Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Nuestra hipótesis inicial era que la
oposición dominante liderada por Fuerza Popular (FP), teniendo a la cabeza a
Keiko Fujimori, y utilizando los mecanismos que la propia constitución
establece, buscaba la vacancia presidencial, “adelantando” las elecciones
generales antes del 2021. Múltiples razones lo hacían sospechar, tanto externas
al grupo político (fuerte competencia en el 2021 por nuevos actores en la
escena política), como internas (las “luchas dinásticas” al interior de FP, la
excarcelación o no del fundador del movimiento, y el desgaste natural por una
mayoría parlamentaria obtusa y poco preparada para el reto) permitían suponer
que iba a intentar una jugada bastante riesgosa, pero de ganancia inmediata.
Razón para sospechar una vacancia no
faltaban. Desde el acorralamiento político-mediático al Ejecutivo hasta una
aparente repetición del escenario político crispado de los años sesenta del
siglo pasado, cuando un Apra dominante del Legislativo (actualmente de aliado
tàcito del fujimorismo) literalmente boicoteó las reformas del primer
belaundismo. Todo presagiaba que íbamos a un escenario similar.
Parece –y lo manifiesto solo en
condicional- que la estrategia inicial de FP ha variado y no va a la
confrontación pura y dura. Por lo menos la ha dejado en suspenso, buscando un
mejor momento más adelante, cuando el desgaste del gobierno sea tal que a muy
pocos les importe la vacancia de un presidente francamente impopular.
Quizás la asociación inmediata con el
semblante autoritario de los años noventa del fundador encarcelado, ha inhibido
los reflejos autoritarios del movimiento naranja (reflejos autoritarios que sí
los tiene) y que el costo político de una vacancia iba a ser sumamente elevado,
y más bien aprovechado por los rivales en la dura competencia por el poder que
se perfila para el bicentenario.
Asimismo, en un país como el nuestro,
donde el sistema de partidos políticos ha colapsado y no se vislumbra un recambio
institucional, los poderes fácticos y mediáticos juegan un papel importante
para fijar la agenda política. No es secreto que los poderes económicos y la
prensa de derecha buscan más bien un acercamiento tácito o expreso entre el
gobierno y la bancada fujimorista. Acercamiento que permita en un clima de paz
hacer los negocios (y negociados) sin mayores contratiempos y turbulencias.
Evitar un clima exacerbado de polarización como el sufrido en otras partes del
mundo. (Curiosamente, los “grandes aliados” de PPK para mantenerse en el poder
son los grandes empresarios internos y foráneos que prefieren un clima de
tranquilidad política necesaria para sus negocios).
A ello, súmenle que muchos de los
representantes del oficialismo se sienten cómodos frente a la mayoría
fujimorista e incluso podrían vestir el polo
naranja sin mayor vergüenza. Así visto, el tema no es tan difícil de
comprender. Afinidad política y afinidad ideológica entre ambas bancadas,
existe.
¿Qué harán los fujimoristas? Creo que
van a continuar “golpeando” al gobierno, viendo las posibilidades que “caiga
solo” ante tanta demolición, ayudado por los “autogolpes” que el propio
ejecutivo se propina casi a diario.
En el ínterin buscarán también copar
con su mayoría legislativa instituciones esenciales en el sistema
político-institucional como el Consejo Nacional de la Magistratura para el
nombramiento de jueces y fiscales, el Tribunal Constitucional (“el guardián de
la constitución” como se autodefine), y más adelante el Jurado Nacional de Elecciones.
Son instituciones claves que permitirían bloquear cualquier acción judicial de
la oposición y favorecer las acciones legales del grupo naranja y sus
allegados. Quien maneje esas tres instituciones tiene “la llave” del acceso
formal al poder.
Por cierto, similar “sutileza” de
control institucional lo tuvo el Apra en sus mejores tiempos. La historia se
repite, para bien o para mal.
Pero, esa estrategia de “golpear al
Ejecutivo hasta que caiga solo” no es sinónimo de garantía de éxito para que la
candidata del fujimorismo llegue al poder en su tercer intento. El peso de la
bancada fujimorista puede ser su principal lastre. Mantener una alta bancada
que únicamente se dedica a entorpecer la labor del gobierno y trabar la vida
económica y nacional, sin propuestas viables de cambios que necesita el país y
con muchos impresentables que actúan como voceros mediáticos, tenemos una
suerte de revival aprista de los
mejores tiempos, pero con la diferencia que la bankada naranja no cuenta con parlamentarios de primer nivel, como sí
los tuvo el Apra en su época de oro. Un grupo parlamentario como sinónimo de
matonería y poco cerebro, puede llegar a desencantar al electorado que no es
incondicional del fujimorismo, pero que podría votar por él.
En pocas palabras: no es lo mismo un búfalo aprista que un vocero de la mototaxi naranja.
Asimismo, las elecciones regionales y
municipales del 2018 pueden hacer ceder a la “tentación populista” a la bancada
fujimorista. Sobretodo porque van a tener que demostrar una performance de
legitimidad en el “Perú profundo” y a los innumerables pactos que hicieron con
políticos regionales para las elecciones del 2016, además que su propia bancada
está poblada de “invitados” del interior del país. Todo ello hace presagiar que
el siguiente año tendremos leyes populistas de efecto inmediato pero sin mucho
futuro a largo plazo y, de paso, observaremos a un atribulado presidente que,
más ortodoxo, observará esas leyes, como ha pasado con la prohibición del uso
industrial de la leche en polvo, aprobada recientemente por la entusiasta mayoría
del congreso.
Veremos circo con un poco de pan
elevado a la enésima potencia, con perjuicio de la caja fiscal.
Por todo ello, he puesto en
condicional ese aparente cambio de viraje en la estrategia de FP. Nada quita
que vuelva al proyecto primigenio de la vacancia si la popularidad del
presidente gira en caída libre y la suma de escándalos y escandaletes, de lobis
y adendas, posibilite que al ciudadano no le importe demasiado acortar el
periodo constitucional del presidente. En ese contexto, el costo político será
bastante bajo.
Por ello, nada está escrito, ni nada
está dicho. Todo dependerá como se desenvuelva la coyuntura política, económica
y social en los siguientes meses; sobretodo la económica, que anda bastante floja,
en parte por el contexto internacional, pero también por la falta de grandes
proyectos mineros que para bien o para mal “impulsan” la economía nacional, e
igualmente por errores de política anticíclica del propio gobierno, así como el
persisitir en los proyectos faraónicos de dudosa rentabilidad que heredó del
gobierno de Humala.