Saturday, January 27, 2024

A CIEN AÑOS DE LA MUERTE DE LENIN

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Thomas Carlyle en su libro Sobre los héroes sostenía que las acciones del “gran hombre” son las que marcan la historia del mundo ("la historia del mundo no es más que la biografía de los grandes hombres" Wikipedia). 

 

Era la visión romántica de la historia, donde se narraba las grandes gestas de los hombres que marcaban el devenir de la humanidad. Luego, Marx habló sobre los modos de producción dominantes y el devenir de la historia como sino fatal del hombre hasta llegar al comunismo, y eso de los grandes hombres se fue desdibujando. Ya en el siglo XX Fernand Braudel expuso sobre las grandes corrientes a largo plazo de la historia, las que traspasan gobiernos y épocas, y el héroe en la historia quedó cada vez más desvalorado.

 

Sin embargo, cuando se estudia la revolución rusa, los biógrafos coinciden en que sin Lenin al mando hubiese sido imposible que un pequeño grupo tome el poder y organice luego lo que se conocería como el primer estado socialista de los trabajadores.

 

Fue la aplicación del marxismo adaptado a la realidad rusa, un país donde la clase obrera era minoría y la población dominante eran campesinos analfabetos, supersticiosos e ignorantes. Marx siempre creyó que la revolución se daría en un país de la Europa occidental industrializada, sea Alemania, Francia o Inglaterra, con un proletariado fuerte y consciente de su misión histórica. De haber vivido y conocido lo que fue la revolución rusa de Lenin quizás jamás habría firmado la paternidad de esa revolución.

 

Lenin vio claro el objetivo, hacia donde debían ir los bolcheviques. La toma del poder en 1917 era solo un paso. En 1922 la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas le otorga legitimidad al naciente estado frente a las demás naciones. Y de hecho varios países de occidente comienzan a reconocer a la naciente URSS. Negocios y geopolítica van de la mano.

 

Juzgado con los estándares contemporáneos, el naciente estado soviético habría sido rechazado no por marxista, sino por atentar contra la democracia representativa y violar sistemáticamente los derechos humanos; pero estamos en 1924 y eso, salvo excepciones, no importaba mucho como valores, ni siquiera para los países occidentales.

 

Algunos sostienen que, de seguir vivo, con Lenin el estado soviético no habría degenerado en el estado policíaco y de terror que vino con Stalin. Personalmente lo dudo. En ese momento la URSS tenía pocas opciones y libertad de maniobra como para elegir un socialismo democrático, aparte que eso no le interesaba mucho al fundador del estado socialista.

 

Igual se dice de Trotski, el segundo al mando luego de Lenin. De haber ganado la lucha por el poder a Stalin, la URSS se habría encaminado a una socialdemocracia nórdica. Creo que la historia habría sido la misma con Trotski que con Stalin, matices más matices menos. Aparte que Trotski tampoco era un gran admirador de la democracia liberal.

 

Y esto a cuento de qué viene me dirá usted, desocupado lector, si la URSS implosionó hace más de treinta años y a Lenin solo lo recuerdan los nostálgicos. Bueno, la historia se repite y las ideas se reciclan en el tiempo. Las viejas ideas olvidadas vuelven a renacer y crecen y maduran de nuevo cuando encuentran terreno fértil. No sería extraño que en un futuro indeterminado, en algún lugar del mundo, nazca otra URSS corregida y aumentada.

 

Los ultraliberales creyeron que con el fin de la Unión Soviética terminaban las ideas marxistas y empezaba el imperio del liberalismo económico y político. Incluso un académico escribió un libro sobre el fin de la historia, algo así como un final feliz y para siempre del capitalismo y de la democracia representativa, libro que ahora lo tiene bajo siete llaves para no hacer el ridículo. Los happy ends son bonitos en el cine, pero en la vida real el fin de la historia será cuando el hombre ya no esté en este mundo y de repente solo lo pueblen las cucarachas. Como vamos, de repente ni las cucarachas.

