Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
La
declaratoria de vacancia del Congreso peruano contra el presidente Vizcarra en
cierta forma cierra una etapa confrontacional entre el poder ejecutivo y el
poder legislativo iniciada en 2016, cuando asume la presidencia Pedro Pablo
Kuczynski por un mínimo margen de votos, mientras Fuerza Popular de tendencia
fujimorista consigue una sorprende mayoría en el Congreso.
Se suponía que
siendo uno de la derecha tecnocrática y la otra de la derecha popular iba a
existir un entendimiento, lo que no ocurrió. Se repitió un cuadro similar al de
los años 60, cuando el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry tuvo la
fuerte oposición de la coalición Apra-Uno.
Esta situación
tensa se resuelve con la renuncia de PPK en Marzo del 2018 luego de dos
intentos de vacancia por parte del Congreso de mayoría fujimorista y la
sustitución por su primer vicepresidente, Martín Vizcarra.
A falta de
partido que le de soporte político, MV va a utilizar los resortes del populismo
clientelar a fin de ganar popularidad entre la población con planteamientos
reformistas y una confrontación contra el congreso, todavía dominado por el
fujimorismo.
Esta segunda
etapa de la crisis iniciada el 2016 se resuelve en Setiembre del 2019 con la
disolución del congreso fujimorista por parte de MV arguyendo una dudosa
denegación fáctica de facultades y convocando a elecciones parlamentarias para
inicios del 2020, con lo cual se “libera” de un enemigo bastante fuerte y
poderoso. Ello, aunado a un trabajo conjunto de la Fiscalía anti-corrupción que
persigue a los opositores al gobierno, otorga un margen de libertad a Vizcarra
para ejercer el poder de una manera casi arbitraria.
La tercera
etapa, caracterizada por la imposibilidad constitucional del presidente de
disolver de nuevo al congreso elegido para completar el periodo, luego de
tensiones que fueron creciendo, se cierra con la declaratoria de vacancia del
presidente en Noviembre de 2020, también luego de dos intentos por parte del
Parlamento.
Hasta allí la
historia de Vizcarra se parece mucho a la de Alberto Fujimori, dos antisistemas
con bastante popularidad gracias a medidas populistas, ambos disuelven el
congreso y ejercen el poder en forma omnímoda; pero con la diferencia que
Fujimori logra constituir un movimiento político que va a heredar su hija y se
convierte institucionalmente en Fuerza Popular.
Vizcarra no
logra constituir un partido o siquiera un “vizcarrismo” que le permita la
continuación en la política con una base más o menos organizada, porque guste o
no el participar en política no solo requiere el cariño popular que es muy
inconstante, sino tener un partido y entrar a los usos y costumbres
partidarios. Tenía los elementos y aceptación popular, pero no se animó a
formar su partido. Existe una simpatía hacia el ex presidente, pero muy gaseosa
y voluble.
La coyuntura,
salvando las diferencias, se parece mucho a la del año 2000 cuando renuncia
Fujimori. Protestas populares masivas, vacío del poder que se llena con un
presidente interino de extracción provinciana y una aparente victoria a favor
del congreso.
La diferencia
está en que el presidente interino no tuvo la aceptación popular y legitimidad
para continuar en la presidencia, obligándolo a renunciar luego de la muerte de
dos jóvenes en las manifestaciones convocadas y siendo sustituido por otro
presidente interino.
En cierta
manera las manifestaciones vistas obedecen a un rechazo de la clase política,
algo similar a lo ocurrido en Chile el año pasado, pero que no terminan con una
salida jurídico-política de cambio de constitución, sino con la elección de un
nuevo presidente interino con más consenso que el anterior renunciante.
En poco más de
cuatro años hemos tenido cuatro presidentes, uno titular, otro que sucede al
titular renunciante y dos interinos. Dice mucho de la inestabilidad política de
nuestro país y la falta de partidos sólidos que le den estabilidad.
Pero, existe
un hecho también similar con las manifestaciones en Chile: la protagonizan
jóvenes que fácilmente coordinan entre ellos por las redes sociales. Jóvenes
que se decía negados para la política, pero que han estado haciendo política
mediante las protestas. Política no solo es ejercer un cargo de elección
popular, sino opinar y reclamar cuando la polis ve que el estado es injusto o
está actuando mal.
¿Vizcarra ha
“muerto” políticamente?
Si bien su
cariz reformista se vio empañado por las graves denuncias de corrupción cuando
fue gobernador de Moquegua, aparte de las investigaciones de su gestión como
presidente, lo cierto es que en política no existen los muertos. Ha salido de
Palacio en olor de multitud y tiene edad para intentar un regreso. El punto es
si está interesado en hacerlo, si las investigaciones abiertas en su contra no
lo reducen a la condición de reo como a Fujimori, si el aprecio popular se
mantendrá por cinco largos años y de los avatares de la política nacional.
Cinco años siempre son una eternidad en la política peruana.
Podemos decir
que es un quinquenio perdido. La crisis política se agudizó con la pandemia y
la agudización de la situación económica producto del confinamiento. En el año
del bicentenario tendremos más desempleo formal y el crecimiento exponencial de
la economía informal y trabajos precarios.
Lo sucedido
entre 2016 y 2020 nos permite reflexionar en la situación política precaria en
que nos encontramos: con partidos políticos cascarón, con políticos improvisados
y cortoplacistas, y con el record impresionante de tener la mayor cantidad de
presidentes presos o procesados.
La situación
no va por un cambio constitucional como algunos sugieren o en buscar “salvadores
de la patria”. Ello no soluciona los problemas de la crisis política. De
repente es más útil un reforzamiento de la institucionalidad, incluyendo
partidos políticos; sino nos encontraremos de aquí a un tiempo con otra crisis
que, como la presente, irá escalando a mayores.