Thursday, May 21, 2015

REFLEXIONES SOBRE TÍA MARÍA

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com
       @ejj2107


Quizás a corto plazo el proyecto de explotación minera Tía María tendrá que archivarse, hasta mejores tiempos; pero ello no quita algunas reflexiones que sobre la oposición a la ejecución del proyecto minero pueda suscitarse desde diferentes ángulos.
Vamos con el político primero. Tierra y Libertad y la dirigencia de la oposición.

Si bien moralmente la dirigencia que encabezó las protestas de Tía María se encuentra descalificada a raíz del audio donde el principal organizador antiminero de la protesta literalmente se vendía por “un plato de lentejas”, lo que de por si descalifica a cierta dirigencia de izquierda que mira sobretodo su interés particular y es síntoma evidente de la descomposición moral de gran parte del país, sea de derecha o de izquierda; me interesa más la organización política que se encuentra detrás del paro minero, Tierra y Libertad, del ex sacerdote Marco Arana, con inscripción oficial en el Jurado Nacional de Elecciones y aspiraciones presidenciales.

¿Hasta qué punto la prédica antiminera y proambientalista puede acumular votos y voluntades para ganar una elección nacional?

Evidentemente que muy poco y creo que Arana y asociados lo saben bien. La prédica antiminera y proambientalista no es viable para ganar una elección nacional, y por lo sucedido en la propia Cajamarca (cuna del movimiento), ni siquiera a nivel regional se gana una elección con una prédica radical.

La pregunta es ¿porqué continúan con una prédica de esa naturaleza si saben que así no se gana elecciones? Me parece sobretodo se están haciendo conocidos a nivel nacional. Me explico: tienen una prédica radical para ganar adherentes, especialmente en las zonas mineras y potenciales electores para una justa electoral. Más o menos es el camino del primer Ollanta Humala, el Humala de verbo incendiario, de posiciones maximalistas.
En el caso hipotético que pasen a una segunda vuelta en una elección general (hecho que por el momento parece bastante improbable) no creo que sigan manteniendo esa posición, quizás la cambiarían por una “hoja de ruta” más light. Se quitarían el polo rojo, para colocarse uno blanco.

Tierra y Libertad está siguiendo el mismo camino que el primer Ollanta Humala, solo que con un discurso más ecologista y marcadamente antiminero.

Por el lado del rechazo de los pobladores no les quita cierta razón. Las prácticas de la gran minería no han sido del todo limpias en nuestro país y hemos tenido un estado que ha hecho poco para fiscalizarlas adecuadamente. Pero no menos cierto es que las prácticas de la pequeña minería y de la minería informal son peores. La contaminación es mayor y trae secuelas como prostitución infantil, situaciones de semi esclavitud, daños irreparables al medio ambiente, evasión tributaria; lacras que en sus “análisis” la izquierda prefiere obviar.
Pero, la gran empresa minera tampoco se queda atrás. Empresas trasnacionales con alcance directo al poder político, por lo general miran de soslayo el problema de repercusión que significará la explotación. Algunas de ellas cuentan en las zonas de explotación con un historial bastante negativo que se refleja en el rechazo a su presencia. En cierta manera, grandes empresas mineras se comportan como los encomenderos coloniales.
Hay que ser realistas. Somos un país minero y debemos aprovechar nuestros recursos para desarrollar el país y dar mejor calidad de vida sobretodo a los peruanos de menores privilegios sociales y económicos. La receta no es nueva y les ha ido muy bien a otros países mineros aplicándola. Canadá, Australia, el propio Chile pueden dar fe que la explotación minera bajo márgenes de calidad puede favorecer a toda la nación.

El asunto se encuentra en cómo “convencer” a los lugareños allende a la explotación minera de esos beneficios, gente que se dedica sobretodo a la agricultura y tiene justificado temor que su fuente de ingresos se vea perjudicada.

Convencerlos con promesas será inútil. No se trata de gente extremadamente ideologizada o que se les ha “lavado el cerebro” con el discurso antiminero. Son personas que tienen temores fundados.