 

Pero mientras existan hombres (Carlyle dixit), la historia continuará y mientras existan desigualdades las recetas podrían repetirse. No se sabe. La historia tiene varios caminos y uno de ellos puede ser un revival de las viejas ideas socialistas, incluyendo las de Lenin acerca de un estado de los trabajadores o de un estado de los que no tienen nada que perder.

Saturday, January 13, 2024

LOS CAMINOS DE MILEI

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Desde el anuncio que Javier Milei hizo de la reestructuración económica en Argentina, suerte de micro shock, ha venido las comparaciones con el shock económico peruano que ejecutó Alberto Fujimori en 1990 para detener la inflación.

 

Si bien existen similitudes, también existen diferencias que podrían detener su programa de reformas y lo peor caer en un estancamiento más letal que el no hacer.

 

En principio que en Perú existió en 1990 cierto consenso para ejecutar el shock. No existía otra salida para detener en seco la inflación que ya superaba los cuatro dígitos. Fuerzas empresariales, población, trabajadores, tenían un cierto consenso de la medida a implementar, la cual figuraba en el plan de gobierno del Movimiento Libertad con el que postulaba a la presidencia Mario Vargas Llosa. Asumido el poder Alberto Fujimori, toma como suyas las medidas de reforma económica liberales.

 

Aparte del consenso interno, recorría en América Latina las recomendaciones del FMI, Banco Mundial y el gobierno norteamericano (el consenso de Washington) para ejecutar reformas liberales. Existía un camino ya abonado en la década del 80 para la apertura económica frente al estancamiento y déficits presupuestales acaecidos en casi toda la región. Hoy ese consenso ya es historia.

 

En Argentina el consenso necesario entre sociedad, empresa y estado no existe. Fuerzas políticas de oposición que buscan el lento deterioro de Milei no van a ser partícipes activos del cambio; fuerzas empresariales que viven del estado tampoco les conviene el cambio de paradigma; y menos aún a la población acostumbrada al subsidio permanente del gobierno.

 

Se tiene a la mitad de la población argentina viviendo de los subsidios, sean directos o indirectos, y que muy difícilmente van a querer desprenderse de los mismos, por más que sean un “engaña muchachos” (la inflación producto de la emisión monetaria inorgánica se “come” el subsidio otorgado). Agua, luz, gasolina, trasporte público, salud, educación se encuentran ampliamente subsidiados y por debajo de su precio real. Poco probable que la gente quiera abandonar la ilusión que significan esos subsidios. Es como el drogadicto que ya se acostumbró a la droga. Sabe que le hace mal, que lo mata de a pocos, pero la necesita.

 

En Perú esos subsidios no existían en la dimensión argentina cuando fue el shock económico. El autoempleo y la informalidad eran parte de nuestro paisaje social, lo cual se agudizó luego del shock, y los subsidios que se dieron posteriormente fueron mínimos y focalizados, por lo que no existía un pueblo dependiente de “estirar la mano” al gobierno. Son dos realidades distintas.

 

Asimismo, en Argentina las instituciones son más fuertes que en Perú. A diferencia de acá, los sindicatos argentinos tienen fuerza negociadora. Existe una Corte Suprema que ha frenado los desequilibrios entre los poderes (ya ha declarado inconstitucionales algunos decretos de Milei), y la estructura política federal le da un ancho margen de maniobra a los gobernadores. Ya no hablemos del Parlamento, donde el presidente no tiene mayoría y si quiere tener los votos de la oposición va a tener que negociar con esta, al punto que su programa original se vaya despintado.

 

A nivel de partidos políticos, en Perú estos ya estaban debilitados cuando ocurrió el shock, iniciando el lento deterioro hasta el presente. Comienzan a aparecer los partidos-empresa, los partidos-caudillo y los vientres de alquiler al mejor postor. Eso le permitió a Fujimori aplicar las reformas sin mucha resistencia política de la oposición, y la poca que hubo o fue silenciada y hostilizada, o fue comprada.

