Eduardo
Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Un reportaje ha puesto en reflectores que un grupo de “docentes-investigadores” compraba artículos de investigación que aparecían en revistas indexadas a fin de tener más “prestigio académico” y por consiguiente mayores posibilidades de contratación y de sueldo. Incluso uno de ellos, que trabaja o trabajaba en la universidad de un conocido político local, a sus cortos 32 años tenía 72 artículos publicados en revistas indexadas. Algo totalmente imposible por la edad del “investigador”, si lo haces sin ayuda de nadie.
La noticia en el medio académico no es nueva. Es vox
populi en el medio universitario que ofrecen incluirte en un artículo en
revista indexada a un precio determinado. A mí me lo ofrecieron hace ya un
tiempo. Y la oferta sigue circulando por los claustros académicos.
Una variante es cuando un grupo de colegas se reúnen y
firman un artículo en común, pero solo uno trabaja el artículo y los demás en
reciprocidad hacen lo mismo cuando les corresponda. Una suerte de mita
intelectual. También está el artículo que firma el docente-investigador a
cargo, pero que lo trabajan sus alumnos en alguna investigación que les haya
encomendado. Otra variante es la sencilla apropiación del investigador, sin
mencionar el grupo de estudiantes que lo llevaron a cabo. Hay otras más, como
la patería con quien tiene poder en una universidad. Se le incluye en el
artículo sin haber hecho nada, pero a cambio viene la contratación del docente
con mejores condiciones de sueldo o la permanencia estable en una casa de
estudios.
Desde que las revistas con ciertos estándares para su
publicación se hicieron norma, estos males han proliferado en el mundo
académico. Mundo que en el caso del Perú es bastante reducido y donde todo se
sabe. Los artículos indexados pasaron a ser la medición de la producción
intelectual de un docente, necesarios para su promoción, reconocimiento o
trabajar en universidades de más prestigio.
La moda de los artículos indexados vino de las
universidades anglosajonas y pensando más en las ciencias que en las letras;
pero por imitación, como muchas cosas que hacemos por acá, se uniformizó a
todas las disciplinas como requisito de prestigio académico. No importa que la
investigación sea sobre el sueño de la pulga o los derechos sociales del
mosquito, lo importante es que lo publiques en una revista indexada.
En el currículo del docente se mira sobre todo los
artículos que haya publicado en una revista indexada, y bueno en segundo lugar
la experiencia que tenga. Incluso se fomenta que los docentes publiquen en
revistas indexadas indicando que trabajan en una determinada universidad a
cambio de un bono o los gastos de publicación. Es prestigio para el docente y
propaganda para la universidad. Y es “al peso”. Más importa la cantidad que la
calidad de las publicaciones, de allí que muchos artículos indexados son
perfectamente olvidables.
Como no todo docente va a ser investigador y menos
tener la aptitud para escribir, no es raro que se recurra cada vez más a la
compra de artículos donde no han trabajado y menos lo hayan concebido. Y, así
como la aparición de los profesionales bamba (aquellos que obtuvieron su
título o grado académico en una universidad trucha o por medios poco
claros), la aparición de los científicos bamba estaba más que
descontada.
La siguiente pregunta es si las revistas indexadas son
un buen referente para la trayectoria de un investigador.
Algunos señalan que no. Las revistas indexadas tienen ciertos parámetros que obvian la creatividad y audacia en la investigación, y se inclinan más a la formalidad en la entrega y presentación de un artículo. Basta revisar algunos artículos publicados en revista indexadas para darse cuenta que se encuentran bien empaquetados, bonitos en su presentación, con una aparente cientificidad, pero que aportan poco o nada a la ciencia o a las humanidades.
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