Saturday, November 25, 2023

EL AÑO EN QUE NACIÓ EL DEMONIO

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


La última novela de Santiago Roncagliolo, El año que nació el demonio, la contextualiza en el siglo XVII, en la Lima colonial de hace 400 años.

 

Si bien el autor señala que en muchos hechos ha tenido que trastocar las fechas, lo cierto es que, si nos atenemos a los hechos históricos, la novela tiene un arco temporal de dos años. Comienza con la llegada a Lima del virrey, príncipe de Esquilache, que fue en 1615 y concluye con la muerte de Rosa de Lima que acaeció en 1617.

 

El disparador de la trama es la caza de brujas y herejes por el Santo Oficio, razón por la cual el personaje central, Alonso Morales, alguacil de la Inquisición, acude al convento de Santa Clara, donde una monja supuestamente ha parido un monstruo, hijo del demonio.

 

Pero, ese es el disparador de una trama que, a semejanza de las novelas policiales negras, va enriqueciéndose con otras subtramas y personajes secundarios, bastante bien dibujados, dicho sea. Incluyendo las pesquisas que el propio personaje realiza sobre el padre ausente y sus orígenes un tanto oscuros.

 

Los personajes femeninos son los rebeldes frente al orden impuesto. Jerónima, la mulata de la cual se enamora Alonso, que a su manera desafía las normas de sometimiento a la mujer; la propia madre del personaje, que frente al hecho de tener un hijo fuera del matrimonio y con sacerdote (los “hijos de cura”), decide fraguar papeles para que tenga legitimidad (los hijos fuera del matrimonio no podían ejercer ningún cargo público y socialmente eran estigmatizados); y también la madre superiora de las clarisas, la abadesa Mencia de Sosa, que a su manera entiende también la libertad de cuerpo y alma para ella y sus hermanas de claustro, pagando con la vida su desafío a la sociedad de entonces (hace recordar mucho su inmolación antes de ser capturada por sus enemigos, a la que realizó el ex presidente Alan García cuando fueron tras él).

 

En cambio, los personajes masculinos se ciñen a las pautas del statu quo, y cuando quieren salirse como en el caso de Alonso, lo pagan caro. Todos, de rey a paje, acatan las normas. En principio porque les conviene, son los que están mejor posicionados en la sociedad, de allí que no solo las acaten sino las mantienen.

 

En el medio tenemos corrupción (tal natural desde la Colonia), intrigas palaciegas, la sobonería obsecuente con el poderoso, sexo clandestino, sobornos y claro hechicería y magia, como obra del demonio según los inquisidores.

 

Es cierto el poder económico que tenían los conventos en aquel entonces. Administraban grandes haciendas, recibían donativos y legados, prestaban dinero, aceptaban monjas con “derecho de matrícula” de la familia que se deshacía de una hija mujer, a la que no podían dar dote para casarla. Como lo describe la novela, el relajo dentro de los conventos era bastante grande y la lucha electoral por el cargo de madre superiora era muy enconado por el enorme manejo económico entre manos y a quién se prestaba el dinero. Literalmente se compraban votos para conseguir el cargo.

 

En el marco dominante de la ideología cristiana antirreforma de ese entonces, se perseguía toda forma de herejía que escapara de la doxa oficial. En ese contexto, el personaje de Rosa de Lima es sintomático, personaje que se desenvuelve en la ambigüedad. ¿Estaba poseída por el demonio o era realmente una santa que hablaba con Dios? Lo cierto es que muchas de las beatas que la acompañaron terminaron procesadas por la Inquisición acusadas de brujería y que Rosa se salvó milagrosamente, gracias a que el Imperio español y la Iglesia querían tener santos americanos con los que demostrar que la fe cristiana era la verdadera en el contexto de las guerras religiosas que se vivían en Europa. Nosotros no vivimos los grandes cambios que sufrió Europa en esos años, pero sí las consecuencias de una tutela asfixiante, donde no había lugar para los cuestionamientos.