En principio necesitamos un estado más presencial en esas zonas, cosa que ahora no existe. Casi siempre el estado se presenta al final, cuando la situación ya es inviable y con la idea de contener las protestas. No hay prevención ni menos negociación efectiva, a pesar que la presidencia del consejo de ministros tiene una oficina que mide el pulso a las protestas en el país. Podemos decir que detrás de cada protesta visible tenemos una crónica de una muerte anunciada.

Pero no solo necesitamos un estado con mayores reflejos y mayor autoridad legitimada. Requerimos también cambiar las reglas de juego. La propuesta liberal esgrimida en el medio es audaz y puede dar resultado. Se ha ejercido en otras partes del mundo con buenos resultados cuando ha habido oposición de los lugareños de la zona minera.

La propuesta es sencilla, pero requiere consenso político para cambiar la legislación: que una parte del canon y las regalías (y porqué no, también de las utilidades de la empresa minera) vaya directamente al bolsillo de los afectados. Ya no esperemos que el gobierno nacional o regional “hagan las obras”, que nunca las hacen; pero que un porcentaje de las ganancias vaya directo a los potencialmente afectados. Ello sin descuidar la labor fiscalizadora del estado.

Claro, no es una “solución mágica”, pero abre las perspectivas de resolución a otro nivel; y si bien algunos moralistas (curiosamente de la propia izquierda) han argumentado que el dinero pervertirá a los lugareños (“en trago y en mujeres”), ello será responsabilidad de cada uno. Personalmente creo que con una campaña adecuada, ese efecto negativo se podría reducir, aparte que otro porcentaje de las utilidades vaya directo a los municipios afectados exclusivamente para obras de infraestructura y calidad de servicios como educación y salud (a lo cual la empresa minera que explota los recursos podría coadyuvar con contratación de buenos profesores y médicos, programa de becas universitarias para los mayores de 18 años, servicios de análisis y medicamentos, programas de desarrollo para la zona, etc.).

La única manera de mitigar una oposición a los conflictos de la gran minería es con cambios radicales, no con palabras o con actas de conciliación que luego el estado no cumple; sino de acá a un tiempo tendremos otros conflictos sin resolver y menos ingresos y menos desarrollo para el país.


Mi profesor de Derecho de Familia nos decía que los únicos matrimonios que duran son los matrimonios por interés. Suena cínico, pero por la práctica profesional constaté que era cierto; a lo cual añadiría y confianza mutua. Esa confianza es la base y tanto el estado, como la empresa minera y los lugareños la deben desarrollar. O como diría el desparecido Alfonso Grados Bertorini, será necesaria instalar una tripartita, donde estén al mismo nivel el estado, la empresa minera y los vecinos de la zona afectada. No nace de un momento a otro, es un proceso largo de construcción, pero bien llevado, puede dar lugar a un matrimonio duradero. Y cambiando las reglas de juego puede generar el clima y el espacio adecuados para esa confianza mutua. Ojalá la clase política y la empresarial se encuentren a la altura de los cambios que se necesitan. 

Tuesday, May 12, 2015

LECTORES DE DIARIOS ADQUIEREN MÁS ARTÍCULOS DE TECNOLOGÍA QUE LOS CONSUMIDORES EXCLUSIVOS DE TELEVISIÓN

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com
       @ejj2107

El estudio de GFK (http://elcomercio.pe/economia/peru/lectores-diarios-compran-mas-tecnologia-que-televidentes-noticia-1757050) reveló lo evidente (más o menos como “descubrir la pólvora”): los lectores de diarios somos más propensos a adquirir aparatos tecnológicos que los meros consumidores de televisión. Y si bien la investigación no se encuentra exenta de propaganda indirecta a favor del decano de la prensa nacional; no por ello le resta algunos aspectos que son interesantes de comentar.

Esta vez me voy a colocar de “conejillo de indias” para explicarme.

Soy consumidor de diarios “serios” desde que era niño. Ahora generalmente en la versión digital. Dedico unas dos a tres horas al día en revisar los periódicos (tanto nacionales como extranjeros), necesarios para saber qué ocurre en mi país y en el mundo. No en vano uno de mis blogs se denomina El Observador y su “hermano gemelo” La escena contemporánea.  Aunque los domingos por las tardes, con más tiempo y calma, “disfruto” hoja por hoja la versión impresa.

