Friday, May 25, 2018

LA IMAGINACIÓN AL PODER: MAYO 68

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
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¿Revuelta o revolución?, ¿tuvo o no trascendencia histórica Mayo 68?, ¿fue una revuelta demasiado sobrevalorada puesta en contexto histórico?

Algo hay de eso cuando se habla de Mayo 68, la revuelta parisina que recorrió el mundo, quizás por el hecho de haberse producido en Francia, cuna de las grandes revoluciones contemporáneas. Es romántico ver las fotos de las barricadas al estilo de la Comuna de 1871 y creer que estábamos ante una revolución de dimensiones históricas y otra distinta la realidad de los hechos.

La revuelta de los estudiantes de la Universidad de Nanterre se produce en el marco contestatario que ocurrió a lo largo de los años 60 y 70 del siglo pasado: el movimiento hippie en los Estados Unidos, cuya bandera era el pacifismo contra la guerra de Vietnam; o la más dramática: la matanza, en el mismo año, de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco en México; o la insurrección que desestabilizó el imperio soviético: Praga 68. La década de los sesenta estuvo impregnada de cambios, movilizaciones y un sentido de lo contracultural, que repercutirían en los años siguientes.

Incluso, puesto en ese contexto, el movimiento hippie que nace en los Estados Unidos tuvo una trascendenciahistórica mayor a Mayo 68. El movimientode los chicos del pelo largo contribuyó a la liberación de las rígidas costumbres puritanas de la Norteamérica post segunda guerra mundial. Propició un giro radical a la llamada cultura de masas. Cuestionó a la sociedad de consumo de la por entonces nación más poderosa del mundo. Y, en cierta forma, rechazó la guerra fría al oponerse a la guerra en Vietnam, guerra en la cual estaban involucradas las dos grandes potencias de ese entonces, los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Mayo 68 recoge todas esas banderas que “flotaban” en el ambiente de la época y le da un “toque político”. Por lo tanto no fue un movimiento original ni fundacional de una “nueva era”. Más bien parece que con el tiempo fue naciendo el mito de la “trascendencia histórica” de la revuelta parisina.

Algunos señalan que ayudó a liberalizar las costumbres francesas y remover los sedimentos de conservadurismo. Argumentan que personajes como Sarkozy, de origen familiar extranjero, gracias a esa liberalización mayistapudo llegar a la presidencia sin ser de “sangre gala”.

Puede ser, pero lo cierto es que por aquellos años en las sociedades de Europa occidental empezó el ascenso social de grupos no pertenecientes a las etnias originales de la nación y ocupar puestos clave en la sociedad y el estado. Fue un fenómeno que ocurrió en distintas naciones de Europa occidental,en parte por el proceso de integración que supuso la Unión Europea y en parte por la política de “puertas abiertas” a extranjeros que iban a laborar o estudiar allá, muchos de ellos atraídos por el estado de bienestar implementado luego de la post guerra. De allí que comenzaron a migrar a Europa, por mejores oportunidades,personas provenientes tanto de América Latina, África, Asia, de la Europa socialista de ese entonces o de los “parientes pobres” como la España franquista. Fue un fenómeno masivo, que matices más o matices menos, se replicó en toda Europa occidental. Francia, hay que reconocerlo, fue una de las naciones más generosas de esa migración extraordinaria, por lo que no era tan sorprendente que hijos de migrantes con el tiempo llegasen a ocupar cargos en las más altas magistraturas.

Otros sostienen que Mayo 68 posibilitó la liberación de la mujer de los corsés que la sociedad le imponía (roles estándar como madre y esposa ejemplar). Igual que sucede con la anterior hipótesis del ascenso social por la revuelta de Mayo, no se puede ser tan enfático en la afirmación. Sobre el rol que le cupo a la mujer en las revueltas de Mayo, existen testimonios de mujeres que siendo en ese entonces jóvenes de 18 o 19 años, declararon que el rol que tuvieron en las revueltas fue el de objeto sexual al ser “chantajeadas ideológicamente” para tener sexocon muchachos que apenas conocían con el argumento que eran “mujercitas burguesas reservadas para casarse”, suerte de coacción moral.

Mayo 68 tampoco fue un impulsador de la reforma educativa, como lo fue, por ejemplo, la reforma de Córdova en 1918 que se expandió a toda América Latina.

Una de las demandas estudiantiles era exigir compartir cuartos entre estudiantes de distinto sexo en las residencias universitarias. Y, si bien el número de alumnos de educación superior se elevó notablemente en los siguientes años, lo cierto es que la calidad de la educación francesa ya no estuvo a la altura de los años previos.

