Saturday, October 31, 2020

NUEVA CONSTITUCIÓN EN CHILE. ¿CAMBIARÁN LAS COSAS?

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

El 80% a favor de una nueva constitución en el plebiscito en Chile del 25 de Octubre abre interrogantes para América Latina y en especial Perú, donde ciertos grupos políticos propondrán en su plataforma electoral “una nueva constitución”.

 

Pero, una nueva constitución ¿cambia las cosas? Una constitución con derechos fundamentales de todo tipo reconocidos a favor del ciudadano, ¿llevará al desarrollo y el progreso al pueblo, eliminando la inequidad en la distribución de la riqueza?, ¿mejorará las condiciones sociales de las mayorías?

 

Y, en el otro lado, desde la derecha conservadora del statu quo y también de la constitución de Pinochet, ¿la constitución garantiza el desarrollo económico y el libre mercado, o son más bien las condiciones materiales las que posibilitan este desarrollo?

 

O, como cree nuestra derecha nativa, ¿la constitución de 1993 fue la que generó el “despegue económico” del Perú o fueron más bien las condiciones materiales las que propiciaron el clima para un cambio?

 

En ambos lados hay mucho de ideología y también de cálculo político e interés económico.

 

De una y otra parte se le concede demasiada importancia en la vida material a una constitución. Podemos tener la constitución más progresista y si las condiciones no abonan el piso difícilmente se podrán concretizar los derechos, sobre todo los sociales y económicos. Y, contrario sensu, la constitución más liberal y de libre mercado, pero si las condiciones materiales no son las adecuadas, difícilmente se concretizará en la realidad. Una constitución solo da un marco pero no determina el “modelo económico”, este obedece más a condiciones materiales.

 

La derecha chilena reconoce que en los últimos treinta años puso demasiado énfasis en las bondades del “modelo económico” y la prédica del “chorreo” como medio que iba a beneficiar a todos, obviando las condiciones sociales. La realidad dijo lo contrario y las protestas arreciaron desde sectores sociales no privilegiados, empujados por una izquierda radical.

 

Las banderas del cambio esgrimidas fueron por salud, educación y pensiones dignas, muy similar a las nuestras. En Chile prácticamente todo está privatizado. El modelo de AFP no dio el resultado prometido, la educación superior es pagada, incluyendo la de universidades públicas. Y, en cuanto a salud, si no se cuenta con un seguro privado queda la atención en un hospital público muy similar en calidad de servicio a los nuestros.

 

Ahora bien, la clase política en Chile es más orgánica. Lo cual explica la canalización del malestar social, expresado en el plebiscito y posterior elección de los constituyentes. No es lo mismo afrontar demandas sociales con “partidos cascarón” que con partidos políticos más o menos organizados y representativos.

 

Otra diferencia es el manejo de los casos de corrupción en Chile y acá. Los casos de corrupción entre políticos (sean de derecha o de izquierda) y los grandes empresarios han quedado en nada en Chile, ha primado “el borrón y cuenta nueva”. Entre nosotros, mal que bien, los casos de gran corrupción de políticos están siendo procesados en la administración de justicia, algo que causa cierta admiración y envidia entre nuestros vecinos.

 

Por otra parte, podemos tener una constitución “socialista” o con intervención bastante fuerte del estado, pero si existe un “espíritu capitalista”, este continuará avanzando a pesar de las normas. Históricamente es lo que ocurrió cuando emergió el capitalismo en Europa, a contrapelo de los regímenes absolutistas europeos.

 

En otras palabras, la norma –y la constitución política es una norma- no condiciona el cambio material, pero el cambio material sí condiciona la norma. Pese a ello, será una bandera en nuestras próximas elecciones generales. Digamos “sebo de culebra”.

 

Como señalan extranjeros afincados en Chile, la situación no es tan maravillosa como se ve desde fuera. Las desigualdades económicas son abismales en el país del sur. Los contrastes sociales son notorios y una clase media cuyos ingresos llegan limitadamente para los gastos del mes. No es un país que ya “despegó” hacia el primer mundo como lo vemos desde afuera.

