Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Armando Robles Godoy (ARG, 1923-2010)
fue multifacético en el mundo del cine y sobre todo cuando acá, en los años 60
del siglo pasado, apenas se hacía una que otra película, varias bastante
olvidables. Muchos lo consideran el fundador del cine moderno en el Perú.
Crítico de cine, escritor, cineasta, divulgador del buen cine en el país a
través de la Asociación Cultural Cinematográfica, impulsor de leyes de fomento
de la industria del cine en el país, docente en el lenguaje cinematográfico, amén
de comentarista de temas culturales y sexuales (fueron célebres las
conversaciones que en señal abierta sostenía con Marco Aurelio Denegri).
¿Cuál
es la labor que tiene un crítico de cine?
Un
crítico de cine no es un divulgador de estrenos ni menos un publicista de
películas. Su labor principal es valorar la película que ha visionado. Criticarla
en el buen sentido. Tiene que tener naturalmente una cultura cinéfila y escribir
su comentario con un lenguaje claro y sencillo, dirigido al gran público. Requisito
indispensable: ser honesto consigo mismo y con sus lectores de las opiniones
que sostiene. Esa labor la cumplió con creces ARG.
La
batalla por el buen cine
es una recopilación de sus comentarios como crítico de cine en el diario La
prensa entre 1961 y 1963, con selección y estudio preliminar de Emilio
Bustamante. Lo primero que resalta de sus comentarios es la mayor variedad de
películas estrenadas en aquellos años que en el presente. Se veía mejor cine
que en la actualidad. Es cierto que existía la hegemonía de filmes
norteamericanos, pero también se podía ver en pantalla grande filmes franceses,
italianos, ingleses y, de la región, producciones de Argentina y México.
Autores de la Nouvelle vague francesa se podían ver por acá, del Free
cinema inglés, la comedia italiana que tanta influencia iba a tener en el
resto del mundo o filmes de cineastas claves de aquella época como Luis Buñuel
o Andréi Tarkovski. Eso ahora sería imposible, salvo que se vea en streaming.
Esta
oferta tenía como contrapartida una demanda de público. Existía un público
consumidor de películas en algunos casos bastante exigente, una clase media
ilustrada que, sin concesiones al facilismo comercial, disfrutaba y valoraba
una buena película. Y, hecho insólito en nuestros días, con salas llenas. Como
decíamos en este blog con respecto al público consumidor de las novelas del boom
latinoamericano (https://laescenacontemporanea.blogspot.com/2024/01/torrentes-en-pugna-el-ensayo-de.html), ese público hoy se ha reducido a su
mínima expresión. Son razones no solo culturales, sino sociales y económicas.
Otro
hecho que ahora nos puede parecer anecdótico es la censura que hacía rabiar a
ARG por los cortes en los filmes estrenados. La censura podía ser parcial (los
cortes en el filme a estrenar y la calificación por edades) o total (el filme
no se estrenaba). Ya no hablemos del cambio en los diálogos mediante el doblaje
como sucedía en la España franquista, donde en una película a un par de amantes
(eran amantes y eso como estatus de una pareja en la España de Franco estaba
vetado) los hicieron pasar por hermanos y los diálogos y escenas parecían medio
incestuosos. A veces eran risibles.
Otro
hecho que hacía “rabiar” a ARG era la calidad baja de muchas películas
estrenadas (imagino lo que diría ahora sobre los blockbusters). Recuerdo
que ARG decía que de cien películas hechas, noventa serán malas (y quizás más).
Lo cual es cierto, pero no por ello vamos a dejar de hacer cine. La cantidad de
películas peruanas estrenadas en los últimos años confirma la regla.
Necesariamente cualquier industria del cine debe obedecer esa regla si no
quiere desaparecer. Siempre habrá más películas malas que buenas. Más de un
facilismo comercial “vendible” que de una exigencia artística. Y lo mismo
podemos decir para la industria del libro. En ese aspecto, ARG tenía una real
politik bastante clara sobre la industria del cine.
Un
escenario recurrente para los cinéfilos de aquella época era el cine club.
Asociaciones que se dedicaban a difundir el buen cine. Existieron varios en la
época, incluso la Asociación cultural que funda ARG era un cine club que
proyectaba en distintas salas películas que habían tenido poca difusión en su
estreno, y al decir de ARG, con llenos totales.
