Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Fue el
inicio de la reforma universitaria más trascendente que conoció América Latina.
Como sucede con algunos cambios, se inició con reclamos puntuales de los
estudiantes de la Universidad de Córdova y, como bola de nieve, se expandió a otros
países, incluyendo el Perú, donde un joven Víctor Raúl Haya de la Torre
enarboló las banderas reformistas de ese entonces: libertad de cátedra,
posibilidad de tacha a los profesores, a lo que se sumó luego reclamos
puntuales como la separación del estado y la iglesia, cuando el gobierno de
Leguía consagró el Corazón de Jesús, síntoma que nuestra mentalidad e ideología
todavía se encuentra anclada en la Colonia.
El contexto
de la reforma de Córdova se debe ubicar en el crecimiento de la clase media en
las grandes ciudades y la incorporación de sus jóvenes a los estudios
universitarios, reservados hasta inicios del siglo XX a los hijos de la
aristocracia. Existe un componente social gravitante en la reforma y un reclamo
democratizador horizontal de estos nuevos actores de las sociedades latinas de
aquel entonces. Quizás ahí estuvo el éxito de la reforma universitaria y su
expansión, acompañado del cuestionamiento que se hacía a las antiguas formas de
enseñanza dogmática y memorística. Se abre la puerta a la crítica de la
sociedad y sus actores, en un contexto donde el marxismo comienza a penetrar en
los estudios universitarios. (Fue el caso del joven Haya de la Torre que
realiza una interpretación personal del marxismo, “adaptándolo” a la realidad
latinoamericana, así como José Carlos Mariátegui y su visión sui generis del
materialismo histórico).
A ello se
debe sumar el triunfo de la revolución rusa al otro extremo del mundo y la
creación del “hombre nuevo”; y por estas tierras de la consolidación de la revolución
mexicana que desata una serie de ideas nuevas en materia de educación, aparte
que abre las compuertas de la escuela y la universidad a sectores sociales hasta
ese entonces marginados, posibilitando una reestructuración social nunca vista
en el continente. Tan importante que el indio –marginadísimo en las sociedades
criollas- pasa a tener un rol central en la realidad, el arte y los estudios
sociales.
Un siglo
después, el proceso de democratización de la universidad continuó, acogiendo a
los sectores populares. Este proceso dio lugar a una masificación de los
estudios universitarios y a una sobredemanda de jóvenes que buscaban en la
educación superior el ascenso social negado por otras vías. El proceso, dicho
sea, no solo se produjo en las sociedades latinas, sino también en las europeas
de la segunda mitad del siglo XX. (Y, en ambos lados del mundo, significó
también una disminución de la calidad en la enseñanza universitaria).
Curiosamente
este proceso de democratización dio lugar en nuestro país a la creación de las
llamadas “universidades empresa” hacia fines del siglo XX, absorbiendo gran
parte de la demanda de los jóvenes por estudios universitarios, al verse imposibilitadas
las públicas y las privadas asociativas de atender semejante aluvión proveniente
de los sectores populares. Igualmente se dio el caso de la pauperización de las
universidades públicas y la distorsión de parte de las universidades
asociativas hacia fines de lucro encubierto (altos sueldos de rectores y
personal de confianza, derechos de enseñanza elevados, escasa inversión en
investigación y personal docente poco idóneo). En Perú tenemos alrededor de 150
universidades entre públicas y privadas, pero ninguna, absolutamente ninguna,
se encuentra entre las cien mejores del mundo, ni siquiera en el grupo de las
quinientas. Y la investigación original, esencia de toda universidad, es escasa
o casi nula.
Cien años
después del grito de Córdova, las tareas que se plantea la universidad son
otras. Existen nuevos retos que plantea el siglo XXI, como la redefinición de
lo que se entiende por universidad. Hay una lucha para que las humanidades no
desaparezcan de la currícula universitaria frente a una supuesta tecno-ciencia,
así como no “adelgazar” más la malla curricular bajo el pretexto de una
titulación exprés en las universidades-empresa.
Continúa la
polémica si el estudiante universitario debe tener una visión humanista y
amplia del mundo (universal como corresponde a la acepción original de
universidad) o debe ser un técnico preparado para una tarea específica. La
visión humanista lo prepara para una visión crítica de la sociedad, lo otro
solo para ser un operador acrítico del sistema. Y no nos olvidemos de los
medios digitales que posibilitan una educación virtual a distancia, sin
horarios y flexible. (Muy posiblemente en un futuro cercano la educación
universitaria presencial pase a ser apéndice de la educación virtual).
Son grandes
dilemas de los que nosotros no podemos estar ajenos.