Tuesday, September 30, 2008

CRISIS FINANCIERA EN WALL STREET, ¿EL FIN DEL CAPITALISMO?

En la década de los noventa se decía que las medidas autoritarias del gobierno de Fujimori si bien no eran bien vistas en el mundillo político de Washington por el tema de los derechos humanos, sí lo eran en el mundillo financiero de Nueva York, al ver que se ponía “orden en la casa” para que lleguen los miles de millones de dólares en inversión extranjera.
La crisis asiática de 1998 y la caída del régimen en el 2000 nos trajeron de nuevo a la triste realidad, tanto en lo económico como en lo político.

La reciente crisis del sistema financiero norteamericano ha demostrado que esa aparente fortaleza estaba cimentada sobre pies de barro o mejor dicho que los cuentos que nos vendieron los neoliberales foráneos y criollos era puro cuento chino; vale decir, después de todo era necesaria la presencia del satanizado Estado y que “la mano invisible del mercado” puede cometer los peores despropósitos. Porque quizás la primera lección que se puede extraer es la necesidad de un estado regulador de la economía y las finanzas, ninguna novedad por cierto, pero que se quiso “enterrar bajo la alfombra” en la administración Bush, quien, luego de la crisis desatada, ha tenido que decretar similares medidas a las que dictó Alan García en su primer gobierno, cuando estatizó la banca, solo que a niveles infinitamente mayores y con una impopularidad igualmente infinita (de allí que se diga que Bush Jr. es uno de los más incapaces gobernantes que ha tenido Estados Unidos, ganándose con justicia el apelativo de “Bush, el torpe”).

Otra lección es que el estado “enterrado bajo la alfombra” en la época de bonanza y prosperidad, es desenterrado y tiene que ir al rescate de las instituciones financieras caídas en desgracia luego de la “timba” que propiciaron con las hipotecas sub-prime, lo que irónicamente se ha venido en llamar “el socialismo de los ricos” (con un desparpajo digno de mejor causa y olvidando sus manidos conceptos de populismo y demagogia, los neoliberales ahora sí admiten la necesidad del tantas veces negado estado… pero para que “salve empresas” en quiebra).

Existe un reparo ético de falta de consecuencia. No es posible que la administración norteamericana que más propalara las ideas de libre mercado y libre empresa esté hoy nacionalizando, evitando quiebras, comprando deudas, siendo aval solidario o rescatando empresas privadas con un costo para el contribuyente de setecientos mil millones de dólares. Claro, no es ético, se supone que si han sido empresas mal administradas deben quebrar y salir del mercado, por una lógica de eficiencia, donde solo quedan los mejores o más aptos. El problema está en que si se les deja quebrar, el problema puede ser mucho peor por el “efecto dominó”, dado que “jalaría” a otras instituciones, poniendo en jaque al mismo sistema económico, por lo que no queda más remedio que “rescatarlas”. Lo malo está en que aquellos que jugaron a la “timba” con dineros ajenos no están siendo sancionados como debe ser, lo cual evidentemente estimula que este tipo de conductas se repitan a futuro. El mensaje es claro: mientras seas grande y poderoso, podrás ser impune, hacer jugadas arriesgadas y no te pasa nada. Mal ejemplo, si hablamos de la economía de mercado por excelencia como la norteamericana. Vamos a ver si el estado de derecho se pone a derecho y sanciona como debe ser a los responsables de tamaño descalabro económico. Como dijo recientemente con toda justeza y precisión la presidenta Bachelet “la crisis mundial se debe a la codicia de unos pocos y a la desidia política de otros”.