 

En Argentina mal que bien existe una institucionalidad partidaria que no se encuentra tan fragmentada como en Perú. El peronismo sigue vigente como fuerza opositora que difícilmente va a apoyar a Milei en sus reformas. Van a esperar que se desgaste y el momento para volver a la ofensiva y al relevo en la Casa Rosada.

 

En 1992 a raíz del golpe de estado de Fujimori y el gobierno autoritario que surgió, las reformas económicas se profundizaron, alcanzando un nivel que prácticamente las haría inamovibles a lo largo de los posteriores gobiernos. El modelo económico continúo en los sucesivos gobiernos, pese a los matices ideológicos y las satanizaciones que hicieron de Fujimori.

 

Difícilmente Milei va a poder intentar un golpe de Estado. No solo porque allá existe más institucionalidad y los militares no se la van a jugar por él, sino porque se quedaría aislado a nivel internacional. Sería un paria, un muerto viviente. Fujimori mismo a los pocos meses se vio obligado a convocar elecciones para un Congreso constituyente, por la presión de la OEA, los organismos internacionales y el propio gobierno de los EEUU.

 

Por eso lo peor que le puede pasar a Milei y al movimiento liberal que encarna es que se estanque en sus reformas, se vean reducidas a la minimalidad, y comience un progresivo deterioro de su gobierno que termine en desprestigio, actos de corrupción de su entorno y un sálvese quien pueda. Argentina habría vuelto a la normalidad.

Saturday, January 06, 2024

TORRENTES EN PUGNA. EL ENSAYO DE ABELARDO SÁNCHEZ LEÓN SOBRE MARIO VARGAS LLOSA Y MIGUEL GUTIÉRREZ

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


I

 

Es poco común hacer un estudio comparativo de dos escritores. Generalmente se reservan las fuerzas y el talento para adentrarse en la vida y obra de uno solo. Por otra parte, se encuentra el problema de la justificación de la comparación. ¿Contemporáneos, rasgos de estilo similares, producción literaria?

 

Miguel Gutiérrez (MG), escritor que pese a haber fallecido hace pocos años (2016) casi nadie recuerda y menos leen. Sus obras se encuentran descontinuadas en librerías y con suerte se encuentran algunas en las librerías de segunda mano. Aunque por lo general (el olvidarse del escritor y no encontrar sus obras) es sino trágico del escritor peruano.

 

Pienso en José Adolph o en Oswaldo Reynoso, ambos de la generación de MG, muertos también en el presente siglo y cuyas obras en otros países ya figurarían en sendos volúmenes como obras completas, con estudio preliminar incluido. Países no necesariamente del primer mundo. Creo que con la excepción de Mario Vargas Llosa (MVLL), Alfredo Bryce o Julio Ramón Ribeyro, al resto de escritores peruanos les espera el silencio después de muertos y con suerte un vago reconocimiento de la posteridad tipo homenaje escolar.

 

El título del libro en si es equívoco. Cuando se habla de torrentes, se entiende dos fuerzas de la naturaleza o humanas similares. Y si nos referimos a pugna, la entendemos como choque o contradicción de esas dos fuerzas. Si, en propiedad, se refiere a escritores, dos que hayan tenido una trayectoria más o menos similar y con una producción igualmente similar. Forzosamente hay una comparación de dos talentos creativos parecidos y con producción proteica más o menos homogénea. Esa comparación, sin desdeñar a Miguel Gutiérrez, no es posible por las trayectorias literarias y producción de ambos. Es como querer comparar un mosquito con un elefante, o, como sarcásticamente un amigo que leyó el borrador le dijo a Balo Sánchez, más bien se trataría de un torrente y una acequia. (Aunque no llega tampoco a tanto).

 

Quizás hubiera sido mejor un estudio individual de la obra de Miguel Gutiérrez, que se lo merece. Ya MVLL ha sido tratado hasta el hartazgo y un estudio exclusivo de Gutiérrez habría sido más productivo.

