Monday, February 26, 2024

LA BATALLA POR EL BUEN CINE. ARMANDO ROBLES GODOY CRÍTICO DE CINE

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Armando Robles Godoy (ARG, 1923-2010) fue multifacético en el mundo del cine y sobre todo cuando acá, en los años 60 del siglo pasado, apenas se hacía una que otra película, varias bastante olvidables. Muchos lo consideran el fundador del cine moderno en el Perú. Crítico de cine, escritor, cineasta, divulgador del buen cine en el país a través de la Asociación Cultural Cinematográfica, impulsor de leyes de fomento de la industria del cine en el país, docente en el lenguaje cinematográfico, amén de comentarista de temas culturales y sexuales (fueron célebres las conversaciones que en señal abierta sostenía con Marco Aurelio Denegri).

 

¿Cuál es la labor que tiene un crítico de cine?

 

Un crítico de cine no es un divulgador de estrenos ni menos un publicista de películas. Su labor principal es valorar la película que ha visionado. Criticarla en el buen sentido. Tiene que tener naturalmente una cultura cinéfila y escribir su comentario con un lenguaje claro y sencillo, dirigido al gran público. Requisito indispensable: ser honesto consigo mismo y con sus lectores de las opiniones que sostiene. Esa labor la cumplió con creces ARG.

 

La batalla por el buen cine es una recopilación de sus comentarios como crítico de cine en el diario La prensa entre 1961 y 1963, con selección y estudio preliminar de Emilio Bustamante. Lo primero que resalta de sus comentarios es la mayor variedad de películas estrenadas en aquellos años que en el presente. Se veía mejor cine que en la actualidad. Es cierto que existía la hegemonía de filmes norteamericanos, pero también se podía ver en pantalla grande filmes franceses, italianos, ingleses y, de la región, producciones de Argentina y México. Autores de la Nouvelle vague francesa se podían ver por acá, del Free cinema inglés, la comedia italiana que tanta influencia iba a tener en el resto del mundo o filmes de cineastas claves de aquella época como Luis Buñuel o Andréi Tarkovski. Eso ahora sería imposible, salvo que se vea en streaming.

 

Esta oferta tenía como contrapartida una demanda de público. Existía un público consumidor de películas en algunos casos bastante exigente, una clase media ilustrada que, sin concesiones al facilismo comercial, disfrutaba y valoraba una buena película. Y, hecho insólito en nuestros días, con salas llenas. Como decíamos en este blog con respecto al público consumidor de las novelas del boom latinoamericano (https://laescenacontemporanea.blogspot.com/2024/01/torrentes-en-pugna-el-ensayo-de.html), ese público hoy se ha reducido a su mínima expresión. Son razones no solo culturales, sino sociales y económicas.

 

Otro hecho que ahora nos puede parecer anecdótico es la censura que hacía rabiar a ARG por los cortes en los filmes estrenados. La censura podía ser parcial (los cortes en el filme a estrenar y la calificación por edades) o total (el filme no se estrenaba). Ya no hablemos del cambio en los diálogos mediante el doblaje como sucedía en la España franquista, donde en una película a un par de amantes (eran amantes y eso como estatus de una pareja en la España de Franco estaba vetado) los hicieron pasar por hermanos y los diálogos y escenas parecían medio incestuosos. A veces eran risibles.

 

Otro hecho que hacía “rabiar” a ARG era la calidad baja de muchas películas estrenadas (imagino lo que diría ahora sobre los blockbusters). Recuerdo que ARG decía que de cien películas hechas, noventa serán malas (y quizás más). Lo cual es cierto, pero no por ello vamos a dejar de hacer cine. La cantidad de películas peruanas estrenadas en los últimos años confirma la regla. Necesariamente cualquier industria del cine debe obedecer esa regla si no quiere desaparecer. Siempre habrá más películas malas que buenas. Más de un facilismo comercial “vendible” que de una exigencia artística. Y lo mismo podemos decir para la industria del libro. En ese aspecto, ARG tenía una real politik bastante clara sobre la industria del cine.

 

Un escenario recurrente para los cinéfilos de aquella época era el cine club. Asociaciones que se dedicaban a difundir el buen cine. Existieron varios en la época, incluso la Asociación cultural que funda ARG era un cine club que proyectaba en distintas salas películas que habían tenido poca difusión en su estreno, y al decir de ARG, con llenos totales.

