Monday, January 29, 2007

LA FILMOTECA

Luego de varios años he regresado a la Filmoteca de Lima ubicada al interior del Museo de Arte. Está igual, quizás más vieja. Los asientos me parecen incómodos, acostumbrado ahora a las cómodas butacas de la Ventana Indiscreta o de los multicines. Me parece que hasta el mismo señor que recogía los boletos a la entrada sigue allí. Hace muchos años venía acá, con una ex enamorada. Nos sentábamos en la última fila. Eso es lo bueno del cine, te acoge en su íntima oscuridad. Luego, por múltiples razones, dejé de venir.

Hoy me encuentro por una razón excepcional: le sigo el rastro a una película de Buñuel, “Nazarín”, que no pude ver en “La ventana…” el día que la dieron allá.
No sé cómo será la proyección, pero, me imagino, que no será muy buena, viendo los dos viejos parlantes que están al costado de la pantalla (el dolby surround y los demás artilugios de sonido no han llegado todavía a la Filmoteca).
Se dice que no está bien hablar mal de un viejo amor, y la Filmoteca fue uno muy querido. Gran parte de mi cenefilia se nutrió en su sala cuando los asientos eran de madera pura y dura y salías con un dolor en el trasero pero con gusto de haber visto por primera vez una película de Bergman o de Fellini. Es mejor callar y dejar ese bonito recuerdo en la memoria, ya que de eso tanto ella (la Filmoteca) como yo nos alimentamos y nos abriga tanto o más que un café caliente en invierno.

Estoy en esas cavilaciones cuando el señor que recogió mi boleto (ahora sí estoy seguro, es el mismo de épocas pasadas) se acerca a mi butaca y entre tímido y entrecortado, con la vista puesta en el suelo, me dice que lamentablemente no se podrá proyectar la película porque soy el único asistente y se requiere un mínimo de tres o cuatro para empezar una función, que disculpe más bien, que otra vez será. Le digo que está bien, que no se preocupe, que efectivamente parece que el ciclo de Buñuel no ha sido muy publicitado y me dirijo a la salida. Afuera hace frío a esa hora, me cierro la casaca polar hasta el cuello y me dirijo a tomar un café bien caliente pensando que no habrá un “otra vez será”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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