Pero, ¿en qué quedará todo esto? Dudo que sea el fin del mundo o el inicio de un ciclo recesivo como el de 1929, menos el fin del capitalismo como pronostican ciertos agoreros desde la izquierda. En principio, la economía mundial está más descentralizada que en aquel entonces, y por otro lado existen mecanismos e instituciones que impiden se caiga en el hoyo negro de aquel año. Lo que si va a afectar son nuestras exportaciones a Estados Unidos justo cuando va a entrar en vigencia el TLC, el próximo 1º de Enero del 2009. No habrá tantos pedidos como se esperaba por la recesión que vive la economía más grande del planeta. Por esa razón y atendiendo a la vieja regla que enseña no se debe poner todos los huevos en la misma cesta, es que éramos partidarios de TLC’s sí, pero no exclusivamente con la gran potencia, sino la mayor cantidad de TLC’s diversificados, hasta con economías chiquitas como las centroamericanas, pero sacábamos algo. Complejos de inferioridad del empresariado local (que se verá afectado de tener solo como principal cliente a empresas del norte) y de cierta clase política bastante miope y obsecuente. Ahora vamos a pagar las consecuencias de la poca visión a futuro.

En lo interno dudo que entremos a un ciclo recesivo. Estamos mejor que hace veinte años y tenemos buen “colchón” de reservas internacionales para enfrentar el tiempo de las vacas flacas. Asimismo, nuestro sistema financiero aparte de ser pequeño, está mejor regulado que el norteamericano. Parece increíble, pero nosotros somos mejores “guardianes” del dinero público que los gringos. Vamos a seguir creciendo, aunque no a niveles astronómicos, y también bajará la inflación. Una ventaja que trae la recesión de fuera es que los precios internacionales comiencen a bajar. No creo que en este nuevo marco económico mundial se deba recortar drásticamente el gasto, todo lo contrario, debemos activar nuestra economía. Las condiciones externas han cambiado y si somos muy drásticos en el gasto, podemos caer en un ciclo recesivo. El ministro de economía, Luis “el mago” Valdieso, está siendo demasiado fondomonetarista, todo lo ve recortes en el presupuesto y eso puede traer un ciclo recesivo indeseable (haber hecho un post grado en el extranjero para terminar de “tijeretero” no dice bien de las proclamadas bondades profesionales del ministro). Lo malo es que cuando él se vaya, quienes paguen los platos rotos seremos nosotros, los peruanos que nos quedamos acá.

Otra consecuencia que traerá la recesión norteamericana es que gracias al TLC suscrito vamos a ser inundados de importaciones norteamericanas a precios relativamente baratos. Recesado su mercado, van a buscar nichos en “mercados emergentes” y el peruano es uno de ellos gracias a la entrada en vigencia del TLC el próximo año. No solo de productos acabados (y sofisticados) sino de productos agrícolas primarios, subsidiados por el tío Sam.

En fin, vamos a tener que “hilar fino” de aquí en adelante, ser bastante pragmáticos y despojarnos de anteojeras ideológicas, no caer en los errores que se cayó en la crisis del 30 (ojo Alan como acabó Leguía por ser demasiado genuflexo con el capital extranjero) y admitir, sobretodo los fundamentalistas y los “reconversos” como nuestro presidente, que nada es peor que creer a pie juntillas en una doctrina como la verdad absoluta, como “la llave mágica” que explica todo y soluciona nuestros problemas, sea en materia religiosa, política, social o económica. No existen las verdades absolutas. Salvo Dios, nadie las tiene (y eso que lo dice un agnóstico).
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, September 23, 2008

TORMENTA TROPICAL EN CUBA

Quizás un desastre natural sea la forma más apropiada de conocer si un gobierno tiene reflejos rápidos para socorrer a la población o se ve enmarañado en trabas burocráticas, políticas inadecuadas o sencillamente torpeza administrativa. “Es el momento de prueba” donde no valen ensayos ni excusas ex post.
Los recientes huracanes Ike y Gustav han asolado Cuba y puesto en jaque al gobierno de Raúl Castro. No solo porque la ayuda no está llegando oportunamente, sino porque el propio gobierno cubano está poniendo trabas a la ayuda extranjera, politizando un asunto que debe ser lo más práctico posible.
Deng Xiaoping (el gestor del modelo de “socialismo de mercado” en el cual Raúl Castro se inspira) decía que no importa de qué color sea el gato con tal que cace a los ratones. No importa si la ayuda viene de Estados Unidos (donde existe una gran cantidad de migrantes e hijos de migrantes cubanos), la Unión Europea o la Venezuela chavista. No se puede seleccionar la ayuda en momentos tan cruciales.

