Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Si bien los presidentes que llegan al
poder como outsiders son de cometer más errores que los “políticos
profesionales”, precisamente por desconocer los intrincados vericuetos del
poder político (los casos de Toledo o Humala fueron bastante elocuentes), en lo
que respecta a PPK, la cantidad de yerros o “disparos a los pies” es
impresionante.
En parte, debido a que no se rodeó de
operadores políticos, sino que buscó tecnócratas como él, que más o menos
tienen sus mismos códigos de referencia, creyendo que la solución a los
problemas de la realidad peruana estaba en el “destrabe” de los grandes
proyectos de inversión. Primó el criterio rentístico antes que el político. El
resultado está a la vista.
Con lo que se cayó el mito del
“gabinete de lujo”. Tecnócratas de primer nivel que supuestamente iban a
reactivar los motores paralizados de la economía nacional, convirtiéndose –matices
de por medio- en un grupo de amigos y conocidos que unos de buena fe y otros no
tanto, comenzaron a “hacer negocios” a costa de todos los peruanos. Más pudo el
lobby a favor de las grandes empresas, y la vocación por el billete y la
comisión, empezando por los de arriba y siguiendo por los amigos más cercanos
dentro y fuera del gobierno. El lobismo
como divisa. Chincheros fue un claro ejemplo de ello, donde incluso se
sacrificó a uno de los alfiles políticos más valiosos del gobierno por mantener
un contrato claramente lesivo a los intereses nacionales.
Las carencias sociales no satisfechas son
también evidentes. PPK a un año no pudo cumplir ninguna de sus promesas
sociales, ni siquera empezarlas. Es más, ya abandonó cualquier intento de reforma
liberal de centro-derecha (unión civil, ampliación de las causales de aborto
legal, afianzamiento del concepto de género en las escuelas públicas) y se ha
decidido por el día a día, “como venga la cosa”. No esperemos grandes cambios,
ni iniciativas audaces. Ya se arrió banderas en educación a favor de los grupos
religiosos conservadores, en salud el tema es patético (basta ver cómo azoló el
dengue en el norte peruano o el colapso de los hospitales públicos), en
inclusión social se han abandonado muchos programas, y en seguridad ciudadana
se hace un enorme esfuerzo espartano.
¿Qué hacer frente a la enorme oposición
fujimorista en el Congreso?
Sólo tenía dos caminos: o utilizaba el
recurso constitucional de la “cuestión de confianza” si seguían destituyendo
ministros o llegaba a un acuerdo tácito o expreso de gobernabilidad con estos;
pero la ambigüedad elegida, una suerte de agachar la cabeza cada vez que venía
una “embestida naranja” era la peor opción, como se comprobó en los meses
siguientes. Lo cual, naturalmente, no sostiene la gobernabilidad ni la
estabilidad del ejecutivo. La vacancia presidencial va a ser un fantasma
bastante presente en los próximos años.
El problema, desde el punto de vista
de la gobernabilidad, es si el ejecutivo “resistirá” cuatro años más de una
situación similar.
Se podrá arguir que en el caso de
Toledo, pese a su baja popularidad y constantes errores, terminó su mandato.
Pero, en el caso de la administración de PPK tenemos dos variables distintas:
la edad del presidente y la situación social y la posible recesión que podría
tener la economía peruana luego de los “años buenos” de los precios de las
materias primas.
De cumplirse el primer supuesto,
habría que pensar si los vice presidentes tienen la suficiente legitimidad para
continuar con el gobierno PPKausa. Y el segundo tiene que ver con la falta de
inversión privada y la contracción de la pública, lo cual tiende a un
“enfriamiento” de la economía. Si la cuestión social se agudiza por falta de
ingresos fiscales, el panorama no es muy halagueño para los siguientes años.
Seamos optimistas. Imaginemos que de
no suceder nada extraordinario (vacancia presidencial, por ejemplo), los cuatro
años restantes serán más de lo mismo, con un desgaste lento o rápido –depende
de la coyuntura y los errores- del oficialismo. Escándalos y escandaletes por
diferentes lados, peleas más o menos evidentes en lo que quede del oficialismo,
negocios y negociados de los amigos del gobierno y denunciados cada cierto
tiempo por la prensa, sazonado con su pizca de boutades presidenciales.
¿Qué nos espera el 2021?
No soy muy optimista. El vendaval de
denuncias contra políticos y empresarios por la corrupción brasileña puede ser
peor de lo que tememos. Sucedió en Italia con la campaña moralizadora de “manos
limpias” en los años noventa del siglo pasado, donde prácticamente se licenció
a toda la clase política de ese entonces; pero lo que vino fue peor. Tuvieron a
Silvio Berlusconi, un adelanto de lo que sería Donald Trump en Norteamérica. El
poder económico aliado al poder político para aumentar la riqueza de unos
cuantos.
Muchos políticos nacionales van a ser
licenciados por lo de Lava Jato. Pero ello abrirá la compuerta para que ingrese
un populismo y no del mejor. Dudo que los de prédica renovadora y moralizante como
Verónika Mendoza tengan un lugar el 2021. Me parece que más posibilidades
tendrá aquel o aquella que maneje el clientelismo lo mejor posible, que tenga
contentos a los de arriba asegurándoles que no habrá grandes cambios que
afecten su statu quo y sus ganancias, como a los de abajo con algunas dádivas
que los tenga tranquilos.
Gatopardismo puro, eso veremos los
siguientes años.