Wednesday, November 25, 2020

EL HUEVO DE LA SERPIENTE

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Ingmar Bergman contaba que su padre, un pastor luterano, tenía en una mano la Biblia y en la otra Mi lucha de Adolfo Hitler. Es la génesis más remota de El huevo de la serpiente, quizás el filme más político de Bergman en su extensa filmografía; aunque sin dejar de lado los problemas existenciales recurrentes en su obra.

 

Ambientada en 1923, en los días previos del Putsch de Hitler, en un marco de zozobra y ansiedad por la inestabilidad política y económica de la Alemania de la primera post guerra, el título del filme alude a que todo lo que vino después con el nazismo en el poder, estaba en embrión en aquellos años: el odio a los judíos como causantes de todos los males de Alemania, los experimentos con seres humanos, la necesidad de orden y progreso autoritario, el futuro de dominación universal de la raza aria. El horror ya estaba allí.

 

¿Somos marionetas de un contexto más amplio que no controlamos?, ¿las decisiones que tomamos no se podrán salir de un carril ya trazado por los otros?

 

Los personajes de Abel y Manuela caminan como sonámbulos en las calles de un Berlín caótico, sin rumbo. Perdidos en medio del caos, como revela el final trágico de ambos.

 

Alguien dijo una vez que en las grandes mareas sociales los seres humanos somos como hormigas que pueden ser barridas en cualquier momento y lo más irónico es que no sabemos por qué. Algo de ello se refleja en El huevo de la serpiente.


Wednesday, November 18, 2020

OTRA VUELTA DE TUERCA: NUEVA CRISIS POLÍTICA Y VACANCIA

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

La declaratoria de vacancia del Congreso peruano contra el presidente Vizcarra en cierta forma cierra una etapa confrontacional entre el poder ejecutivo y el poder legislativo iniciada en 2016, cuando asume la presidencia Pedro Pablo Kuczynski por un mínimo margen de votos, mientras Fuerza Popular de tendencia fujimorista consigue una sorprende mayoría en el Congreso.

Se suponía que siendo uno de la derecha tecnocrática y la otra de la derecha popular iba a existir un entendimiento, lo que no ocurrió. Se repitió un cuadro similar al de los años 60, cuando el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry tuvo la fuerte oposición de la coalición Apra-Uno.

Esta situación tensa se resuelve con la renuncia de PPK en Marzo del 2018 luego de dos intentos de vacancia por parte del Congreso de mayoría fujimorista y la sustitución por su primer vicepresidente, Martín Vizcarra.

A falta de partido que le de soporte político, MV va a utilizar los resortes del populismo clientelar a fin de ganar popularidad entre la población con planteamientos reformistas y una confrontación contra el congreso, todavía dominado por el fujimorismo.

Esta segunda etapa de la crisis iniciada el 2016 se resuelve en Setiembre del 2019 con la disolución del congreso fujimorista por parte de MV arguyendo una dudosa denegación fáctica de facultades y convocando a elecciones parlamentarias para inicios del 2020, con lo cual se “libera” de un enemigo bastante fuerte y poderoso. Ello, aunado a un trabajo conjunto de la Fiscalía anti-corrupción que persigue a los opositores al gobierno, otorga un margen de libertad a Vizcarra para ejercer el poder de una manera casi arbitraria.

La tercera etapa, caracterizada por la imposibilidad constitucional del presidente de disolver de nuevo al congreso elegido para completar el periodo, luego de tensiones que fueron creciendo, se cierra con la declaratoria de vacancia del presidente en Noviembre de 2020, también luego de dos intentos por parte del Parlamento.

Hasta allí la historia de Vizcarra se parece mucho a la de Alberto Fujimori, dos antisistemas con bastante popularidad gracias a medidas populistas, ambos disuelven el congreso y ejercen el poder en forma omnímoda; pero con la diferencia que Fujimori logra constituir un movimiento político que va a heredar su hija y se convierte institucionalmente en Fuerza Popular.

Vizcarra no logra constituir un partido o siquiera un “vizcarrismo” que le permita la continuación en la política con una base más o menos organizada, porque guste o no el participar en política no solo requiere el cariño popular que es muy inconstante, sino tener un partido y entrar a los usos y costumbres partidarios. Tenía los elementos y aceptación popular, pero no se animó a formar su partido. Existe una simpatía hacia el ex presidente, pero muy gaseosa y voluble.

La coyuntura, salvando las diferencias, se parece mucho a la del año 2000 cuando renuncia Fujimori. Protestas populares masivas, vacío del poder que se llena con un presidente interino de extracción provinciana y una aparente victoria a favor del congreso.

La diferencia está en que el presidente interino no tuvo la aceptación popular y legitimidad para continuar en la presidencia, obligándolo a renunciar luego de la muerte de dos jóvenes en las manifestaciones convocadas y siendo sustituido por otro presidente interino.

En cierta manera las manifestaciones vistas obedecen a un rechazo de la clase política, algo similar a lo ocurrido en Chile el año pasado, pero que no terminan con una salida jurídico-política de cambio de constitución, sino con la elección de un nuevo presidente interino con más consenso que el anterior renunciante.

En poco más de cuatro años hemos tenido cuatro presidentes, uno titular, otro que sucede al titular renunciante y dos interinos. Dice mucho de la inestabilidad política de nuestro país y la falta de partidos sólidos que le den estabilidad.

Pero, existe un hecho también similar con las manifestaciones en Chile: la protagonizan jóvenes que fácilmente coordinan entre ellos por las redes sociales. Jóvenes que se decía negados para la política, pero que han estado haciendo política mediante las protestas. Política no solo es ejercer un cargo de elección popular, sino opinar y reclamar cuando la polis ve que el estado es injusto o está actuando mal.

¿Vizcarra ha “muerto” políticamente?

Si bien su cariz reformista se vio empañado por las graves denuncias de corrupción cuando fue gobernador de Moquegua, aparte de las investigaciones de su gestión como presidente, lo cierto es que en política no existen los muertos. Ha salido de Palacio en olor de multitud y tiene edad para intentar un regreso. El punto es si está interesado en hacerlo, si las investigaciones abiertas en su contra no lo reducen a la condición de reo como a Fujimori, si el aprecio popular se mantendrá por cinco largos años y de los avatares de la política nacional. Cinco años siempre son una eternidad en la política peruana.

Podemos decir que es un quinquenio perdido. La crisis política se agudizó con la pandemia y la agudización de la situación económica producto del confinamiento. En el año del bicentenario tendremos más desempleo formal y el crecimiento exponencial de la economía informal y trabajos precarios.

Lo sucedido entre 2016 y 2020 nos permite reflexionar en la situación política precaria en que nos encontramos: con partidos políticos cascarón, con políticos improvisados y cortoplacistas, y con el record impresionante de tener la mayor cantidad de presidentes presos o procesados.

La situación no va por un cambio constitucional como algunos sugieren o en buscar “salvadores de la patria”. Ello no soluciona los problemas de la crisis política. De repente es más útil un reforzamiento de la institucionalidad, incluyendo partidos políticos; sino nos encontraremos de aquí a un tiempo con otra crisis que, como la presente, irá escalando a mayores.