Mayo 68 no se propone reformas, sino la de ser un grito anarquista (como lo expresan los propios grafitis de la época). Nunca estuvo en su mente tomar el poder. Las huelgas obreras que luego acompañaron la revuelta terminaroncon acuerdos salariales y con el inicio del verano europeo. Menos quiso instaurar “la dictadura del proletariado” (la revuelta tenía un rechazo tanto al “liberalismo burgués” como al socialismo de la ex Unión Soviética). Y si bien tuvo referentes icónicos como Mao o el che Guevara, más fueron modas de la época que verdaderos referentes ideológicos, en el contexto de lo que se conoce como “nueva izquierda”.Y si hablamos de acontecimientos históricos, quizás fueron más importantes por su trascendencia la revuelta de Praga o la matanza de Tlatelolco, ambas del mismo año. La primera marcó el inicio del fin del imperio soviético y la segunda el progresivo resquebrajamiento de la hegemonía del PRI en México.

¿Qué queda de todo ese movimiento?


Creo que Mayo 68 debe ser ubicado en su real contexto. Fue la expresión de la contracultura en todo el destello de su pirotecnia, deudora del movimiento iconoclasta hippie que, a diferencia de la revuelta parisina, trasciende los ámbitos de la cultura, la literatura, el cine o la música, proyectándose a todo el mundo. Mayo 68 fue, al final de cuentas, una bocanada de aire fresco en un contexto mayor, una expresión del espíritu contestatario de la época, de aquellos convulsos y ahora lejanos años 60.

Saturday, May 12, 2018

¿EL MARXISMO HA MUERTO?


Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
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A diferencia de las celebraciones por el primer centenario del nacimiento de Carlos Marx, en 1918, cuando parecía que las “profecías” estaban a la vuelta de la esquina con la ebullición del primer experimento socialista sobre la tierra; esta vez, caído el muro y enterrada la Unión Soviética, la efemérides por los 200 años, salvo algunos comentarios académicos y rememoraciones de algunos grupos políticos autodenominados marxistas, pasó media desapercibida.

Hay que distinguir al Marx agudo observador del capitalismo del Marx filósofo de la historia, fundador, sin querer, de una religión laica. El primero fue más riguroso. Testigo presencial del capitalismo industrial en la Inglaterra del XIX, comprendió la lógica del sistema capitalista. Es el Marx que muy pocos han estudiado y menos comprendido. El segundo, el filósofo de la historia, lanza una conjetura arriesgada que la asume como ley científica: la clase obrera será la liberadora de la humanidad. El proletariado, al no tener nada que perder, ganaba para todos un mundo más justo e igualitario. Ese Marx profeta, con ribetes bíblicos (sustituyan pueblo elegido por clase elegida), es el que ganó adeptos alrededor del mundo, a pesar que la “profecía” jamás se cumplió en los términos que fue planteada.

El materialismo histórico es lo que dará “sustento científico” a su tesis y se basaba, grosso modo, en la contradicción de una clase social con respecto a otra, siendo la clase dominada la que pasa luego a ser dominante, liquidando a la anterior, en procesos de síntesis histórica a largo plazo. Todo ello asentado en lo que Marx denominó modo de producción, que era la forma prevaleciente de producción económica en un período histórico determinado. Así, en el modo de producción esclavista (que corresponde al mundo antiguo) lo era entre esclavistas y esclavos; el modo de producción feudal (el medioevo europeo) entre señores feudales y siervos; y el modo de producción capitalista entre capitalistas y proletarios. Estos (los proletarios) devendrían en la nueva clase dominante, pero a diferencia de las anteriores, tendría un rol liberador de la humanidad, dando paso al socialismo, donde temporalmente ejercería una dictadura (la dictadura del proletariado), eliminando en ese estadio las taras burguesas, para dar paso final al comunismo, suerte de paraíso en la tierra, donde ya no existiría la desigualdad ni la propiedad. Se entiende que el estado habría desaparecido.

La verdad que en el papel se veía bastante convincente y atractivo, y no es raro que millones entregaran sus vidas a tan noble fin. Estábamos ante la presencia de la creación de un mito con aparente sustento científico. El marxismo movilizó a millones de personas alrededor del mundo y fue la delicia interpretativa de intelectuales de la talla de Sartre o Althusser. O, como diría ácidamente desde la otra orilla Raymond Aron, fue el opio de los intelectuales. Nunca como antes fueron ganadas mentes tan brillantes a una causa social.

El ser humano necesita creer en algo. Son pocos los que entregan su vida y su destino a esa creencia. El marxismo les dio un sentido a sus vidas, una razón para vivir. Como decía Mariátegui, se necesita un mito que mueva al pueblo, una razón por la cual entregarse en cuerpo y alma a la causa, como antaño se entregaban los cristianos de las catacumbas. Ese mito fue el socialismo y la clase obrera la encargada de llevarlo a cabo. La “prueba” fue la revolución rusa. La profecía se cumplía. Estábamos ante el socialismo científico incuestionado e incuestionable.