 

Rasgo distintivo de todo buen docente como lo fue ARG, es que con lenguaje bastante asequible y sin perder la calidad llegaba al gran público, aspecto que parece fácil pero no lo es. Recibía cartas de su público lector (cuando estas eran escritas y por correo postal) y tenía la gentileza de contestarlas. Otra labor no menor fue la docencia a través de su columna periodística sobre el lenguaje cinematográfico. Allí disertaba sobre cosas elementales acerca de la cámara, el movimiento, la luz. El abc del lenguaje cinematográfico. Algunos años después esa labor docente la ampliaría con sus célebres clases de cine que dictaba en su propia casa.

 

En cierta forma la labor de ARG en el cine nacional equivale a la que en su momento Sebastián Salazar Bondy la tuvo en las letras. En un medio escaso de circuitos literarios o cinematográficos, sin industria del libro o del cine respectivamente, tuvieron que ser también divulgadores y en el caso de ARG por su carácter polémico con posiciones encontradas, como la del célebre debate con los editores de la revista Hablemos de cine.

 

Hablemos de cine fue una revista fundada por estudiantes de la Universidad Católica a mediados de los años 60. Inspirada en la célebre revista francesa Cahiers du cinéma, Hablemos de cine tuvo un primer periodo bastante radical de jóvenes turcos que criticaban todo el cine visto por estas tierras. Tenían sus filias y sus fobias. El encuentro frontal con ARG tarde o temprano iba a ser inevitable. Este se dio en 1967 a raíz del estreno de su segundo largometraje, En la selva no hay estrellas.

 

Visto a la distancia el debate nos puede parecer hasta ridículo. Por un lado jóvenes que haciendo cargamontón querían infravalorar el filme, muchas veces agarrándose de pequeños detalles, y por el otro un inmarcesible ARG que no daba tampoco su brazo a torcer. Sinceramente el debate 60 años después parece bastante pueril. Me hace recordar a esas competencias que había en los baños de los colegios de varones para determinar quién la tenía “más larga”. Algo de eso fue ese célebre debate.

 

Como curiosidad, algunos años después “heredaría” la columna de ARG en el diario La Prensa uno de esos jóvenes turcos que estuvo presente en el debate (aunque se abstuvo de participar del “cargamontón”), Federico de Cárdenas, uno de los mejores críticos de cine que hemos tenido en el país y que, albur de por medio, esperemos que, como con ARG, algún día se recopile en libro sus abundantes e interesantes críticas que a lo largo de cuarenta años escribió en los diarios La Prensa, El observador y en La República, hasta su repentina muerte acaecida en 2018. Las críticas de Federico, a página completa, eran también docencia del buen cine. Hoy esos críticos como ARG o Federico de Cárdenas (o el también desaparecido Juan Bullita) ya no existen en la prensa escrita nacional.

 

¿Por qué hizo pocos largometrajes ARG?

 

De los seis largometrajes que realizó, los cuatro primeros los estrenó en menos de 10 años (Ganarás el pan en 1964 y Espejismo, el cuarto, en 1972). No creo haya sido solo razones de presupuesto e infraestructura y costos como él alegaba. O condiciones para hacer cine en el país. Creo que ARG dijo como creador todo lo que tenía que decir en esos primeros largometrajes. Luego, como sucede con otros creadores, se dedicó a otras cosas. Una de ellas fue la preocupación por contar siempre con una ley de fomento del cine. Los proyectos que presentó a distintos Congresos, la labor de lobby para que se apruebe la ley, la divulgación de temas culturales y su célebre Taller de cine, ocuparon gran parte de su tiempo posterior.

 

La batalla por el buen cine no tiene pierde para el cinéfilo y si bien algunas películas comentadas por ARG les pueden parecer inubicables (varias de las citadas se encuentran en streaming), los va a llevar al contexto del cine que se veía en el Perú en los ahora remotos años 60.


*La batalla por el buen cine. Textos críticos 1961-1963. Selección e introducción Emilio Bustamante. Fondo Editorial Universidad de Lima, Julio 2020, 399pp.