Según cuenta Yoani Sanchez en su blog, la ayuda del gobierno no está llegando oportunamente a los damnificados y más por inoperancia de aquel, a quien los huracanes han cogido con los pantalones abajo. Mercados desabastecidos, carencia de luz y agua por varios días, subida de precios oficiales y una cada vez mayor presencia de un mercado paralelo donde se encuentra de todo pero a precios astronómicos y solo para quien cuente con dólares gringos, la moneda del imperio. Los huracanes Ike y Gustav también influirán sobre la tímida reforma de Raúl Castro que se verá sino detenida por lo menos obstaculizada en los próximos meses. La recuperación va a ser lenta y dudo mucho que Hugo Chávez pueda poner todos los millones que son necesarios con un precio del barril de petróleo a la baja.

Eso no quita el maquiavelismo político del gobierno norteamericano, que en vísperas de elecciones presidenciales no ha querido suspender temporalmente el embargo hacia Cuba, a fin que ciudadanos e instituciones norteamericanas ayuden directamente a la isla. Tampoco quita que nosotros, los latinoamericanos y en especial los peruanos, ayudemos a Cuba. Más allá de las diferencias ideológicas, son seres humanos, algo que se olvida frecuentemente en las disputas políticas y en los cálculos del poder; y, también debemos recordar que Cuba nos socorrió sin pedir nada a cambio en el terremoto de 1970, así como en el sismo del año pasado que azoló el sur del país. La solidaridad del pueblo cubano no se hizo esperar y es hora de retribuirla. Por eso llama la atención que el gobierno no haya dispuesto las vías adecuadas para canalizar la ayuda del pueblo peruano, que estoy seguro no vacilará en aportar su óbolo, por más pequeño que pueda parecer.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, September 16, 2008

EL PRESIDENTE ¡AY¡ SIGUIÓ CAYENDO

La situación es preocupante. Los asesores no saben qué hacer frente a la caída en las encuestas de nuestro presidente. El propio Alan García se pregunta por qué cae de esa manera, si la revista Latin Finance lo eligió como hombre del año “por liderar el resurgimiento del Perú” (sic). Algunos áulicos para “zafar el cuerpo” le echan la culpa a la oposición y a “los perros del hortelano” como los causantes de la baja de popularidad de nuestro querido mandatario. Otros dicen que la culpa es por la subida de los alimentos y que AGP –pobrecito- no tiene la culpa. La oposición entre insidiosa y maquiavélica –sobretodo la oposición humalo izquierdista- cree ver en la caída el comienzo del fin del gobierno aprista y de un posible adelanto de elecciones y ya comienza a jugar sus fichas. Y frente a todas esas especulaciones, malos augurios y peores vientos, como en los versos de Vallejo, el presidente ¡ay¡ siguió cayendo.

La presidencia es una institución fuerte en América Latina, fruto de la herencia colonial que daba plenas potestades al Virrey, así como del modelo norteamericano donde la institución presidencial tiene amplios poderes. Por eso, los ojos están puestos más en el ejecutivo que en el parlamento, institución que últimamente ha caído en desprestigio cada vez más vergonzoso (parece que su descenso al fondo de la ciénaga no tuviera límite). Al presidente se ve como “el hombre” que debe solucionar los problemas del ciudadano. Por eso, frente al alza del precio de los alimentos, todos miran al gobierno “para que solucione” el problema. Si hay lluvias torrenciales que asolan todo un pueblo, un terremoto o cualquier catástrofe natural, igual, se mira a “papa gobierno”, y quien encarna al mismo es el presidente de la república.

