Eduardo
Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Petroperú (PP) es un rezago de las
empresas públicas que se crearon en la década del 70, durante el gobierno
militar. El objetivo de la empresa no solo era recibir los activos de la
nacionalizada IPC, sino explorar y explotar petróleo en la selva. En tiempos en
que se formaba el cartel de la OPEP, se hablaba mucho de un “gato de petróleo”
en la amazonia peruana que daría independencia energética a la nación. El gato hasta
ahora no aparece.
Usada
como “caja chica” por los gobiernos de turno en los años 80, en los 90, durante
la ola privatizadora, no se incluyó a PP, aduciendo la sempiterna idea de ser “empresa
estratégica”. Se vendieron activos como grifos o la refinería La Pampilla, pero
no se tocó a la empresa, la cual pasó al Fonafe con las demás empresas públicas
que sobrevivieron a la ola privatizadora. La cuota actual de mercado de PP es
de un 25%, bastante pequeña si consideramos que fue monopólica su presencia 30
años atrás.
Tenemos
una empresa que es guardada bajo siete llaves con una burocracia privilegiada
-tipo la de Corpac- que trata de justificar su presencia con proyectos que le
permitan regresar a los tiempos dorados. Ese proyecto fue la refinería de
Talara que de una remodelación que iba a costar 200 a 300 millones de dólares
pasó a una refinería prácticamente nueva de más de 7,000 millones en una cuenta
que sigue subiendo. Es como si usted de solo actualizar su PC pasara a decidir comprar
una nueva con accesorios caros incluidos.
Obra
faraónica por donde se la mire y costosísima, considerando coimas incluidas.
Carlos Paredes cuenta en su libro La tragedia de las empresas públicas
que el proyecto nace de la burocracia interna de PP, el directorio como ave de
paso -es cambiado a criterio del gobierno de turno- lo hace suyo, el gobierno
de Humala le da el empujón definitivo y allí comienza toda la historia que se
conoce ahora.
El
proyecto fue subiendo de precio progresivamente, se le echó la culpa al Covid -muletilla
para justificar cualquier error o retraso-, bajo PPK se emitieron bonos por
2,000 millones de dólares que deben ser pagados, se debe dinero a los
proveedores y la refinería pasó a ser una de las más costosas del mundo, con un
funcionamiento que no llega al 100% de su capacidad.
Nosotros
no tenemos suficiente petróleo para refinar, por lo que gran parte es comprado
afuera. La ganancia, si la hay, es en el margen que da el refino, pero para eso
se debe refinar miles de barriles diarios. La ganancia se encuentra en
proporción a la cantidad de barriles que se pueda refinar. En ese panorama,
para determinar desde cuándo sería rentable la refinería pagando las deudas
existentes, habría que hacer un estudio sincero y desapasionado, más allá de
las opiniones a favor o en contra de vender los activos o de mantener a la
empresa vigente en el tiempo.
Por
eso el problema es más financiero, hacer números y ver si es o no rentable mantenerla
por todos los peruanos, y qué solución financiera es más idónea para resolver
el problema (que hay varias planteadas). Lo que el gobierno no puede es meter
más dinero a un barril sin fondo (de petróleo). Siempre PP va a requerir más
dinero y estamos ante la paradoja de una empresa estatal que no da dinero al
estado, si no al revés, el estado debe mantenerla, distrayendo dinero de tareas
más importantes como mejorar la educación, la salud o la seguridad ciudadana, este
último, reclamo a gritos de todos los sectores sociales.
Todo
ello en el contexto de largo plazo sobre mantener una refinería basada en
energías fósiles, cuando a mediados de siglo estas se encontrarán en franca
decadencia o, por lo menos, no tendrán la importancia que tienen ahora, por lo
cual en pocos años tendríamos un elefante blanco digno de un museo futurista.
El
otro tema es el manejo corporativo. Cómo modernizar una empresa estatal a
estándares internacionales y no morir en el intento. Hasta ahora los sucesivos
gobiernos han fallado o les ha importado poco modernizar PP. De allí que la
vieja burocracia ha hecho y deshecho en la petrolera estatal, ganando gollerías
y posiciones de dominio en el camino. El nuevo directorio tiene la difícil
misión de poner el cascabel al gato. ¿Lo logrará?
Y no por último menos importante es el tema político. Los anteriores gobiernos no quisieron meterse mucho con PP por el mito de “empresa estratégica”, y en especial en la refinería de Talara, por no perder votos en Piura y verse magullado electoralmente. El actual tiene la ventaja que no pierde nada, por lo que tiene más libertad para tomar y ejecutar decisiones poco populares, salvo que esté amarrado a pactos secretos con los sectores que quieren que las cosas se mantengan como están. De ser así, sus actuales decisiones serían una suerte de gatopardismo.
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