Sunday, February 18, 2024

EL MODELO BUKELE

 Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107


Generalmente se enfoca el fenómeno Bukele desde la violación a los DDHH, conculcación de libertades, formación de un gobierno autoritario o la efectividad real de sus medidas en seguridad ciudadana para atenuar las sucesivas olas de violencia delincuencial. Enfoques críticos más bien valorativos que realmente prácticos. Es decir, dicen el diagnóstico o las consecuencias jurídico-políticas de las medidas ejecutadas, pero no proponen alternativas diferentes para luchar contra la inseguridad ciudadana y el crimen organizado.

 

Más allá de los supuestos en que puede terminar un gobierno autocrático como el de Bukele, el hecho es que el modelo ha cruzado fronteras en América Latina y más de un candidato ofrece la bukelización como solución a la inseguridad ciudadana.

 

La pregunta clave es por qué, si el modelo tiene fisuras, fuera del discurso retórico, no surgen alternativas distintas para combatir la inseguridad ciudadana, principalmente en la izquierda, que es la principal cuestionadora.

 

Una respuesta está en que la izquierda no tiene alternativas viables más allá del mantra de la violación a los ddhh de los pobres inculpados. Desde una aparente “superioridad moral” se han quedado en el discurso de denuncia contra la derecha autoritaria, pero sin encontrar alternativas viables en el marco del estado de derecho. Es el guion típico en las argumentaciones retóricas de la izquierda, pero sin soluciones concretas.

 

Países donde se encuentra la izquierda gobernando como en México o Venezuela, la inseguridad ciudadana y el crimen organizado se han desbordado sin que el estado tenga políticas eficaces para combatirlos. Más bien existe un pacto entre crimen organizado y funcionarios del estado para dejar hacer a la delincuencia. Llámenle corrupción si quieren.

 

Al no contar la izquierda con políticas eficaces, el ciudadano ve a la derecha como, desde un modelo Bukele, pueda combatir el crimen organizado y bajar los índices de delitos. La derecha autoritaria en el poder no tendrá remilgos y recortará las garantías y derechos constitucionales, pero a los ciudadanos eso no les va a importar demasiado si hay resultados efectivos. Y los únicos resultados efectivos e inmediatos serán utilizando el modelo Bukele. Es una paradoja. De allí su éxito inmediato, casi pegajoso. No en vano ha ganado en El Salvador una elección francamente cuestionable desde el ángulo constitucional (no así de los votos obtenidos) y que solo preocupa a una oposición electoralmente bastante disminuida. Para el ciudadano común -parafraseando a un tristemente célebre político de izquierda de mi país- esos temas constitucionales son “pelotudeces democráticas”.

 

El único candidato en Perú que aplicaría un modelo Bukele desde la izquierda es Antauro Humala. Por lo menos no se anda con remilgos en temas constitucionales o de ddhh. Imagino que muchos de los que gozaron del poder al lado de Pedro Castillo se están reciclando y haciendo cola para entrar al partido del etnocacerista, si es que ya no están adentro.

 

Disminuyendo la inflación y el costo de vida a paso seguro, lo que más preocupa al ciudadano de la región es la seguridad ciudadana. Tener no solo un discurso creíble para combatir la inseguridad y la delincuencia, sino medidas eficaces y prácticas en el corto plazo. De allí el éxito del modelo Bukele, pese a los riesgos que conlleva.

Sunday, February 04, 2024

LE DEDICO MI SILENCIO. EL CANTO DEL CISNE DE MARIO VARGAS LLOSA

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

I

 

Es poco común que un escritor anuncie expresamente su retiro. Generalmente dan a entender de forma tácita que han dejado de escribir, sea porque ya dijeron todo lo que tenían que decir en sus obras o porque las fuerzas ya no les alcanzan (es el caso de Mario Vargas Llosa). Otros, en cambio, hasta la muerte continúan escribiendo como fue el caso del gran Víctor Hugo.

 

Mario Vargas Llosa (MVLL) ha anunciado también que deja de escribir su célebre columna Piedra de toque, quedando pendiente solo el ensayo sobre Jean Paul Sartre, deuda de juventud y revisión de madurez de la obra del célebre filósofo y escritor francés que tanto influyó en el joven MVLL.

