Thursday, September 15, 2016

¿DE NUEVO ALTOS NIVELES DE POBREZA?

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com

       @ejj2107

Una de las preocupaciones de los sociólogos y la clase política es si los altos niveles de pobreza e incluso pobreza extrema pueden regresar en los países de “ingresos medios” como el peruano, a pesar del impresionante número de familias que socialmente migraron a lo que se conoce como la “nueva clase media”.

Todo parece indicar que sí es posible; que a pesar de los programas sociales, si estos no continúan, se encuentran mal diseñados o administrados, o el entorno económico es adverso, miles de familias pueden involucionar hacia la pobreza que dejaron apenas ayer.

Es lo que está sucediendo en Brasil. Por las medidas de austeridad del gobierno de Michel Temer, desfinanciando muchos programas sociales, se estima que 3.3 millones de familias perderían su estatus de clase media emergente y retornarían al redil de la pobreza. Desempleo, bajos salarios y créditos bancarios limitados harían el resto.

Un indicador del nivel socioeconómico de las familias son las enfermedades “curables” fácilmente, sea con medicamentos de bajo costo, alimentación adecuada o educación profiláctica. Es el caso de la TBC, la anemia o la desnutrición infantil. Todo parece indicar que el nivel de las mismas ha subido notablemente en las principales ciudades del país. Precisamente la TBC se considera una “enfermedad social”, debido a que ataca principalmente a sectores socioeconómicos de bajos ingresos. Igual pasa con la anemia. Y la desnutrición infantil es producto de una inadecuada nutrición en los primeros años de vida, parte debido a escasos recursos económicos para alimentar a los infantes, pero gran parte también a la poco información de los padres sobre los alimentos nutritivos y necesarios en la infancia, que muchos no tienen un precio elevado (existen más niños obesos y subalimentados que en el pasado).

Otro indicador es el uso masivo de agua y desague. Abandonar la pobreza es abandonar el uso de camiones cisternas o silos, para pasar al uso masivo de las tuberías y, claro está, del agua y jabón. Una verdadera revolución social sería cuando todos los peruanos, sin importar la región donde viven o la clase social, tengan acceso al agua de calidad y usen el jabón como medida prifiláctica de higiene. (Otro gran cambio que nos apartaría de la pobreza extrema sería también el número de hijos que se puede tener de acuerdo a las posibilidades económicas, pero ese es otro tema).

Igual sucede con los niveles de educación, tanto en cantidad como en calidad. Ya nadie discute la cantidad de centros educativos administrados por el estado, sino la calidad de educación que brindan, así como la preparación idónea de los docentes.

De allí que es importante sostener los programas sociales hasta afianzar a la clase media emergente y tener una población adecuadamente saludable y educada en niveles óptimos. Pero también es necesario reactivar la economía, enfriada en los últimos años del gobierno de Humala. Fomentar las asociaciones público-privadas y los proyectos de inversión, incluyendo los de la satanizada gran minería. Y los actores políticos, sobretodo los de la izquierda tanto del Frente Amplio como el MAS de Gregorio Santos, juegan un papel clave. ¿Se dedicarán al obstruccionismo de los grandes proyectos mineros o tendrán una actitud más madura? ¿Permitirán que miles de familias salgan de la pobreza con un compromiso de responsabilidad social o prevalecerá la mira ideológica más que el pragmatismo político?

Por todo ello, parte de la nueva clase media emergente puede regresar a los niveles de pobreza de antaño. El factor político y el económico van de la mano y juegan un papel importante, así como las políticas de estado.


Thursday, September 01, 2016

NO + AFP

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
        ejj39@hotmail.com
       @ejj2107


Fue impresionante las marchas desarrolladas en Santiago de Chile y otras ciudades contra las Administradoras de Fondos de Pensiones, las AFP, cuyo modelo fue calcado literalmente en Perú.Se estima en dos millones los participantes.

¿Qué sucede?

En promedio las pensiones otorgadas por las AFP chilenas son apenas el tercio de lo que percibían en actividad los trabajadores, estando la gran mayoría (90%) en la mitad del sueldo mínimo en Chile, unos 233 dólares.

Bajo el gobierno de Pinochet se cerró el sistema estatal de pensiones y todos los trabajadores pasaron a las administradoras privadas. Supuestamente iban a recibir una pensión mucho mayor que en el sistemas estatal, el cual –igual que en el Perú- se argumentó se encontraba “quebrado”.

No obstante, luego de treinta años de estar en actividad el sistema, las pensiones de los jubilados son minúsculas y las comisiones cobradas por las administradoras, elevadas. Por ello reclaman volver al sistema estatal.

No se trata de ninguna conspiración izquierdista como algún neoliberal ha sostenido por allí (sería difícil manipular a dos millones de ciudadanos en una conspiración así), sino de reclamar por pensiones más justas.

Pero, ¿por qué no se ofrecen mejores pensiones?

Hay dos aspectos que son muy importantes para ofrecer al trabajador una pensión atractiva. Uno es el contexto económico mundial y el otro es cómo se invierte el fondo de pensiones.

En el primero, estamos en un contexto económico internacional todavía adverso, donde la rentabilidad de las inversiones no es tan elevada. Todo parece indicar que no estamos en la subida de hace apenas diez años atrás, sino en una lenta cuesta descendente que trata de remontar. Acerca de ese contexto internacional no hay mucho que hacer, ya que las decisiones se toman fuera de la región.

Sobre el portafolio de inversiones se ha denunciado que, al igual que las AFP peruanas, las administradoras chilenas invierten el dinero en empresas afines a su grupo económico; por lo que no estarían solventando una rentabilidad que favorezca al trabajador, sino a las empresas relacionadas del grupo económico al que pertenece la AFP, razón por la que muchas veces la rentabilidad ni siquiera es positiva en décimas, sino totalmente negativa.

En otras palabras, las AFP sirven de financiamiento barato, practicamente a costo cero, del grupo económico al que están suscritas. También las acusan de lobistas, es decir, de hacer presión política en el gobierno a fin de mantener el estado de las cosas como están. De allí la indignación de los trabajadores chilenos y su exigencia de retorno al sistema estatal.

En el medio, el gobierno de Bachelet conformó una comisión de reforma de las Afp, y algunas de sus conclusiones son justamente que el sistema adolece de falta de competencia, tiene comisiones elevadas y las pensiones ofrecidas son bastante minúsculas. Proponiendo también la creación de una Afp estatal a fin de dinamizar la competencia entre los privados.
Como se ve, no se ha avanzado mucho en el vecino país. Los problemas que tiene son muy similares al peruano, por lo que se requiere de una reforma integral del sistema pensionario, considerando que la edad promedio de una persona es mucho mayor que hace veinte años y, por consiguiente, el periodo de no actividad (jubilación) hoy en día es más prolongado. A lo que se debe sumar las personas que no contribuyeron a un sistema pensionario, pero ya sobrepasaron el umbral de la tercera edad.

Necesariamente la reforma que se realice pasa por una participación más activa del estado. Sea como agente económico, interviniendo en el mercado (la Afp estatal) o, como es nuestro caso, reformando también el sistema estatal pensionario, conocido como la ONP. De paso, se debe delimitar las pensiones no contributivas (pensión 65), a fin que tengan permanencia.


Opciones de reforma existen. La pregunta es si el gobierno tiene voluntad política para ejecutarlas o decide tener una actitud pasiva que puede traer más problemas de los que ya existen.