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A la muerte de Marx, el marxismo era una corriente minoritaria entre las tantas socialistas de la época. Para poner un símil con la religión: era una religión con pocos adeptos. Fieles, pero minoritarios.

Curiosamente fue en sociedades atrasadas donde el mito prendió con más intensidad. La Rusia de los zares o la China agraria de Mao, así como en los movimientos independentistas  africanos post segunda guerra mundial, que más eran movimientos de reivindación nacional que de clase, incluyendo a la revolución cubana en esta parte del mundo.

Caídos los experimentos socialistas como que fue perdiendo adeptos por todos lados. La religión se fue quedando sin creyentes. Y no hay otra que la sustituya. El mito del mercado puesto por ciertos liberales no es tan motivador, menos el liberalismo como corriente filosófica. Y los derechos humanos, como ideología dominante y suerte de pensamiento “políticamente correcto”, no han sido tan motivadores para ganar adeptos como lo fue el marxismo en sus mejores años. Así que la fiesta fue acabando, las luces se apagaron, la borrachera convirtiéndose en resaca, hasta llegar al siglo XXI en un aparente fin de la historia (Fukuyama dixit) que tampoco lo fue.

El nacionalismo ha rebrotado en distintos lugares como reacción a la globalización, en algunos casos con versiones extremas y violentas. Por estas tierras apareció un “socialismo del siglo XXI” bastante tropical, de corta duración y que quiso conciliar a Bolívar con Marx. El entusiasmo inicial que mostraron ciertos intelectuales por este movimiento (el opio al que aludía Aron) se enfrío con el sucesor más folclórico que el padre, conversador habitual con aves y lindante con los dictadores clásicos que tuvo América Latina en sus mejores momentos. Creo que Marx se moría de nuevo de ver este engendro con su nombre.

Dicho sea, un aspecto controversial es la reivindicación que muchos experimentos socialistas hicieron de Marx como father founder. Le pasó lo mismo que a José Carlos Mariátegui, tuvo una serie de hijos que reclamaban la herencia: desde los más heterodoxos pasando por los estalinistas de los partidos comunistas hasta los hijos del terror de Sendero Luminoso.

Marx nunca pensó como sería el socialismo. Tuvo algunas ideas que sirvieron de coordenadas como la dictadura del proletariado en ese estadio, a fin de eliminar todo resabio burgués, pero su estudio más se enfocó en el capitalismo industrial que conoció de primera mano al establecerse en Inglaterra, la cuna del capitalismo.

Y, como en las grandes religiones, a Marx le surgieron también “profetas” que se autoreclamaban herederos directos del mesías, desde Lenin, pasando por Stalin o Mao, hasta los que ejercieron un “socialismo tropical” en Albania o Corea del Norte, sin olvidar a los más sanguinarios como Pol Pot o Abimael Guzmán; quienes a su manera han reivindicado como suyo el “pensamiento marxista”, autodesignándose como “hijos” del pensador alemán y ejercitando en “nombre del padre” desde un proceso de industrialización a marchas forzadas como lo fue en la Unión Soviética de Stalin –con Gulags de por medio-, pasando por un “socialismo de mercado” de la China actual, o un “socialismo dinástico” en Corea del Norte, y sin olvidar la eliminación sistemática de la mitad de la población en Camboya en los años 70, convirtiendo todo un país en un gran campo de concentración. No todos son hijos legítimos del padre.

Por cierto, Marx nunca comprendió muy bien ni le interesó demasiado las naciones que se formaban en las ex colonias de España en América; y, salvo algunos comentarios sobre los nacientes Estados Unidos de Norteamérica, su europeocentrismo lo hizo desentenderse de las nuevas repúblicas que se formaban y deformaban al sur del río Grande. Por ejemplo, su secuencia de modos de producción era aplicable a la realidad europea, pero no a la de otros continentes. De allí que cuando comienza a interesarse por las naciones del Asia no calzaba su modelo a una realidad tan disímil, por lo que crea un modo de producción excepcional: el modo de producción asiático, que luego ensayistas sociales adaptaron, muchas veces con poca fortuna, a las sociedades precolombinas de América.

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Pero, ¿Marx ha muerto?, o mejor dicho ¿el marxismo ha muerto? El marxismo como religión laica creo que sí. Difícil que resurja o que tenga la cantidad de adeptos como los tuvo antaño. En el estado de bienestar de Europa y EEUU el proletariado fue asimilado a la sociedad de consumo y la clase media comenzó a perfilarse con un protagonismo propio, ajeno a los tiempos de Marx (que la llamaba, un tanto despectivo, como pequeña burguesía), sirviendo de “amortiguador” entre ambas clases (de allí surgen en la actualidad la gran mayoría de intelectuales, académicos, artistas, políticos y profesionales, aparte que los propios obreros de las economías desarrolladas, por su forma de vida, fueron asimilados a esta clase).