Rasgo
distintivo de todo buen docente como lo fue ARG, es que con lenguaje bastante
asequible y sin perder la calidad llegaba al gran público, aspecto que parece
fácil pero no lo es. Recibía cartas de su público lector (cuando estas eran
escritas y por correo postal) y tenía la gentileza de contestarlas. Otra labor
no menor fue la docencia a través de su columna periodística sobre el lenguaje
cinematográfico. Allí disertaba sobre cosas elementales acerca de la cámara, el
movimiento, la luz. El abc del lenguaje cinematográfico. Algunos años después
esa labor docente la ampliaría con sus célebres clases de cine que dictaba en
su propia casa.
En
cierta forma la labor de ARG en el cine nacional equivale a la que en su
momento Sebastián Salazar Bondy la tuvo en las letras. En un medio escaso de
circuitos literarios o cinematográficos, sin industria del libro o del cine
respectivamente, tuvieron que ser también divulgadores y en el caso de ARG por
su carácter polémico con posiciones encontradas, como la del célebre debate con
los editores de la revista Hablemos de cine.
Hablemos
de cine fue una revista
fundada por estudiantes de la Universidad Católica a mediados de los años 60.
Inspirada en la célebre revista francesa Cahiers du cinéma, Hablemos de cine
tuvo un primer periodo bastante radical de jóvenes turcos que criticaban
todo el cine visto por estas tierras. Tenían sus filias y sus fobias. El
encuentro frontal con ARG tarde o temprano iba a ser inevitable. Este se dio en
1967 a raíz del estreno de su segundo largometraje, En la selva no hay
estrellas.
Visto
a la distancia el debate nos puede parecer hasta ridículo. Por un lado jóvenes
que haciendo cargamontón querían infravalorar el filme, muchas veces
agarrándose de pequeños detalles, y por el otro un inmarcesible ARG que no daba
tampoco su brazo a torcer. Sinceramente el debate 60 años después parece bastante
pueril. Me hace recordar a esas competencias que había en los baños de los
colegios de varones para determinar quién la tenía “más larga”. Algo de eso fue
ese célebre debate.
Como
curiosidad, algunos años después “heredaría” la columna de ARG en el diario La
Prensa uno de esos jóvenes turcos que estuvo presente en el debate (aunque
se abstuvo de participar del “cargamontón”), Federico de Cárdenas, uno de los
mejores críticos de cine que hemos tenido en el país y que, albur de por medio,
esperemos que, como con ARG, algún día se recopile en libro sus abundantes e
interesantes críticas que a lo largo de cuarenta años escribió en los diarios La
Prensa, El observador y en La República, hasta su repentina
muerte acaecida en 2018. Las críticas de Federico, a página completa, eran
también docencia del buen cine. Hoy esos críticos como ARG o Federico de
Cárdenas (o el también desaparecido Juan Bullita) ya no existen en la prensa
escrita nacional.
¿Por
qué hizo pocos largometrajes ARG?
De
los seis largometrajes que realizó, los cuatro primeros los estrenó en menos de
10 años (Ganarás el pan en 1964 y Espejismo, el cuarto, en 1972). No creo haya
sido solo razones de presupuesto e infraestructura y costos como él alegaba. O
condiciones para hacer cine en el país. Creo que ARG dijo como creador todo lo
que tenía que decir en esos primeros largometrajes. Luego, como sucede con
otros creadores, se dedicó a otras cosas. Una de ellas fue la preocupación por
contar siempre con una ley de fomento del cine. Los proyectos que presentó a
distintos Congresos, la labor de lobby para que se apruebe la ley, la
divulgación de temas culturales y su célebre Taller de cine, ocuparon gran
parte de su tiempo posterior.
La
batalla por el buen cine
no tiene pierde para el cinéfilo y si bien algunas películas comentadas por ARG
les pueden parecer inubicables (varias de las citadas se encuentran en
streaming), los va a llevar al contexto del cine que se veía en el Perú en los
ahora remotos años 60.
*La batalla
por el buen cine. Textos críticos 1961-1963. Selección e introducción
Emilio Bustamante. Fondo Editorial Universidad de Lima, Julio 2020, 399pp.
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