Haciendo la aclaración, me refiero a diarios “serios”, aquellos que privilegian la información y tienen buenos comentarios. No me interesan aquellos que privilegian el chisme y los líos de farándula. Por el sesgo ideológico, los periódicos que reviso pueden ser desde conservadores hasta liberales y de izquierda. Sobretodo me agrada cuando tiene un comentarista que escribe bien y, por añadidura, le pone “sal” al comentario. Si escriben mal, repiten lugares comunes, o son muy “acartonados” y con “voz engolada”, paso.

Televisión consumo poco; salvo que sea un programa cultural o de noticias interesantes (cuando puedo no me pierdo los comentarios internacionales del canal 7 o el programa de Marco Aurelio Denegri). Si existe un rato de ocio, prefiero una buena película, aparte que cambio de actividad y alimenta mi cinefilia. No estoy enterado, ni me interesa estarlo, de los últimos realities de la televisión local, ni qué vedette “le sacó la vuelta” a qué futbolista, o si la parejita del momento se reconcilia o no. Reconozco que si la mayoría de los televidentes fuesen como yo, la tv de señal abierta se iría a la quiebra.

Consumo aparatos de “tecnología digital” desde mediados de los años noventa. Adquirí mi primera tablet hace tres años para probar cómo eran y posiblemente en los siguientes meses adquiera una segunda mucho más potente que me sirva para leer noticias o escribir algo sencillo cuando no tenga mi PC o laptop a la mano. Y cuando los lectores de libros electrónicos sean más sofisticados y no fastidien tanto la vista, me apuntaré con uno. A pesar que nací y me formé en una época exclusiva del “culto al papel impreso”, es un hecho más que probable que en un futuro no muy lejano lo usual sean los libros electrónicos y lo raro los libros en papel.

Me gusta revisar los encartes que vienen con los periódicos, principalmente me dirijo a la sección tecnología. Cuando se anuncia el encarte de una conocida importadora, compro el periódico, solo por el placer de verlo y “tocarlo”, algo que no se puede hacer en lo virtual, hasta ahora.

Creo que a los consumidores exclusivos de televisión no les interesa otra cosa que precisamente ver televisión. Son el homo videns que hace mención Sartori. Difícilmente a un consumidor exclusivo de televisión (sobretodo de la “televisión basura”) le va a interesar otras cosas. Es una suerte de Homero Simpson. La adaptación que desde niño ha tenido a solo mirar (rol bastante pasivo) lo hace ajeno a adentrarse a curiosidades que puede encontrar gracias a los adelantos tecnológicos, salvo mirar pasivamente, de allí que su interés sea muy limitado.

Por supuesto, todo esto se debe matizar. Hay variables que deben ser tomadas en cuenta, como actividad principal de la persona, edad, cosas que hace en el ocio, estrato socio-económico, etc.

Gracias a que en mi familia se adquiría El Comercio con bastante frecuencia (era El Comercio de otras épocas, mucho más sólido informativamente que el actual), aprendí desde niño a leer periódicos y en especial los artículos de opinión. Súmenle a ello que en mi casa se opinaba de política como en otras del estado del clima (a los siete años ya “conversaba” con mis tíos de temas políticos); y, pese a ser una familia pequeña de clase media, las opiniones solían ser divergentes, lo cual incrementaba mis lecturas para contrastar unas con otras, coadyuvando a formarme un juicio crítico desde pequeño. Hasta que en un momento determinado, lo que comenzó como un juego se hizo un hábito.

Y si alguien me preguntara en qué país o período histórico me habría gustado vivir, respondería acá y ahora. No es que me guste mucho, sino que se encuentra preñado de hechos que van a suceder, muchos de los cuales por razones cronológicas ya no los veré, pero los intuyo. Si hacemos un grueso símil es como los años 20 y 30 del siglo pasado. Estamos en un período intermedio importantísimo para la Historia que se viene, así que estaré apertrechado con mis adminículos tecnológicos para tomarle el pulso a esa historia que ya vivimos. Realmente tiempos revueltos.