 

II

 

Volviendo a MVLL y MG, si bien ambos pertenecen a la vertiente “realista y urbana” de la literatura nacional y ser a la vez que narradores, ensayistas, más allá de eso no hay escritores más disímiles en su trayectoria. El Nobel a los 25 años hizo un parteaguas en la literatura peruana con su novela La ciudad y los perros, y antes de llegar a los 35 tenía en su haber tres novelas fundamentales (la citada La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la Catedral) que marcaron un antes y un después en lo que se había escrito. Excelente ensayista y polémico articulista, su obra completa va a abarcar varios tomos. Es poco común encontrar en el universo literario un escritor que sea a la vez novelista, ensayista, autor teatral, guionista de cine y hasta hace poco actor teatral de sus propias obras.

 

MG fue parco al publicar. Su primera gran novela fue La violencia del tiempo (1991), publicada cuando estaba en la cincuentena y recibida fríamente por la crítica en su momento. Obra monumental de largo aliento y considerada como una de las diez mejores novelas peruanas de todos los tiempos. Luego, quizás presintiendo su final, afiebradamente da a luz varias novelas y ensayos. El mundo sin Xóchitl, Confesiones de Támara Fiol y Kymper. Esta última dos años antes de fallecer.

 

MG, perteneciente a la generación del 60 y al célebre grupo Narración, siempre estuvo en los bordes, en la marginalidad, como bien anota Balo Sánchez. No buscaba el reconocimiento ni este iba hacia él. Su militancia política en la izquierda pekinesa y las aparentes simpatías por Sendero Luminoso, propició un mayor anonimato en aquellos años. Algunos sostienen que solo fue un simpatizante de Sendero Luminoso (posición de Balo Sánchez), otros que fue un colaborador más directo, sin llegar a tomar el fusil. Pero lo cierto fue que su esposa Vilma Aguilar Fajardo sí tomó el fusil, al igual que el hijo de su esposa, Carlos Ayala Aguilar. Ambos mueren en los enfrentamientos en los penales. Vilma en 1992 y Carlos en 1986. De allí la sospecha que Miguel Gutiérrez pudo haber participado de forma externa en la lucha armada de Sendero Luminoso.

 

Pero más allá de sus simpatías y tomas de decisiones políticas, lo cierto es que Gutiérrez tiene un largo silencio literario. Balo Sánchez lo atribuye a que por 20 años se dedicó a estudiar el marxismo y descuidó la literatura, hipótesis no muy convincente. Lo cierto es que sus mejores obras están al final de su vida, cuando desencantado del capitalismo de estado en China (estuvo allá por varios años, como Oswaldo Reynoso) y del fin de SL como acción bélica con la captura de Abimael Guzmán en 1992, MG retoma con bríos su labor literaria hasta poco antes de su muerte.

 

Para ubicarnos en el contexto de la época, muchos escritores, académicos e intelectuales de izquierda tuvieron simpatía por Sendero Luminoso en aquellos años. El caso de Gutiérrez no sería sui generis. Y si bien la mayoría de la “intelectualidad de izquierda” (es un decir) no pasó del discurso de apoyo a las acciones de SL, sobre todo en los primeros años de la llamada “guerra popular”, una minoría sí estuvo convencida que había llegado el momento de cambiar las estructuras sociales y económicas del país y que era necesario empuñar el fusil, como sucedió con uno o dos integrantes del grupo Narración al que perteneció Gutiérrez. Hay que tomar en cuenta que en los años 80 mientras en Europa occidental el marxismo estaba en reflujo, acá se vivía con furor, especialmente el marxismo maoísta.

