Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
2001 hizo célebre el inicio del
poema sinfónico de Richard Strauss, Así
habló Zaratustra, que servirá de leitmotiv a lo largo del filme, cada vez
que el monolito aparece.Basado en el cuento El
centinela de Arthur C. Clarke, y con la colaboración directa de este en el
guion, la película planteaba la existencia de una civilización extraterrestre
que guiaba a la humanidad desde sus albores de homínido hasta la etapa de
“superhombre”. Se hizo clásica la elipsis de cuatro millones de años, desde que
el primer homínido asesino de otro homínido lanza el arma-hueso al cielo y
vemos en la siguiente toma la nave espacial que se dirige a la luna. (Hipótesis
que no es tan disparatada, dado que algunos científicos sostienen que el avance
de la humanidad se ha debido a la creación de armas).
También acentuaría la etapa del
Kubrick meticuloso hasta los mínimos detalles, característica que sería su
marca en posteriores filmes, espaciando cada vez más el tiempo dedicado a la preproducción.
Aquel Kubrick que repetía tomas infinitas hasta el cansancio de los actores y
del equipo técnico. La búsqueda de la, muchas veces, inasible perfección total. Para
2001 buscó el asesoramiento técnico de científicos y de cómo sería el mundo 35
años después, cuando suceden los hechos del filme. Recordemos que en los sesenta
se vivía un optimismo en cuanto a los vuelos espaciales y se especulaba que los
viajes a la luna y planetas cercanos iban a ser cosa de rutina.
Si bien la anécdota central estaba en
el marco del new age de la época, lo
cierto es que desde su estreno gozó la fama de película difícil, críptica,
sujeta por ello a múltiples interpretaciones; aunque muchos realizadores,
disímiles entre si, se han sentido tributarios del filme: George Lucas, Ridley
Scott, James Cameron o Christopher Nolan que recientemente rindió oblicuamente
un tributo a 2001 con Interestelar.
Considerada “la catedral de la ciencia
ficción”, nunca más el género fue el mismo. De presupuestos modestos y actores
desconocidos, y las más de las veces con argumentos disparatados, el género pasó
a las grandes ligas de las superproducciones, con un rigor de “cientificidad”.