Pero, por qué cae en aceptación, o mejor dicho por qué se mantiene en “el tercio inferior” (para usar una frase cara al gobierno) y en franca caída libre. No creo que la causa sea una sola (falta de un gran objetivo nacional, sobreexposición del presidente, estilo confrontacional contra sus detractores –“comechados”, “perros”, “vagos”,”traidores”-, o carencia de cuadros técnicos preparados en el gobierno). Tampoco la solución es una sola (marketing comunicacional del ejecutivo, incorporación de tecnócratas calificados, un plan nacional a largo plazo) o de imagen personal (que baje de peso, “se haga una lipo”, grite menos o siquiera elimine la papada). Creo que se debe hacer un poco de memoria para encontrar los orígenes de su desaprobación. En principio que el programa que enarboló siendo candidato fue uno socialdemócrata, moderno e inclusivo, alternativa al programa neoliberal de Unidad Nacional y al rancio nacionalismo arcaizante del Partido Nacionalista. Era una alternativa centrista. Sin embargo, una vez elegido presidente ese programa lo traiciona, sustituyéndolo por el de Unidad Nacional, incorporando en el gabinete ministerial a varios connotados neoliberales cercanos a dicha alianza política. Allí existe una primera causa del lento pero progresivo deterioro de la aceptación del presidente.

Tampoco hay una clara y firme voluntad política para impulsar programas sociales que disminuyan la pobreza más rápidamente. Recursos hay, pero falta voluntad y un mejor uso de esos recursos. Estamos creciendo, es indudable, pero no se distribuye ese beneficio entre todos los peruanos. Hasta el momento está dejando que el mercado se encargue de repartir la torta (“el chorreo”), algo que su homólogo anterior, Toledo, también hizo. A ello agreguemos la subida de precios en alimentos, algo que hace impopular a cualquier gobierno. Cuando “se choca” con el bolsillo del pueblo, no cree en nadie y no se salva ningún gobierno, sea de derecha o de izquierda, democrático o dictatorial, y que ha sido el detonante para “la caída libre” del presidente.

El pueblo no es tonto y no ve mejoras en su situación. “No hay chorreo” para él. Sin embargo, el gobierno no caerá como anhela la oposición más extrema. Algo que demostró Toledo es que se puede gobernar con baja popularidad. Si Toledo lo pudo hacer teniendo una aprobación menor al cinco por ciento en sus peores momentos, con mayor razón Alan García que tiene un partido sólido detrás de él (el único partido sólido del país para ser franco).
Claro, ningún gobierno democrático puede basar sus políticas en los resultados de las encuestas (“encuestitis”), pero tampoco puede dejar de revisarlas. Es cierto que muchas políticas obedecen a criterios de largo plazo y a veces son contra el agrado de la ciudadanía; y, es cierto también que los peruanos somos bastante cortoplacistas y facilones, queremos que los resultados sean “ya ya” y si es improvisadamente y sin sacrificio alguno, mejor todavía. Ejemplo: el actual modelo económico comenzó a inicios de los años 90, con las primeras reformas. Para que se vean los frutos deben pasar entre 20 a 30 años, sacrificando incluso a una o dos generaciones en el camino. Eso suena a jarabe amargo, y ningún político se atreve a decirlo porque significa “perder votos” y exponerse al escarnio de sus adversarios. Sin embargo, es necesario. De allí que cuando son candidatos prometen, juran y rejuran ante Dios, la patria o los Apus que “cambiarán el modelo” a fin de encandilar a las masas y llegados al poder “se olvidan” de la promesa. Fue la táctica de Toledo, la del propio AGP y será también de quien lo suceda, por más que declare ser antisistema, antipartidos y antitodo. Y recién luego de 18 años estamos “viendo los frutos”. Si cambiábamos de modelo económico en el 2006 de haber ganado Humala, regresábamos a fojas cero y estaríamos ahora mucho peor y con una inflación galopante de dos dígitos como en Venezuela, Bolivia, Argentina o Nicaragua.