 

Ese abandono gradual de dejar de publicar (escribir posiblemente continúe en silencio) iba a ser natural, lo diga o no expresamente el Nobel. Su último libro de ensayos dedicado a Benito Pérez Galdós no se comparaba en nada a los estudios que realizó en su momento sobre la obra de Gabriel García Márquez o la obra de José María Arguedas. Ensayos realmente magistrales. En cambio, La mirada quieta (el ensayo sobre Pérez Galdós) más son reseñas con comentarios del propio MVLL de las principales obras del autor de Fortunata y Jacinta, donde incluso en muchos párrafos repetía lo que había dicho líneas arriba. Creo que él mismo se dio cuenta de eso y, orgulloso como es, ha preferido optar por dejar de publicar. Conociendo su orden y afán perfeccionista, también es muy posible que deje un testamento literario.

 

Y, esperemos que post mortem se publique la necesaria biografía crítica que el Nobel se la merece. A diferencia de su gran rival, Gabriel García Márquez, quien llegó a ver en vida sendas biografías; sobre MVLL reina la parquedad, en parte por el silencio que él mismo formó como un escudo, bastante celoso de su vida privada, soltando solo lo que ha querido contar. La publicidad de documentos como los contratos literarios, cartas y correos personales, escritos inéditos, entrevistas a la gente viva que lo conoció, van a dar luz sobre la zona en sombra de su vida y obra.

 

Su anunciado retiro también ha generado una serie de artículos hagiográficos, elevándolo algunos a la categoría de santo laico y repitiéndose unos a otros en los exagerados adjetivos encomiásticos. No creo que ni al propio MVLL le cause asombro, más allá de una sonrisa burlona por la proliferación de esas genuflexiones, que más dicen de quien las hace que del propio escritor.

 

II

 

Con la aclaración que toda clasificación de la obra de un autor es subjetiva (no existen las clasificaciones objetivas, ni menos las “científicas”), su narrativa (cerca de una veintena de novelas) las podemos clasificar entre las obras maestras (Conversación en la Catedral, La guerra del fin del mundo); las que se encuentran en un segundo nivel de importancia (La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, Historia de Mayta, La fiesta del chivo, El sueño del celta); las que son interesantes sin ser grandes obras (La tía Julia y el escribidor, El paraíso en la otra esquina, Los cuadernos de don Rigoberto, Le dedico mi silencio). Estas últimas son obras bien construidas, interesantes, pero no llegan a los niveles máximos de rigurosidad que el propio MVLL se autoimpuso. Y un cuarto nivel son las obras francamente olvidables. Pienso en El hablador, Quién mató a Palomino Molero, Elogio a la madrastra, Lituma en los andes.

 

La verdad, ningún escritor puede producir siempre obras maestras, ni de calidad pareja. Es imposible. Casi siempre tienen apenas una obra maestra (los que llegan a ese nivel, que no son todos); en el caso de MVLL cuenta con dos en su haber.

 

¿Cuánto de su obra sobrevivirá luego de muerto?

 

Es difícil saberlo. El tiempo y el aprecio o no de las generaciones futuras lo dirá. Huachafamente diremos, como lo haría Toño Azpilcueta, el personaje principal de su última novela, que Cronos es el gran nivelador, el que imparte la justicia mirando a la posteridad.

 

Herman Melville murió decepcionado y triste por el frío recibimiento que en su momento tuvo Moby Dick; no obstante, fue revalorado por las generaciones futuras y convertido su libro en un clásico. Otros han recibido el Nobel, elogiados en vida a niveles superlativos (como le sucede al propio MVLL), y ahora nadie se acuerda de ellos ni de su obra.

 

Solo el tiempo dirá que rescata de su abundante obra y, albur de por medio, si rescata algo.

 

III

 

Es raro también en el mundo de las letras encontrar un escritor que no solo sea prolífico, sino abarque distintos géneros. MVLL ha incursionado en la novela, el ensayo, el cuento, el teatro, el guion de cine y hasta hace poco fue actor de teatro de sus propias obras. Fue un “monstruo de las letras” por la abundancia, el alcance y la calidad.

 

Conseguir también vivir de sus libros es más raro aún. Descontando a los que pertenecieron al boom literario de los años 60, creo que son muy pocos los que pueden vivir exclusivamente de sus publicaciones. Y, si bien casi toda su obra la escribió y se publicó en Europa, no obstante ello ni en los países desarrollados un escritor vive de las regalías de sus libros, salvo que sea escritor de best sellers tipo Stephen King. Es lo que MVLL llamó “la profesionalización del escritor”. El escritor que a modo de cualquier trabajador tiene un horario para escribir, publica regularmente y vive de la venta de sus libros. Su genio es más de traspiración que de inspiración.

