Wednesday, November 13, 2019

EL MURO QUE CAYÓ


Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107



Hoy, hace treinta años, cayó el Muro de Berlín. Signo de oprobio en los ahora lejanos años. Curiosamente, como ha revelado un reportaje, en el mundo existen hoy más muros que dividen que en aquella época.

Signo de la guerra fría, el símbolo de su caída fue el del socialismo realmente existente, tanto político como ideológico, y la predominancia de la ideología liberal, que en Occidente queda como único relato válido de la supremacía del llamado “mundo libre”.

Treinta años después está siendo cuestionada la democracia representativa que quedó como única forma válida de gobierno. Los populismos autoritarios de derecha o de izquierda minusvaloran las instituciones democráticas o las vacían de contenido, que solo queda el nombre.

Los muros que hoy se erigen son físicos y virtuales. Los primeros tratan de impedir el ingreso de los otros. En Estados Unidos se ha levantado el principal muro a fin que no ingresen los migrantes. Valla de contención, tan inútil como la que levantaron los romanos contra los bárbaros.

Los muros virtuales quieren separar a ciudadanos de primera y segunda categoría. Algunos son más sutiles, otros no tanto. La cosa es que unos son más ciudadanos que otros, sea por género, lugar de nacimiento, oportunidades o servicios recibidos.

Son otros los muros de ahora. La preocupación no es tanto salvar al “mundo libre”, sino que tan libre puede quedar el mundo luego de las desigualdades en la distribución de la riqueza y de los autoritarismos que engañan en la solución. Difícil momento.

Saturday, November 02, 2019

EL BAILE DE LOS QUE SOBRAN



Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107

Mis amigos se quedaron, igual que tú
Este año se les acabaron, los juegos, los doce juegos
Únanse al baile, de los que sobran
Nadie nos va a echar de más
Nadie nos quiso ayudar de verdad
Los prisioneros

En los últimos meses las protestas de la sociedad contra el gobierno se han sucedido en diferentes partes del mundo. Las causas son distintas. En Hong Kong por no perder la libertad política y económica frente al autoritarismo del gobierno chino; en Ecuador contra el fin del subsidio a la gasolina; en Bolivia contra la reelección bastante burda de Evo Morales. Los sectores sociales involucrados también son distintos: Hong Kong y Chile enormes capas medias; Ecuador, sectores indígenas sobretodo. Una característica común de estos movimientos es que no existen líderes visibles. Son, por decir, “movimientos espontáneos” más de corte anarquista que programático político.

Otra característica es que el movimiento generalmente lo impulsan jóvenes. En Chile, incluso escolares de educación secundaria que años atrás ya habían protestado contra lo excesivamente cara de la educación chilena (no es gratuita en ningún nivel).

Chile llama la atención por el hecho de ser “el buque insignia” del modelo económico imperante en la región; “el alumno aplicado” con el cual Estados Unidos hizo una alianza tácita que se ha mantenido desde los años 70. Los chilenos se jactaban de ser los exportadores del modelo económico que, salvo matices, fue replicado en toda América Latina. Modelo que resolvía todos los problemas sociales en la fórmula dejar hacer al mercado.

El movimiento, al compás de la conocida canción de Los prisioneros, ha ido creciendo en demandas como una bola de nieve: desde el aparente inocuo aumento del pasaje en el metro (5 centavos de dólar) hasta demandas sociales como jubilaciones y salarios dignos, servicios de calidad en salud, la gratuidad de la enseñanza o agua y luz a precios razonables, hasta llegar al pedido de renuncia del presidente Piñera y la convocatoria a una constituyente; elevando las exigencias a un plano jurídico-político.

Existe un evidente cuestionamiento a la clase política y una crítica a los grupos económicos que se llevan gran parte de la renta nacional.

Es cierto que de los 30 años de democracia en Chile, 24 son gobiernos de la convergencia socialista y cuando estuvo en el poder no hizo mucho por cambiar la situación, salva algunas puntuales reformas. Fue una izquierda bastante light y quizás por temor o por trauma de lo ocurrido en el pasado, prefirió acomodarse y no hacer demasiados aspavientos. De allí que “el estado de las cosas” en Chile y sobretodo los poderes fácticos se mantuvieron incólumes y más bien crecieron al amparo de los sucesivos gobiernos socialistas, donde incluso varios dirigentes han sido acusados de corrupción y de otorgar favoritismos a sectores económicos.

En ese trascurso de tiempo creció también la clase media y es la que ha salido a las calles a protestar.

Si bien el ingreso per cápita chileno es alto en la región (US$ 15,000.00 dólares norteamericanos) y tiene un ingreso mínimo de cerca a los US$ 400 dólares, no menos cierto es que el costo de vida es elevado y que todos los servicios están privatizados.  Las pensiones otorgadas por las AFP son apenas para sobrevivir y los intereses bancarios por estudios, leoninos. Un joven que concluye sus estudios universitarios, él y su familia terminan endeudados por largo tiempo. En pocas palabras, es una clase media que sufre y lucha todos los días por no perder ese estatus.

El ejecutivo ha reaccionado con algunas medidas, un poco tarde quizás, y su futuro es incierto. Ha cometido errores que le han costado legitimidad entre la sociedad, pero no es una derecha primitiva (o como decimos nosotros “bruta y achorada”), ha mostrado reflejos políticos.

Algunos especulan si un movimiento así sería posible en Perú.

Personalmente lo dudo. El último gran movimiento de protesta social fue en 1977, que dio paso a la apertura democrática iniciada en la década siguiente. Fue un movimiento que contó con sectores sindicales y estudiantiles bastante organizados, de lo que carecemos hoy. Por otra parte, la identificación del ciudadano chileno con su sociedad es más clara allá que por estos lares. Tienen, hablando marxistamente, una conciencia de clase más definida y un nivel de ciudadanía más coherente que el peruano.

En el horizonte existen dos peligros bastante evidentes para América Latina: continuar con el modelo económico sin la necesaria crítica y el populismo creciente en la región sea de derecha o de izquierda. Si continuamos con el modelo como está, seguirá ensanchándose la brecha entre los que más tienen y los que subsisten apenas. La distribución de la riqueza seguirá siendo bastante desigual lo cual traerá mayores problemas sociales. La demagogia de izquierda o derecha puede aprovechar ese contexto y devenir en gobiernos populistas-autoritarios y arrasar con los derechos más elementales de la persona como en Venezuela o Nicaragua. Estamos entre Escila y Caribdis.