Tuesday, February 15, 2022

LA INEPTOCRACIA

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

O el gobierno de los ineptos. Es como se ha bautizado a Castillo y a su gobierno (lo de gobierno es un decir).

 

Es una ineptocracia taimada, mediocre, corrupta y con intereses ocultos, uno de ellos ir como sea hacia una Asamblea Constituyente, si es necesario “a la mala”, cerrando con cualquier pretexto el Congreso.

 

En seis meses ha destrozado el país, lo que no hizo ni Toledo, quien por lo menos se rodeó de gente con experiencia de gobierno.

 

No es un problema de aprendizaje, sino de intereses ocultos. Quien aprende no vuelve a cometer los mismos errores. Y en Castillo es evidente la consecuencia en reiterarlos, hasta con agrado.

 

Otro mito roto es el de la “reserva moral” de la izquierda. En el poder ha demostrado que es tan corrupta, clientelista y prebendaria como la DBA. La diferencia es que ahora las trapacerías y robos se hacen invocando al “pueblo”. El sultanismo al que aludía Basadre la corroe hasta el tuétano.

 

Quien tiene la solución política para salir del problema es el Congreso; pero, salvo excepciones, no se le ve dispuesto a tomar al toro por las astas. Ojalá cuando se anime no sea demasiado tarde y lamente el cierre y la pérdida de los beneficios personales cuando los hechos estén consumados.  

 

Y hay gente tan torpe a estas alturas que volvería a votar por Castillo, pese a los destrozos que hace del país. Puedo entender el argumento en gente de escasas luces, pero en gente “pensante”, en “intelectuales”, que atiendan más a sus odios y fobias que a la razón, deja mucho que desear. La “clase ilustrada” (bueno, es otro decir) tampoco estuvo a la altura de las circunstancias.

 

Uno de los escenarios futuros es que Castillo, como Ortega en Nicaragua, pase de líder izquierdista radical a un sátrapa de derecha en alianza con personajes claves del Congreso, como el caso de Guillermo Bermejo, a cambio de prebendas para los mismos, del “gabinete en la sombra”, de los chotanos fieles, y por supuesto de Vladimir Cerrón y su grupo de allegados. Sería la institucionalización de la corrupción en el Perú y de un narcoestado más o menos visible.

 

Cuando existían las monarquías, los vasallos tenían el derecho de sublevarse contra un rey injusto, que gobierna mal, que es arbitrario. En el estado de derecho, ese derecho a sublevarse se trasformó en el derecho a la insurgencia, cuando la sociedad civil tiene todo el derecho de exigir la salida de un gobernante inepto y con oscuros intereses. Las manifestaciones son una forma de insurgir, no la única.

 

Espero no sea demasiado tarde para el Perú. La verdad estos meses y semanas son cruciales para tomar una decisión.

 

Saturday, February 05, 2022

RAZÓN Y MITO EN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Es historia conocida que el marxismo heterodoxo de José Carlos Mariátegui no conciliaba con el marxismo oficial que llegaba de Moscú. El estalinismo estaba consolidado en la URSS, Trostky próximo al exilio y por acá Eudocio Ravines traería el dictado de la III Internacional una vez muerto Mariátegui en 1930. Para nadie es un secreto que la muerte lo sorprendió cuando preparaba un viaje definitivo a Buenos Aires, un autoexilio luego del fracaso de sus tesis en la Komintern.

 

Fue gracias a la viuda e hijos de José Carlos que años después de su muerte comienzan a publicar en pequeños tomos su obra dispersa en diarios y revistas de la Lima de los años 20 del siglo pasado, la que se completa con la obra de juventud, publicada entre las décadas del 80 y 90, la autocalificada “edad de piedra” del Amauta.

El surgimiento de una nueva izquierda aquí y en el mundo, alejada de la ortodoxia marxista, el efecto post Mayo 68, los estudios interdisciplinarios entre marxismo, estructuralismo y psicoanálisis, más los cuestionamientos que surgían dentro y fuera de la URSS del socialismo realmente existente, permitió un acercamiento a un pensador original para su tiempo. Seminarios, coloquios y el clásico anuario mariateguiano se fueron sumando, así como los estudios en torno al Amauta, uno de ellos el de Jorge Oshiro Higa titulado Razón y mito en Mariátegui, tesis del autor convertida en libro para optar el grado de doctor en Filosofía nada menos que por la Universidad de Bremen.

En más de 500 páginas recorre el pensamiento mariateguiano, eslabonando sus trabajos de juventud con los de madurez. Como ya otros autores han sostenido, no se puede dejar de estudiar su pensamiento sin tomar en cuenta sus trabajos juveniles, menospreciados por el propio Mariátegui al calificarlos como su “edad de piedra”. Y sobre todo por una tesis audaz: vincular a José Carlos con el pensamiento del filósofo holandés de origen judío, Baruch Spinoza.

