Friday, December 29, 2017

INDULTO POLÉMICO

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
       @ejj2107

Como todo lo relacionado con el fujimorismo, la decisión del indulto al ex presidente es polémica y tiene seguidores y detractores “a muerte”.

Es evidente que el indulto fue político. Fue un canje por “el favor” de los diez fujimoristas que se abstuvieron al momento de votar por la vacancia del presidente. No obstante ello, el tema del indulto es más complejo y tiene varios escenarios.

El primero, los propios fujimoristas. Va a ser un parteaguas entre los “keikistas” y los “albertistas”. Estos últimos cada vez hacen más claras las críticas contra el entorno más inmediato de Keiko Fujimori. Es muy difícil que en este contexto a los diez fujimoristas que se abstuvieron de la vacancia se les vaya abrir proceso disciplinario, menos expulsarlos. Dentro del partido tienen la aureola de “héroes” al haber facilitado la liberación del fundador y pueden, incluso, ganar adeptos al interior del keikismo. Debemos recordar también que la gran mayoría de la ciudadanía está de acuerdo con el indulto.

Dudo que el fujimorismo se divida. Ellos saben muy bien que fraccionados, su poder disminuye. Lo más probable es que exista un reacomodo interno y compartir las cuotas de poder entre las dos facciones. Es probable también que algunos “consejeros” del entorno más cercano a Keiko sean separados; pero no creo toquen a Keiko, más cuando ella es la que controla el partido.

Por efecto del reacomodo que puede producirse al interior del fujimorismo, el presidente podría conseguir gobernabilidad, sobretodo ahora que en su minúscula bancada, varios han renunciado, y le es más difícil encontrar cuadros independientes. “Cautivo del fujimorismo” o con una aquiescencia tácita de este, no será garantía que pueda quedarse en el cargo hasta el final de su mandato. No debemos olvidar el otro escenario: que pasado un tiempo el keikismo vuelva a arremeter contra la presidencia, sin importar demadiado el indulto. Todo depende de la correlación de fuerzas, de lo que se siga descubriendo en la mega corrupción de Odebrecht y de cómo se manifiesten las dos alas del fujimorismo, donde Alberto Fujimori va a jugar un rol clave.

En cuanto a los antifujimoristas, estos no se aglutinan en un partido político propiamente, más es un sentimiento social. Atraviesa clases y atraviesa opciones políticas, incluso edades (aunque mayormente son jóvenes). Sobretodo están ubicados en los estratos medios y altos con preferencias republicanas y democráticas. En porcentaje son minoría, lo que no es obstáculo para las impresionantes y rápidas convocatarias a manifestaciones que realizan, incluso en feriados de guardar como el 25 de Diciembre último, aparte del manejo bastante fluido en las jurisdicciones internacionales de tutela de los derechos humanos.

Dentro de los antifujimoristas también existen matices. Están desde aquellos que perdieron un familiar en las desapariciones y ejecuciones extrajudiciales en la época del terrorismo, pasando por aquellos que “viven” del antifujimorismo presentando denuncias contra el estado peruano, como las ONG pro derechos humanos (una de ellas ya presentó una denuncia ante la Corte Interamericana), ciertos periodistas que han encontrado su “modus vivendi” practicando el antifujimorismo, hasta congresistas de izquierda y de centro que obtienen publicidad gratuita y votos seguros en una próxima reelección (algunos bastante irresponsablemente están proponiendo un nuevo pedido de vacancia contra el presidente). En el medio se encuentra una gran cantidad de ciudadanos “bien pensantes” que actúan de buena fe.

Si el indulto sirviese para una reconciliación nacional y cerrar heridas del pasado, en buena hora. Para ello se requiere de un pueblo maduro, que sepa renunciar y no ver al adversario político como el enemigo. En España se pudo cerrar heridas en la etapa de la transición democrática. Se amnistió a una serie de presos políticos, se legalizó partidos, se permitió el retorno de inmuerables expatriados. No fue fácil (la guerra civil española dejó un millón de muertos y con posiciones políticas totalmente antagónicas entre franquistas y antifranquistas), pero requirió madurez de sus dirigentes políticos, de ambos bandos. Y felizmente la hubo.

Lo que si me temo es que de producirse un reacomodo en la escena oficial del poder los procesos anticorrupción contra los principales implicados (muchos de ellos con aspiraciones presidenciales) queden archivados. Un síntoma preocupante es la extraña desactivación de la Sala Penal anticorrupción, con prescindencia de los jueces que actualmente tienen los casos de Odebrecht, entre ellos el implacable juez Richard Concepción Carhuancho, quien vuelve a su modesta plaza de origen, en la Corte del Santa. Así las cosas, se impondría “el borrón y cuenta nueva”, lo que podría traer como reacción una ola de protestas al estilo “que se vayan todos”, de pronóstico bastante riesgoso (los peores se pueden quedar).


Nadie duda que el régimen de Fujimori fuera una autocracia, violadora de derechos humanos. Quizás fue el régimen más corrupto desde la época de Odría, donde se vació de contenido a las instituciones democráticas y se compró conciencias con un fajo de billetes. Nadie duda de eso. Pero no podemos vivir con los odios y con los antis, como sucedió a lo largo del siglo XX con el aprismo (o eras aprista o antiaprista). Si queremos seguir en el curso de la historia tenemos que voltear la página y eso implica renunciamientos de ambos lados. La pregunta es si el pueblo peruano y sus dirigentes están preparados para ello.

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