 

III

 

Volviendo al largo ensayo de Balo Sánchez (más de 400 páginas de letra apretada, y según el autor escritas mayormente durante la pandemia) no es un estudio propiamente literario. No estamos ante el erudito crítico literario que disecciona las obras analizadas, sino que -como buen sociólogo de profesión que es- las pone en el contexto social, político y económico de los años 50 hasta los 90 e incluso hasta bien entrado el presente siglo, haciendo una síntesis de lo que se conoce como la sociología de las ideas. De allí la amplitud del ensayo que abarca un arco temporal de sesenta años. Evidentemente se detiene más en los años 70 y 80 que él conoce muy bien. Tiene información de primera mano, en gran parte de la ONG Desco donde trabajaba y verdadero faro en la época del pensamiento de izquierda. También tiene información del grupo Narración al que perteneció Gutiérrez, y al que frecuentó el propio Balo siendo joven. Hay una simpatía evidente hacia MG y más crítica hacia MVLL, sobre todo por el viraje de este último hacia posiciones liberales a raíz del sonado caso Padilla a inicios de los años 70, “pecado” que la izquierda nunca le va a perdonar.

 

El boom de la novela latinoamericana de los años 60 es otro tema tratado a lo largo del ensayo. MVLL estuvo en el lugar y el momento correcto cuando fue el boom. No creo haya sido algo deliberado como subrepticiamente da a entender el autor del ensayo. Me parece fueron causas fortuitas. Cuando la novela latinoamericana llama la atención de todo el mundo, estuvo en el lugar correcto, con una excelente agente literaria (Carmen Balcells) y un gran editor como fue Carlos Barral. El propio MVLL cuenta en una entrevista de aquellos años que no encontraba editor para La ciudad y los perros, incluso pensaba publicarla con su propio peculio, hasta que la postula al premio Biblioteca Breve. El resto es historia conocida.

 

Es cierto también, como anota Balo Sánchez, que el boom tuvo mucho de marketing comercial. Había calidad literaria, pero sin un marketing difícilmente hubiera llegado a millones de lectores. Y otro punto importante: la demanda. En los años 60 se tenía un público lector, digamos, “más culto”, perteneciente a la clase media ilustrada, que podía comprar y leer novelas complejas como Conversación en la Catedral. Hoy, por la banalización de la cultura y las crisis económicas que golpearon a las clases medias, ese público ya no existe y la probablemente mejor novela de MVLL estaría huérfana de lectores.

 

También muchas vocaciones literarias se eclipsaron frente al monstruo que representaba MVLL (algo parecido sucedió en Colombia con GGM), muchachito al cual en la Lima de los 50 nadie imaginaba el rol que unos años después iba a ocupar en la literatura peruana, latinoamericana y mundial. Muchos pensaban en los años 50 que Julio Ramón Ribeyro (ya en París en ese momento y con algunos libros en su haber) iba a ser el gran representante de la generación. Pudo pertenecer al boom, como Balo Sánchez sostiene; pero, Julio Ramón prefirió el segundo plano, la discreción, la insularidad. Será un escritor recién reconocido en los últimos años de su vida y paradójicamente más querido y estudiado luego de su muerte.

 

Es lamentable que Balo Sánchez no analice en su contexto dos novelas fundamentales de ambos escritores: La guerra del fin del mundo de MVLL y La violencia del tiempo de MG. Incluso pudo haber hecho un contrapunto entre las dos, de similitudes y diferencias (allí sí se justificaría lo de torrentes en pugna). En sus descargos alega la extensión de ambas obras, pero creo no era obstáculo por lo menos para dedicarle un capítulo de su largo ensayo. Existen muchos vasos comunicantes entre ambas. Hay cosas que pudo reducir y ocupar esas páginas en esas dos novelas fundamentales en la literatura.

 

Aunque obra irregular, Torrentes en pugna es también un análisis de época y una suerte de testamento político y literario de Abelardo Sánchez León al final de su vida. De las ilusiones de joven y los desencantos de viejo. De las luces y sombras en un arco temporal de 60 años de vida política e intelectual de nuestro país, cuando los jóvenes -parafraseando a una recordada película francesa- bebíamos de todos los ismos habidos y por haber. Luego, se fueron apagando las luces y el gran show terminó.


* Torrentes en pugna. Mario Vargas Llosa y Miguel Gutiérrez. Abelardo Sánchez León, Fondo Editorial PUCP, 2023, 425pp