Lo que sí es rescatable es el Marx científico social, el agudo observador del capitalismo, el que señalaba que el sistema se hunde en sus grandes contradicciones. El que analizaba el fetichismo de la mercancía y que todo se vende o todo se compra en la sociedad capitalista, hasta los valores o la dignidad. O como dijo Lenin gráficamente, el capitalista es capaz de venderle la soga al verdugo que lo va ha ahorcar.

Esas grandes contradicciones del capitalismo donde todo es una mercancía y el afán desmedido de lucro puede producir crisis cíclicas, muchas veces difíciles de manejar por los estados, es el aporte más interesante de Marx. (Por cierto, la última y gran crisis que nos puede costar el planeta es la de la contaminación ambiental, producto del proceso de industrialización de las grandes potencias industriales, incluyendo la China actual. De seguir la tendencia, las ficciones distópicas de un planeta inhabitable se van a cumplir, tarde o temprano).

Y si bien su teoría de la plusvalía explicaba como el capitalista se queda con una parte del valor del trabajo producido por el obrero al pagarle menos, no menos cierto es que la productividad (capacidad de producción por unidad de trabajo), gracias a la tecnología y a mejores formas de administrar eficientemente los distintos elementos que la componen, ha permitido un mayor margen de utilidades para la empresa y de beneficios para el trabajador, así como bajar el precio final del producto al consumidor. En cierta manera, la productividad explica porque la jornada de trabajo comienza a bajar en Occidente, incluso a límites inferiores a las 8 horas diarias en algunas naciones con economías desarrolladas.

Otro aspecto que Marx no pudo observar en toda su dimensión fue que el sistema capitalista es mucho más flexible que otros que conoció la humanidad (y mucho más que el sistema socialista que colapsó en parte por su rigidez) y se va adaptando a los cambios y crisis que se van sucediendo.

En una suerte de darwinismo económico, en cada cambio o crisis desaparece lo antiguo, lo obsoleto, y da paso a nuevas formas que se adaptan al entorno social y económico existente. De allí que, por ejemplo, las crisis cíclicas del capitalismo no hacen desaparecer al sistema, sino que por su plasticidad se va amoldando al nuevo entorno. Es lo que sucedió con la gran crisis de 1929, que muchas presagiaban era el fin del capitalismo, y más bien de allí surgió una nueva forma de compromiso entre el estado, el capital y la fuerza de trabajo en lo que se llamó el new deal, que daría a luz el estado de bienestar y el “aburguesamiento” del obrero en Occidente.

Precisamente, Marx no pudo ver el “aburguesamiento” del proletariado en el estado de bienestar y la sociedad de consumo. En su época el estado solo expresaba los intereses de la burguesía como clase dominante y el obrero apenas subsistía para aportar su fuerza de trabajo. De allí que era muy peyorativo con la “democracia burguesa”. Lo que no vio fue que el sistema se comenzaba a abrir gradualmente, no sin luchas de por medio, a aquellos desposeídos, a las minorías de todo tipo. Empezó con el voto a los obreros, luego a las mujeres, después a los analfabetos, con lo cual la democracia se ampliaba y surgían nuevos compromisos políticos, impensables en la época de Marx. Tampoco pudo prever que el “estado burgués” implementó la más ambiciosa red de seguridad social que protegía sobretodo a aquellos que no tienen nada. Y tampoco pudo ver que la pobreza, gracias al sistema que tanto denostó, disminuía en todo el mundo. Contradicciones que tiene la vida.

Hay otros aspectos del proceso de producción, cuyas consecuencias en la época de Marx ya se avizoraban, pero no en la dimensión que vemos ahora, como es el uso de la tecnología que está reemplazando en grandes magnitudes a la mano de obra. El capitalismo es el modo de producción que más ha creado y usado tecnología, gracias al desarrollo de la ciencia. Si bien en la época de Marx la tecnología creció vertiginosamente (y coadyuvó a una mejor productividad), pero no reemplazaba a la mano de obra en la dimensión que sucede ahora, gracias a la robotización y automatización de muchas funciones antes de exclusividad humana, por lo que muchas unidades de producción cada vez requieren menos trabajadores. Los grandes ejércitos de trabajadores que vio Marx reunidos en una fábrica hoy son historia. Lo que plantea la cuestión de los parados o sin empleo. En las futuras generaciones no todos conseguirán trabajo, por más calificados que puedan estar.

Creo que el mejor homenaje que se le puede hacer a Carlos Marx por los 200 años de su nacimiento es leerlo no tanto para encontrar al profeta sino al agudo observador del capitalismo. Muchos de las aspectos que analizó mantienen su vigencia, otros, como sucede en todo ensayista social, ya perdieron vigencia.