Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Thomas Carlyle en su libro Sobre los
héroes sostenía que las acciones del “gran hombre” son las que marcan la
historia del mundo ("la historia del mundo no es más que la biografía de
los grandes hombres" Wikipedia).
Era
la visión romántica de la historia, donde se narraba las grandes gestas de los
hombres que marcaban el devenir de la humanidad. Luego, Marx habló sobre los
modos de producción dominantes y el devenir de la historia como sino fatal del
hombre hasta llegar al comunismo, y eso de los grandes hombres se fue
desdibujando. Ya en el siglo XX Fernand Braudel expuso sobre las grandes corrientes
a largo plazo de la historia, las que traspasan gobiernos y épocas, y el héroe
en la historia quedó cada vez más desvalorado.
Sin
embargo, cuando se estudia la revolución rusa, los biógrafos coinciden en que
sin Lenin al mando hubiese sido imposible que un pequeño grupo tome el poder y
organice luego lo que se conocería como el primer estado socialista de los
trabajadores.
Fue
la aplicación del marxismo adaptado a la realidad rusa, un país donde la clase
obrera era minoría y la población dominante eran campesinos analfabetos,
supersticiosos e ignorantes. Marx siempre creyó que la revolución se daría en
un país de la Europa occidental industrializada, sea Alemania, Francia o
Inglaterra, con un proletariado fuerte y consciente de su misión histórica. De
haber vivido y conocido lo que fue la revolución rusa de Lenin quizás jamás
habría firmado la paternidad de esa revolución.
Lenin
vio claro el objetivo, hacia donde debían ir los bolcheviques. La toma del
poder en 1917 era solo un paso. En 1922 la creación de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas le otorga legitimidad al naciente estado frente a las
demás naciones. Y de hecho varios países de occidente comienzan a reconocer a
la naciente URSS. Negocios y geopolítica van de la mano.
Juzgado
con los estándares contemporáneos, el naciente estado soviético habría sido
rechazado no por marxista, sino por atentar contra la democracia representativa
y violar sistemáticamente los derechos humanos; pero estamos en 1924 y eso,
salvo excepciones, no importaba mucho como valores, ni siquiera para los países
occidentales.
Algunos
sostienen que, de seguir vivo, con Lenin el estado soviético no habría degenerado
en el estado policíaco y de terror que vino con Stalin. Personalmente lo dudo. En
ese momento la URSS tenía pocas opciones y libertad de maniobra como para
elegir un socialismo democrático, aparte que eso no le interesaba mucho
al fundador del estado socialista.
Igual
se dice de Trotski, el segundo al mando luego de Lenin. De haber ganado la
lucha por el poder a Stalin, la URSS se habría encaminado a una
socialdemocracia nórdica. Creo que la historia habría sido la misma con Trotski
que con Stalin, matices más matices menos. Aparte que Trotski tampoco era un
gran admirador de la democracia liberal.
Y
esto a cuento de qué viene me dirá usted, desocupado lector, si la URSS
implosionó hace más de treinta años y a Lenin solo lo recuerdan los
nostálgicos. Bueno, la historia se repite y las ideas se reciclan en el tiempo.
Las viejas ideas olvidadas vuelven a renacer y crecen y maduran de nuevo cuando
encuentran terreno fértil. No sería extraño que en un futuro indeterminado, en
algún lugar del mundo, nazca otra URSS corregida y aumentada.
Los
ultraliberales creyeron que con el fin de la Unión Soviética terminaban las
ideas marxistas y empezaba el imperio del liberalismo económico y político.
Incluso un académico escribió un libro sobre el fin de la historia, algo así
como un final feliz y para siempre del capitalismo y de la democracia
representativa, libro que ahora lo tiene bajo siete llaves para no hacer el
ridículo. Los happy ends son bonitos en el cine, pero en la vida real el
fin de la historia será cuando el hombre ya no esté en este mundo y de repente
solo lo pueblen las cucarachas. Como vamos, de repente ni las cucarachas.
Pero
mientras existan hombres (Carlyle dixit), la historia continuará y mientras
existan desigualdades las recetas podrían repetirse. No se sabe. La historia
tiene varios caminos y uno de ellos puede ser un revival de las viejas ideas
socialistas, incluyendo las de Lenin acerca de un estado de los trabajadores o
de un estado de los que no tienen nada que perder.
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