 

Como señala Hugo Neira, nosotros como colonia de España estuvimos bajo una caparazón protectora donde no llegaban noticias de lo que se vivía en Europa, sino únicamente la versión oficial de España que se había convertido en el baluarte de la contrarreforma contra los protestantes de Lutero que se separaron de la Iglesia de Roma.

 

Pero eso nos restó la posibilidad de un pensamiento crítico que cuestionase lo precedente y posibilitara avanzar la ciencia; lo que sí ocurrió en los países que abrazaron la fe luterana.

 

De lejos, los 300 años de Colonia parecen tranquilos e iguales. No lo fueron tanto. No solo porque el Imperio estaba lejos (de allí que las leyes del rey se acataban, pero no se cumplían), sino porque dentro de las costumbres oficiales de lo “políticamente correcto” estaban las otras, las clandestinas, como las de Jerónima y Mensa de Sousa, o las de simple sobrevivencia como la de la madre del personaje. La combinación de razas se dio pronto en estas tierras: españoles con indias, luego con negras, y sus variantes de negro con india, india con chino, y así hasta ser una república de mestizos. El sexo se practicaba y muy bien, hasta en el clero, donde los confesionarios servían de guarida para los amores clandestinos. Fueron 300 años de juerga, pero también de mezclas culturales que dieron nacimiento a lo que conocemos como Perú.

 

Al estilo de una novela policial negra, donde un crimen nos abre todo un entramado de hechos nada santos, Santiago Roncagliolo nos lo ha sabido describir con un lenguaje ágil, información dosificada y suspenso muy al estilo de los thrillers policiales, un retrato de la época colonial bastante bien descrito, donde las más de 500 páginas se leen de un tirón.

*El año en que nació el demonio. Santiago Roncagliolo. Seix Barral, 2023.

Sunday, November 12, 2023

CIENTÍFICOS BAMBA

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


 Un reportaje ha puesto en reflectores que un grupo de “docentes-investigadores” compraba artículos de investigación que aparecían en revistas indexadas a fin de tener más “prestigio académico” y por consiguiente mayores posibilidades de contratación y de sueldo. Incluso uno de ellos, que trabaja o trabajaba en la universidad de un conocido político local, a sus cortos 32 años tenía 72 artículos publicados en revistas indexadas. Algo totalmente imposible por la edad del “investigador”, si lo haces sin ayuda de nadie.

 

La noticia en el medio académico no es nueva. Es vox populi en el medio universitario que ofrecen incluirte en un artículo en revista indexada a un precio determinado. A mí me lo ofrecieron hace ya un tiempo. Y la oferta sigue circulando por los claustros académicos.

 

Una variante es cuando un grupo de colegas se reúnen y firman un artículo en común, pero solo uno trabaja el artículo y los demás en reciprocidad hacen lo mismo cuando les corresponda. Una suerte de mita intelectual. También está el artículo que firma el docente-investigador a cargo, pero que lo trabajan sus alumnos en alguna investigación que les haya encomendado. Otra variante es la sencilla apropiación del investigador, sin mencionar el grupo de estudiantes que lo llevaron a cabo. Hay otras más, como la patería con quien tiene poder en una universidad. Se le incluye en el artículo sin haber hecho nada, pero a cambio viene la contratación del docente con mejores condiciones de sueldo o la permanencia estable en una casa de estudios.

 

Desde que las revistas con ciertos estándares para su publicación se hicieron norma, estos males han proliferado en el mundo académico. Mundo que en el caso del Perú es bastante reducido y donde todo se sabe. Los artículos indexados pasaron a ser la medición de la producción intelectual de un docente, necesarios para su promoción, reconocimiento o trabajar en universidades de más prestigio.

 

La moda de los artículos indexados vino de las universidades anglosajonas y pensando más en las ciencias que en las letras; pero por imitación, como muchas cosas que hacemos por acá, se uniformizó a todas las disciplinas como requisito de prestigio académico. No importa que la investigación sea sobre el sueño de la pulga o los derechos sociales del mosquito, lo importante es que lo publiques en una revista indexada.