Pero, el modelo económico vigente genera desigualdades que el propio mercado no las puede corregir, por lo que requiere de voluntad política para cerrar o por lo menos aminorar esas desigualdades (lo que se llamaría en la jerga económica “hacerle ajustes”). Ajustes que deben tener mayor énfasis en los programas sociales y a largo plazo. No tanto como populismo asistencialista, que el propio Fujimori lo practicó y que AGP lo intentó tímidamente con las bolsas de alimentos repartidas en la madrugada en los asientos humanos o en forma más descarada, ahora que su aceptación popular está bastante baja, con la designación de Carlos Arana -un hombre de “la maquinaria aprista”- en el Foncodes, sino en cambio de mentalidades y de formas eficientes de ayuda del estado a fin de mejorar la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos. Eso sí se puede y es lo que le falta a la actual administración. Que los programas sociales lleguen efectivamente a las mayorías, que los subsidios no se queden a medio camino como sucede con el programa del vaso de leche. ¿Por qué no lo hace? Algunos sostienen que el presidente, en su maquiavelismo político, “soltará los millones de dólares” hacia el final de su gobierno a fin de no tanto ganar un “presidente compañero” (algo bastante improbable dado que el propio Alan García prefiero que “nadie le haga sombra” dentro del partido aprista), por lo menos obtener una mayoría holgada en el congreso que lo “blinde” ante posibles denuncias terminado su mandato, a fin de “negociar” con el partido que resulte ganador o hacerle una oposición despiadada de mostrarse reacio a algún acuerdo bajo la mesa (algo para lo que sí son buenos los compañeros).

Personalmente dudo que el presidente “suelte los millones” hacia el final de su periodo como anhelan muchos de sus correligionarios (que viven literalmente de “la teta presupuestal”). No creo que veamos nadar sobre las olas a las corvinas fritas con su limón, como dice el viejo valse criollo. No lo creo porque AGP es un converso convencido (y las recientes medidas de “freno” del gasto público lo corroboran). Los años de exilio le han permitido reflexionar sobre las políticas que usó en su primer gobierno, optando ahora por políticas ortodoxas de equilibrio fiscal, más conservadoras pero menos riesgosas que las políticas de “inflación cero” de su primer mandato (que, ironías de la economía, terminó en hiperinflación), amén de haber hecho una alianza tácita con los denominados “grupos de poder fáctico”; aparte que los organismos internacionales monitorean muy de cerca el modelo peruano y no van a permitir que se produzcan cambios bruscos como lo demuestra la designación de los ministros de economía nombrados: todos provienen de las canteras del sistema financiero internacional.
Así que mientras tanto habrá que recitar con Vallejo “y el presidente, ¡ay¡, siguió cayendo”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, September 09, 2008

A CINCO AÑOS DEL INFORME DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD

Quizás por el clima “más económico” que vivimos en la actualidad, medio que ha pasado desapercibido para la gran mayoría el quinto aniversario de la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación –CVR- sobre los trágicos sucesos acaecidos en la década del ochenta. Actualmente más nos preocupan la inflación, el crecimiento económico y “el chorreo”, o la crisis energética, que recordar un hecho trascendente e inusual en nuestra historia: se nombraba una comisión que debería recopilar toda la información que pudiese de los doce o trece años de violencia terrorista, seguido de conclusiones y sugerencias. La idea era que no se repita nunca más un hecho tan desgarrador.

Pero, como que la pesadilla que significó la década del terror es mejor olvidarla o relegarla a un segundo plano, lo cual es natural cuando se han vivido hechos demasiados duros (sin mencionar a los nacidos en la década del noventa, para los que solamente es historia de textos escolares lo que vivimos en carne viva los adultos). El olvido alivia. Eso está pasando ahora, prefiriendo sumirnos en una furia consumista que recordar hechos dolorosos del pasado. Aunque más bien la pregunta es si fue útil el informe final que emitió la CVR.