Spinoza, autor que estuvo en el índex de los libros prohibidos por la Iglesia Católica, y curiosamente igual que el Amauta, su obra fue divulgada después de muerto, gracias a sus familiares. Muchos ven a Spinoza como el filósofo de la modernidad, el que rompe con la tradición teológica y se acerca más bien a la naturaleza. Algunos más audaces, notan en él un acento ateo o no deísta en el origen de las cosas.

Pero Oshiro lo que busca es vincular el pensamiento spinoziano en lo referente a mito y racionalidad con lo que siglos después el Amauta escribiría al respecto. No parece haber indicios que Mariátegui conociera la obra de Baruch Spinoza, se trataría solo de una línea de pensamiento que cruza siglos y espacios geográficos, lo cual es factible. Uno puede tener “afinidad de pensamiento” con alguien que ni siquiera ha conocido.

Según el autor, Spinoza a diferencia de otros coetáneos suyos señalaba como un todo lo irracional como el mito junto con lo racional como es el pensamiento lógico. Nuestro discurso occidental, siguiendo al autor, se vio marcado por el pensamiento de Descartes, marcadamente racional, dejando subordinado todo el pensamiento mítico, considerado subalterno o perteneciente a culturas menos desarrolladas con respecto al occidente europeo. Spinoza y luego Adler desde el psicoanálisis van a darle un lugar importante a lo irracional, este último vinculando al individuo con la comunidad. Esa misma idea la tiene Mariátegui cuando desarrolla la idea del mito.

El mito para el Amauta no es el pasado remoto, sino lo proyecta a futuro. El mito es necesario para hacer la revolución. El mito entendido como el sentimiento, el deseo, el anhelo de llegar a la sociedad socialista a pesar de todo. Es, haciendo un paralelo, como la idea que tiene una persona religiosa de creer en una divinidad superior “a pesar de todo” y que alcanzará la salvación eterna.

No es casual ese pensamiento en Mariátegui. Venía de un hogar muy religioso influenciado por la madre (recordemos que el padre estuvo ausente toda su vida). Él mismo tuvo una devota religiosidad en su juventud. Ese sentimiento religioso no lo perdió de adulto, solo lo trasformó en una visión socialista al tomar el camino de la opción marxista.

Y tenía razón el Amauta, los cruzados de la revolución social de inicios del siglo XX debían tener la misma fe que los cruzados del medioevo en un ser supremo, “a pesar de todo”. No basta lo racional, es necesario el sentimiento que se va a lograr llegar a la meta. Es el motor que mueve a los idealistas, como lo fue José Carlos.

Otra idea que elabora el autor es el de la sociedad política y la sociedad civil. Idea de otro heterodoxo del marxismo como lo fue Antonio Gramsci. Gramsci, a diferencia de los marxistas ortodoxos, planteaba que la “superestructura” (la cultura, la educación, la ética, etc.) era tan importante o más que la estructura misma (la economía). Tengamos presente que para Marx el motor que mueve al mundo son las relaciones de producción que a su vez van a influenciar en la superestructura. De allí que para muchos marxistas ortodoxos bastaba con cambiar la estructura económica para que por reflejo cambie la superestructura.

La experiencia histórica de la ex URSS le dio la razón a Gramsci. Mariátegui pensaba lo mismo. De allí que Oshiro deduce que a la vuelta de su periplo por Europa, el Amauta se preocupa más por elevar el nivel educativo de los obreros que en fundar un partido, teniendo presente la convicción de la autoliberación de los oprimidos, la conciencia de su propia condición. Por eso, refiere Oshiro, Mariátegui prioriza la educación a través de la Universidad Popular Gonzáles Prada, que fundar un partido político, idea que sí tenía Haya de la Torre, y una de las causas de la polémica de ese entonces entre ambos pensadores.

Lo cierto es que en sus últimos años, y quizás acicateado por la fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, Mariátegui con un grupo de amigos funda el Partido Socialista Peruano, convertido a su muerte en el Partido Comunista. La idea da para más, pero creo que el Amauta creyó necesaria la fundación de un partido de los trabajadores como organización política al alimón que el soberano (el pueblo) se autoeducaba.

El libro de Oshiro es interesantísimo por las tesis que desarrolla. Audaces quizás, pero desarrolladas argumentativamente. Es cierto que por momentos el libro es denso como buen filósofo que es, y requiere paciencia y tiempo para digerirlo, sumado a las más de 500 páginas en que desarrolla sus ideas. Pero vale la pena. También es cierto que como dice Antonio Melis en la introducción, se hace necesario que Oshiro amplíe su trabajo a las obras juveniles del Amauta como periodista político, y revise la bibliografía sobre José Carlos, como el enjundioso libro de David Sobrevilla sobre los 7 ensayos, textos que no habían sido publicados cuando el autor culminó su tesis doctoral.

A pasado un siglo y el Perú y el mundo han cambiado, pero el libro de Oshiro demuestra que las ideas del Amauta merecen ser revisitadas nuevamente.