Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Generalmente
se enfoca el fenómeno Bukele desde la violación a los DDHH, conculcación de
libertades, formación de un gobierno autoritario o la efectividad real de sus
medidas en seguridad ciudadana para atenuar las sucesivas olas de violencia
delincuencial. Enfoques críticos más bien valorativos que realmente prácticos.
Es decir, dicen el diagnóstico o las consecuencias jurídico-políticas de las
medidas ejecutadas, pero no proponen alternativas diferentes para luchar contra
la inseguridad ciudadana y el crimen organizado.
Más allá de
los supuestos en que puede terminar un gobierno autocrático como el de Bukele,
el hecho es que el modelo ha cruzado fronteras en América Latina y más
de un candidato ofrece la bukelización como solución a la inseguridad
ciudadana.
La pregunta
clave es por qué, si el modelo tiene fisuras, fuera del discurso retórico, no
surgen alternativas distintas para combatir la inseguridad ciudadana,
principalmente en la izquierda, que es la principal cuestionadora.
Una respuesta
está en que la izquierda no tiene alternativas viables más allá del mantra de la
violación a los ddhh de los pobres inculpados. Desde una aparente “superioridad
moral” se han quedado en el discurso de denuncia contra la derecha autoritaria,
pero sin encontrar alternativas viables en el marco del estado de derecho. Es
el guion típico en las argumentaciones retóricas de la izquierda, pero sin
soluciones concretas.
Países donde
se encuentra la izquierda gobernando como en México o Venezuela, la inseguridad
ciudadana y el crimen organizado se han desbordado sin que el estado tenga
políticas eficaces para combatirlos. Más bien existe un pacto entre crimen
organizado y funcionarios del estado para dejar hacer a la delincuencia.
Llámenle corrupción si quieren.
Al no contar
la izquierda con políticas eficaces, el ciudadano ve a la derecha como, desde
un modelo Bukele, pueda combatir el crimen organizado y bajar los
índices de delitos. La derecha autoritaria en el poder no tendrá remilgos y
recortará las garantías y derechos constitucionales, pero a los ciudadanos eso
no les va a importar demasiado si hay resultados efectivos. Y los únicos
resultados efectivos e inmediatos serán utilizando el modelo Bukele. Es
una paradoja. De allí su éxito inmediato, casi pegajoso. No en vano ha ganado
en El Salvador una elección francamente cuestionable desde el ángulo
constitucional (no así de los votos obtenidos) y que solo preocupa a una oposición
electoralmente bastante disminuida. Para el ciudadano común -parafraseando a un
tristemente célebre político de izquierda de mi país- esos temas
constitucionales son “pelotudeces democráticas”.
El único
candidato en Perú que aplicaría un modelo Bukele desde la izquierda es
Antauro Humala. Por lo menos no se anda con remilgos en temas constitucionales
o de ddhh. Imagino que muchos de los que gozaron del poder al lado de Pedro
Castillo se están reciclando y haciendo cola para entrar al partido del
etnocacerista, si es que ya no están adentro.
Disminuyendo
la inflación y el costo de vida a paso seguro, lo que más preocupa al ciudadano
de la región es la seguridad ciudadana. Tener no solo un discurso creíble para
combatir la inseguridad y la delincuencia, sino medidas eficaces y prácticas en
el corto plazo. De allí el éxito del modelo Bukele, pese a los riesgos
que conlleva.
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