Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Una
señora joven, con aptitud para trabajar, declaraba ante cámaras que con Milei “la
iban a obligar a trabajar”. Un pueblo acostumbrado a los subsidios es como una
persona acostumbrada a las drogas. Difícilmente lo va a dejar. Es como el
drogadicto que solo ve el mundo a través del cristal de las drogas.
Un pueblo que
por años ha recibido subsidios directos o indirectos del estado, servicios
públicos malos pero baratos y cuya creencia es que “papá Estado” le debe dar
todo, no iba a renunciar fácilmente a propuestas de continuismo. Se está
jodido, pero cae algo. No llueve, pero gotea.
En 1990 nosotros
tuvimos que elegir entre seguir en la situación es que estábamos o un cambio
radical. Hacer cambios moderados, suaves o un cambio fuerte que estabilice la
economía. El del cambio radical creyó como Milei que en primera vuelta ganaba.
No fue así. En segunda vuelta ganó el cambio suave, encarnado en un desconocido
ingeniero agrónomo que, ahí vino la sorpresa, ya en el poder, a los pocos días
tomó el programa del cambio radical de su contendiente, un célebre escritor que
años después ganaría el Nobel.
Salvo contadas
excepciones, la gente prefiere lo mismo. Hay pánico por lo nuevo y de perder lo
poco que se tiene. Algo de eso sucedió el domingo en las elecciones argentinas.
El programa de Milei asustó, se vio como algo radical, de resultados inciertos.
Massa, en cambio, encarnaba el continuismo de los subsidios a los que el pueblo
argentino es adicto consumado.
En el medio de
toda está tragicomedia gaucha, el fantasma de Perón. Alguien dijo que es
difícil luchar contra los muertos. Perón marcó en la conciencia del pueblo
argentino un antes y un después. Para bien y para mal.
Gane quien
gane en la segunda vuelta, el pueblo argentino seguirá jodido. Si gana Massa es
el continuismo con algunos matices en una suerte de círculo vicioso. Si gana
Milei, sin mayoría parlamentaria y con una oposición hostil, difícilmente podrá
ejecutar su programa maximalista. Se verá entrampado en acuerdos políticos para
suavizar su programa hasta que parezca el del peronismo. En el camino se irá
desgastando.
Solo le queda
al pueblo argentino cantar No llores por mi Argentina.
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