 

Y si hablamos del “mercantilismo”, del arreglo y cuchipandas entre empresarios privados y el estado, en Chile es tan común y persistente como entre nosotros. En eso son tan “latinoamericanos” como cualquiera de sus vecinos de la región.

 

Ello motivó las grandes protestas de hace un año, llevadas a cabo por jóvenes que ven que su futuro no es tan halagüeño. Se descubrió que en las protestas y quema de buses y estaciones del metro había muchos jóvenes con grado universitario de doctor, pero que no conseguían una inserción laboral adecuada. No es tanto un “lavado de cerebro” de estos jóvenes como dice la derecha, sino que ven que su futuro no es muy promisorio. A ello se debe añadir las demandas posmodernas propias de estos tiempos como las de género, de grupos de las comunidades LGBT, la unión civil, etc.

 

En esas condiciones naturalmente caló el mensaje de una “nueva constitución” como solución a los problemas. Es una suerte de “acto mágico”, cuya eficacia se verá limitada cuando en el futuro entre en vigencia la nueva carta política.

 

Hace más de treinta años los chilenos salieron de la dictadura por un plebiscito. Ahora, con otro, abren un incierto camino futuro.

 

Sunday, October 04, 2020

UNA FIESTA TRÁGICA

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Ha corrido mucha tinta sobre lo sucedido el 22 de Agosto en la fiesta trágica de Los Olivos. Qué si la culpa la tuvo el alcalde, los policías, el ministro o los propios jóvenes por irresponsables. Como sucede con otras tragedias recurrentes en nuestro país, pronto será olvidada, como que ya lo es. Ha pasado apenas un mes y ya estamos dando vuelta a la página.

 

Como sucede en este tipo de noticias, se busca un culpable. Vemos el “peloteo” entre las distintas autoridades, cada cual buscando el responsable en el otro; hasta escuchamos a un alcalde decir que únicamente tenía “responsabilidad sentimental”.

 

Como bien señala Hugo Neira en un artículo, más bien se debe comprender el hecho y las personas. Las víctimas, jóvenes, de futuro incierto, muchos requisitoriados, son parte de los loosers, los perdedores en el “baile de los que sobran”. Según se sabe, las “fiestas covid” son comunes en distritos populosos, algunas se arman espontáneamente entre vecinos y otras son con una programación previa como sucedió en Los Olivos. Las redes sociales ayudan mucho ahora.

 

La ausencia por desconocimiento u omisión de las normas, lo que se conoce como anomia, es bastante extendida en nuestro país, no solo en distritos de clase popular, también en los otros. No es algo ajeno a la sociedad peruana; y, qué impulsa a hacer algo prohibido y riesgoso. Parece que la trasgresión es innata en el ser humano. Leamos el génesis, el “disparador” de todo el relato bíblico es una trasgresión (no comer del árbol prohibido). De no haber sucedido estaríamos todavía en el paraíso. Somos una especie que nos causa placer trasgredir. Ir más allá.

 

Algunos días después, volvieron a la noticia los jóvenes muertos con el entierro en medio de fiestas, jolgorio y música. De nuevo la moral de manual salió a relucir y la “condena” contra los participantes en el entierro. Por supuesto los medios de comunicación se sumaron con reportajes en vivo desde el cementerio. No faltaron los adjetivos de “salvajes” a los que estuvieron despidiendo entre trago y jolgorio al amigo ido.

 

Olvidan una cosa. Estos jóvenes deben venir de migrantes andinos de segunda o tercera generación. Las costumbres se heredan de los padres, por más que los hijos ya no hayan nacido en el terruño. La muerte y el entierro en los andes se celebra cantando y llorando, hay músicos que acompañan al “muertito” y por supuesto trago. Hasta se puede tener sexo con la viuda para consolarla. No es broma. Existe una pulsión secreta entre Eros y Tánatos.

 

En fin. No será la última tragedia que vivamos, habrá otras. Los medios se desgarrarán de nuevo las vestiduras, se buscará culpables y después de un tiempo se olvidará todo. Y así la anomia seguirá creciendo en espiral.