Wednesday, November 25, 2020

EL HUEVO DE LA SERPIENTE

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Ingmar Bergman contaba que su padre, un pastor luterano, tenía en una mano la Biblia y en la otra Mi lucha de Adolfo Hitler. Es la génesis más remota de El huevo de la serpiente, quizás el filme más político de Bergman en su extensa filmografía; aunque sin dejar de lado los problemas existenciales recurrentes en su obra.

 

Ambientada en 1923, en los días previos del Putsch de Hitler, en un marco de zozobra y ansiedad por la inestabilidad política y económica de la Alemania de la primera post guerra, el título del filme alude a que todo lo que vino después con el nazismo en el poder, estaba en embrión en aquellos años: el odio a los judíos como causantes de todos los males de Alemania, los experimentos con seres humanos, la necesidad de orden y progreso autoritario, el futuro de dominación universal de la raza aria. El horror ya estaba allí.

 

¿Somos marionetas de un contexto más amplio que no controlamos?, ¿las decisiones que tomamos no se podrán salir de un carril ya trazado por los otros?

 

Los personajes de Abel y Manuela caminan como sonámbulos en las calles de un Berlín caótico, sin rumbo. Perdidos en medio del caos, como revela el final trágico de ambos.

 

Alguien dijo una vez que en las grandes mareas sociales los seres humanos somos como hormigas que pueden ser barridas en cualquier momento y lo más irónico es que no sabemos por qué. Algo de ello se refleja en El huevo de la serpiente.


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