Más allá de la exactitud o no en las cifras de muertos y desaparecidos –bastante cuestionable por cierto, dada la metodología que usó para el cálculo- o de los intentos de ciertos sectores políticos de convertir “en dogma de fe” las conclusiones del informe, creo que sí fue útil porque permitió “exorcizar” un trauma de la sociedad peruana que no había sido resuelto en los años 90 cuando fueron capturados los principales líderes terroristas y desarticulados Sendero Luminoso y el MRTA. En ese sentido fue útil y necesario. Permitió librarnos de ciertos fantasmas del pasado. Ese proceso en el cual las víctimas de la violencia exponían en audiencias públicas, en una suerte de catarsis colectiva, los padecimientos de la locura terrorista, coadyuvando para “sacar afuera” tanta ira y dolor acumulado.
¿Qué falta por hacer? Falta mucho, sobretodo reforzar instituciones, pero quienes vivimos y padecimos la demencia terrorista y la insania de un estado que usó las mismas armas que sus oponentes; y que en paralelo sufrimos la crisis económica e hiperinflación en la década del ochenta, dándonos la sensación que en cualquier momento desaparecíamos como país, sabemos que esos “fantasmas” no están muertos sino apenas agazapados y que al menor descuido pueden saltar de nuevo. Por eso, debemos recordar esos hechos por más amargos y dolorosos que sean. Para que la historia no se repita y podamos decir con toda fuerza y seguridad: “¡Nunca más¡”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, September 03, 2008

UN PERRO POR CASA: CONTROL DEMOGRÁFICO CANINO EN JESUS MARÍA

Hay normas que se caracterizan por ser absurdas y lindar hasta con lo risible como la ordenanza del alcalde del distrito de Jesús María que limita el número de canes por casa.

¿Se cumplirá? Evidentemente que no. Es imposible que se lleve un monitoreo de la norma sea por el principio de inviolabilidad del domicilio, que no puede ser forzado por ningún funcionario municipal (no podría ingresar a un domicilio particular sin mandato judicial) y por la propia logística de la comuna distrital, que dudo tenga una cantidad suficiente de inspectores o policías municipales que verifiquen el cumplimiento estricto de la norma. Es como querer controlar gatos, loros, cuyes o hámsters. Imposible.

Pero, la ordenanza en cuestión permite reflexionar sobre la utilidad o no de las normas que se emiten desde las de más alta jerarquía hasta las más humildes ordenanzas. Si comenzamos a numerar la cantidad de leyes que se promulgan y el nulo cumplimiento de las mismas, no solo dice de un ciudadano que todavía es indócil al acatamiento de dispositivos legales (el peruano, obvio, todavía no es un ciudadano suizo) sino de la escasa correspondencia entre norma legal y realidad social.

Si se tomaran un poquito de tiempo en reflexionar sobre ese punto difícilmente se promulgaría tanto disparate como el del control canino (que ya el propio alcalde ha tenido que retroceder insinuando un reglamento de la ordenanza “más suave”). Aunque también tiene que ver con el escaso ejercicio democrático de quienes detentan el poder por representación. Casi todas estas normas son inconsultas con el ciudadano, quien se ve sorprendido con la publicación de una ordenanza o de una ley que ni le va ni le viene y a veces hasta entorpece su vida. Cuando leo la opinión de especialistas sobre la variopinta infinidad de reglamentos promulgados (sea en el gobierno central, los gobiernos regionales o los gobiernos locales) que en vez de ayudar perjudican al ciudadano, muchas veces porque a un oscuro burócrata “se le ocurrió” (en el cauce de la buena fe) o algún funcionario que dentro de la estructura del estado busca beneficiarse directa o indirectamente con la norma publicada (en el cauce de la mala fe), pienso que los anarquistas tenían razón al sostener que cuanto haya menos estado, mejor. Unas cuantas normas sencillas y bien hechas bastarían en vez de tan oscuro y frondoso andamiaje legal que muchas veces trata de encubrir fines no muy santos o a veces ridículos como la ordenanza contra los pobres canes de Jesús María.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es