Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Cabe preguntarse cómo
una de las democracias más longevas y estables de América Latina, que ya
existía y funcionaba cuando muchos de sus vecinos estaban bajo la bota militar,
terminó como una tiranía (dejemos las caretas, ya no es un “autoritarismo
competitivo” como lo fue bajo Chávez).
El inicio de la
dictadura, como en la Alemania nazi, estuvo dentro de su propia democracia. Una
democracia despilfarradora del dinero que daba el petróleo, así como de la
corrupción que se originó en torno al recurso natural y los negociados que
hacían los políticos estando en el poder. Ello erosionó las bases morales y
sociales de toda una nación, y dio lugar al populismo encarnado en Hugo Chávez
y su mesiánico discurso del “socialismo del siglo XXI” que encandiló a varios
en la región. Recordemos que cuando Carlos Andrés Pérez, en su segundo mandato,
aplicó un plan de ajustes fiscales, el pueblo se amotina. Fue el inicio del fin
de los cerca de cuarenta años de la próspera democracia venezolana.
Pero Chávez también
tuvo responsabilidad en la crisis de hoy. Confiado en la renta petrolera,
abrazó la idea de una América Latina unida en torno a su figura, dilapidó miles
de millones de dólares en afianzar las relaciones con sus vecinos, creando así
la ALBA, la alianza bolivariana de efímera duración, mientras adentro las cosas
no marchaban tan bien. Muerto Chávez, a Maduro le tocó pagar la cuenta de la
“borrachera nacionalista”.
Por cierto, tanto los
gobiernos nacidos del “pacto de Punto Fijo”, como los de Chávez y Maduro, no se
salvaron del flagelo de la corrupción. Los “nuevos ricos” del régimen
bolivariano son un escándalo en un país con una amplia mayoría que carece hasta
de lo más básico.
Un síntoma de esa
falta de oportunidades para las mayorías venezolanas es la emigración masiva
que hacen a diario. Son miles los que se van todos los días, repitiendo un
fenómeno que se produce en la humanidad desde tiempos inmemoriales: el hombre
se aleja de su terruño cuando las oportunidades que tiene son nulas y busca
nuevos horizontes para él y los suyos que le permitan sobrevivir. Esa es la
historia en pocas líneas de todas las migraciones que ha conocido la humanidad
desde tiempos prehistóricos.
Nosotros, los
peruanos, lo conocemos por experiencia propia cuando fueron los años del
terror, del desgobierno y la hiperinflación, cuando muchos de nuestros
connacionales recayeron, entre otros lugares, en Venezuela. Por eso, los
recibimos con los brazos abiertos, ahora que los privilegios se han invertido.
¿Venezuela ha caído
en una dictadura como la cubana?
Que es una dictadura
no lo dudo. Que sea de pronóstico reservado, tampoco. Pero, que se convierta en
una dictadura como la cubana, lo dudo.
Lo dudo por varios
factores. El principal, no tiene una sociedad cohesionada hacia un fin común,
sino fragmentada, dividida. El “cuco” esgrimido (“el imperialismo yanqui”) ya
no es tan creíble como en la época de la revolución cubana. Vivimos otro
contexto, ya no el de la “guerra fría”. Y lo más importante: no cuenta con un
soporte económico tan impresionante como fue la extinta Unión Soviética para
Cuba en sus mejores años.Cuba era vista con cierta aura romántica, difícilmente
puede defenderse el goberno de Venezuela. Por añadidura, contamos en la región
y fuera de ella, con una serie de países democráticos que en distinto tono van
a aplicar sanciones al régimen.
Sino sucede un golpe
de estado interno contra Maduro y lo deponen del poder, o este no negocia
condiciones para dejarlo (cosa que parece poco probable en estos momentos), o
los estados democráticos no concertan sanciones severas contra el gobierno
venezolano (como dejar de comprar su petróleo, por ejemplo), vamos hacia un
gobierno dictatorial a secas, con escasos recursos (salvo el petróleo, que
hasta donde conocemos, ya se encuentra hipotecado a futuro por los préstamos
que se ha hecho la dictadura), con graves problemas de subsistencia para las
mayorías; convirtiéndose en una inusual isla ideológica y política, en una
región donde, irónicamente, ahora los gobiernos democráticos son mayoría.
Dudo que Rusia o
China lo apoyen abiertamente, como algunos han sostenido. Más allá de alguna
ayuda y créditos blandos a cambio de petróleo, no van a hacer más (a lo sumo,
sobretodo Rusia, refugiar a la cúpula bolivariana si cae). Su geopolítica, por
el momento, se limita a las zonas aledañas a su territorio.
La lección que nos
deja la crisis venezolana es triple: la primera que si se tolera la corrupción
a gran escala del estado y la sociedad, tarde o temprano esos regímenes van a
colapsar, dando paso a populismos de incierto futuro. La segunda, que no
debemos confiarnos únicamente en los recursos naturales como forma de ingresos
de un país, la diversidad productiva es mucho mejor. Y la última y no menos
importante, que no existen las democracias sólidas y estables. Por lo menos, no
en la región. Cualquiera, luego de muchos años, puede regresionar a formas
dictatoriales que padecimos en el pasado.
No nos confiemos
demasiado nosotros.
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