 

En el currículo del docente se mira sobre todo los artículos que haya publicado en una revista indexada, y bueno en segundo lugar la experiencia que tenga. Incluso se fomenta que los docentes publiquen en revistas indexadas indicando que trabajan en una determinada universidad a cambio de un bono o los gastos de publicación. Es prestigio para el docente y propaganda para la universidad. Y es “al peso”. Más importa la cantidad que la calidad de las publicaciones, de allí que muchos artículos indexados son perfectamente olvidables.

 

Como no todo docente va a ser investigador y menos tener la aptitud para escribir, no es raro que se recurra cada vez más a la compra de artículos donde no han trabajado y menos lo hayan concebido. Y, así como la aparición de los profesionales bamba (aquellos que obtuvieron su título o grado académico en una universidad trucha o por medios poco claros), la aparición de los científicos bamba estaba más que descontada.

 

La siguiente pregunta es si las revistas indexadas son un buen referente para la trayectoria de un investigador.

 

Algunos señalan que no. Las revistas indexadas tienen ciertos parámetros que obvian la creatividad y audacia en la investigación, y se inclinan más a la formalidad en la entrega y presentación de un artículo.  Basta revisar algunos artículos publicados en revista indexadas para darse cuenta que se encuentran bien empaquetados, bonitos en su presentación, con una aparente cientificidad, pero que aportan poco o nada a la ciencia o a las humanidades.

Saturday, November 04, 2023

ARGENTINA DE NUEVO

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Una señora joven, con aptitud para trabajar, declaraba ante cámaras que con Milei “la iban a obligar a trabajar”. Un pueblo acostumbrado a los subsidios es como una persona acostumbrada a las drogas. Difícilmente lo va a dejar. Es como el drogadicto que solo ve el mundo a través del cristal de las drogas.

 

Un pueblo que por años ha recibido subsidios directos o indirectos del estado, servicios públicos malos pero baratos y cuya creencia es que “papá Estado” le debe dar todo, no iba a renunciar fácilmente a propuestas de continuismo. Se está jodido, pero cae algo. No llueve, pero gotea.

 

En 1990 nosotros tuvimos que elegir entre seguir en la situación es que estábamos o un cambio radical. Hacer cambios moderados, suaves o un cambio fuerte que estabilice la economía. El del cambio radical creyó como Milei que en primera vuelta ganaba. No fue así. En segunda vuelta ganó el cambio suave, encarnado en un desconocido ingeniero agrónomo que, ahí vino la sorpresa, ya en el poder, a los pocos días tomó el programa del cambio radical de su contendiente, un célebre escritor que años después ganaría el Nobel.

 

Salvo contadas excepciones, la gente prefiere lo mismo. Hay pánico por lo nuevo y de perder lo poco que se tiene. Algo de eso sucedió el domingo en las elecciones argentinas. El programa de Milei asustó, se vio como algo radical, de resultados inciertos. Massa, en cambio, encarnaba el continuismo de los subsidios a los que el pueblo argentino es adicto consumado.

 

En el medio de toda está tragicomedia gaucha, el fantasma de Perón. Alguien dijo que es difícil luchar contra los muertos. Perón marcó en la conciencia del pueblo argentino un antes y un después. Para bien y para mal.

 

Gane quien gane en la segunda vuelta, el pueblo argentino seguirá jodido. Si gana Massa es el continuismo con algunos matices en una suerte de círculo vicioso. Si gana Milei, sin mayoría parlamentaria y con una oposición hostil, difícilmente podrá ejecutar su programa maximalista. Se verá entrampado en acuerdos políticos para suavizar su programa hasta que parezca el del peronismo. En el camino se irá desgastando.

 

Solo le queda al pueblo argentino cantar No llores por mi Argentina.