 

Algunos aseveran que la abundancia de publicaciones donde se encuentra lo bueno, regular y malo obedecía a los contratos a los que estaba sujeto con las grandes editoriales que le imponían publicar periódicamente un libro. De ser cierto, fue el costo que pagó por la llamada profesionalización del escritor, el vivir de los libros publicados. De allí la necesidad de la publicidad de los contratos literarios suscritos por intermedio de la agencia Carmen Balcells, su gran agente y una de las “creadoras” del boom.

 

MVLL es también el último representante vivo del llamado boom de la literatura latinoamericana de los años 60. Todos ya han muerto (GGM, Cortázar, Fuentes, Donoso), y creo él mismo siente que su partida de este mundo es inminente. De allí que esté ordenando toda su producción literaria.

 

IV

 

Le dedico mi silencio es el canto del cisne. Toca un tema que ya revisó en otra novela, El paraíso en la otra esquina: la utopía que se estrella con la realidad. Solo que en El paraíso … era una utopía personal, la del pintor Paul Gauguin, contrastado con su abuela, Flora Tristán, quien también muere abrazando otra utopía, esta sí social: la eliminación de las diferencias de clase y la utopía del mundo mejor para todos. El paraíso en la otra esquina.

 

En Le dedico mi silencio asistimos al desarrollo, auge y posterior derrumbe de Toño Azpilcueta. Estamos en 1992, recientemente ha sido capturado Abimael Guzmán y el fin del terrorismo como acción armada es inminente. Toño es un asiduo concurrente a las peñas criollas y de lo cual escribe pequeños artículos para revistas de escasa circulación. Al escuchar por única vez a un joven guitarrista que fallece prematuramente, tiene la idea de escribir un libro sobre él (Lalo Molfino y la revolución silenciosa), donde sostiene que la música criolla unirá al Perú más allá de sus razas y diferencias sociales. El libro tiene una aceptación insospechada desde el inicio tanto entre el público profano como el culto, se le invita a dar conferencias, lo reincorporan a su cátedra en San Marcos, tiene una columna regular en el decano de la prensa nacional y la primera edición se agota rápidamente, hecho insólito en nuestro medio.

 

No obstante, por el éxito inesperado Toño es atacado por la Hibris, la desmesura lo ciega y al querer ampliar su libro a cuestiones ajenas a la música, tiene un estrepitoso fracaso y pierde todo lo que consiguió.

 

Como en La tía Julia y el escribidor, se van alternando en los sucesivos capítulos la trama de la historia principal y capítulos de su libro sobre el origen y evolución del vals criollo, hasta el epílogo del capítulo final donde un aparentemente curado Toño Azpilcueta (es un obsesivo-compulsivo perfeccionista, con terror inmenso a las ratas) conversa con Cecilia Barraza, su gran amiga. Deja atrás todas sus grandes locuras (no muere con ellas como El Quijote) y hace una vida aparentemente “normal”. Está “curado” y reintegrado a la sociedad.

 

Se puede tomar la novela como una burla o tomadura de pelo a las grandes utopías que terminan en tragedias (MVLL apuesta por las pequeñas reformas de la sociedad para irla mejorando de a pocos, que a los cambios apocalípticos). El mensaje subyacente es que sean utopías sociales o personales, todas acaban mal o, por lo menos, son inalcanzables como se soñaron.

 

En un nivel distinto, otra lectura es sobre la huachafería en el Perú. El gran aporte que hemos dado los peruanos a la cultura universal. El propio personaje de la novela reconoce que los valses criollos son huachafos o, como señalaba el propio MVLL en su novela Conversación en la Catedral, los valses son bien cojudos. Como otros géneros, la música criolla tiene algo de melodrama, de cursi.

 

Novela que se lee de un tirón, y si usted ya leyó novelas de arquitectura más compleja de MVLL, no pida mucho. Total, es la despedida del Nobel del mundo de las letras.


*Le dedico mi silencio. Mario Vargas Llosa. Edit. Alfaguara, 2023, 304pp