” del fujimorismo, que parecía tener aires de conversión más progresista hasta la derrota en las elecciones de 2016, puede ser solo la manifestación de un ala del movimiento. La otra, más “liberal”,  ahora la protagoniza Kenyi, el menor de la estirpe.

La convivencia de dos alas no significa la ruptura del movimiento, sino que estamos presenciando la manifestación de lo que es un partido político populista, donde perfectamente tienen cabida alas conservadoras y liberales, de izquierda y derecha. Donde a veces una tiene preeminencia sobre la otra, dependiendo del momento y la correlación de fuerzas. Eso es lo que estamos viendo en el fujimorismo, como otrora sucedió con el aprismo, donde también convivían perfectamente dos tendencias (la célebre “escopeta de dos cañones”).

El fujimorismo es el nuevo populismo, quizás reemplazando el papel que tuvo el Apra en sus mejores tiempos. El populismo sabe muy bien sintonizar con los sectores populares y sacar dinero de los de arriba para los gastos organizacionales del partido, mientras los votos provienen de los de abajo, con un eficiente sistema de clientelaje. No tienen una ideología tan explícita ni desarrollada (la excepción fue el Apra), basta una mención a la “justicia social” o a la “distribución de la riqueza”. En ello el fujimorismo es representatitvo por su pragmatismo.

Saben también que los temas de género o de atar corto a la prensa no les importa a los de abajo. Las clases populares tienen una ideología más conservadora, no es muy amiga de la democracia (“todos son ladrones”), lo que se ratifica con los últimos escándalos de megacorrupción, y son amantes de la “mano dura” y de la “generosidad” del dictador, al mejor estilo de los años noventa. Esa preocupación por los temas sociales y políticos solo es de una minoría que se encuentra mayormente en la clase media.

El peligro que tiene el fujimorismo es que pierda la brújula en el camino (como le sucedió al Apra en los años sesenta) y lo ciegue solo la llegada al poder.

El otro peligro es que no puedan superar la dinastía Fujimori. Un partido populista debe trascender a sus fundadores, como fue el justicialismo en Argentina o el aprismo entre nosotros a la muerte de Haya de la Torre.

Vemos que las dos alas están actuadas por los hermanos Fujimori, de allí que parece una “lucha dinástica”. El riesgo real es que el partido muera con ellos.

Y, hablando de partido. Si logran consolidarse como tal, dejando atrás el juego dinástico de poder, cuando el candidato a la más alta magistratura ya no se apellide Fujimori y de repente se apellide Quispe o Condori, y cuando la organización del partido ya no esté en manos de los que detentan el poder económico (turbio o no) y más bien recaiga en las bases partidarias, podremos decir que tenemos un partido populista consolidado en el Perú. Eso solo el tiempo lo dirá. 

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