Thursday, October 10, 2019

PERÚ, ¿QUIEBRE INSTITUCIONAL?: 30 SETIEMBRE, 2019




Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
 



No vamos a entrar en los detalles si el quiebre institucional del 30 de Setiembre fue un golpe de estado o se realizó conforme al procedimiento establecido en la carta magna. Personalmente creo que la figura de cuestión de confianza se forzó, buscando más bien una excusa el ejecutivo para cerrar el congreso, cosa que intentaba desde tiempo atrás.

Más que los politólogos o los comentaristas a favor o en contra que han salido a defender o cuestionar la decisión del presidente, va a ser la historia quien determinará la magnitud del suceso y sus repercusiones. Recordemos que el 5 de Abril de 1992, el presidente de ese entonces también cerró el congreso en olor a multitud, contra “los políticos tradicionales”. Y recordemos cómo terminó Fujimori ocho años después. Sic transit gloria mundi.

A nivel de reforma constitucional, el cierre del congreso y lo referente a la cuestión de confianza, servirá de insumo para futuros estudios y tesis que toquen el tema. Parece que la institución de la cuestión de confianza debe ser reelaborada. Sería bueno también revisar la bicameralidad, a la cual el presidente Vizcarra ejecutó “un tiro de gracia” en el referéndum de Diciembre pasado.

Es cierto que ahora no hemos visto tanques en las calles ni toma de emisoras; pero sería ingenuo creer que un golpe de estado se mide solo por lo epidérmico (tanques, estado de sitio, toma de medios de comunicación, encarcelamiento de opositores, etc.). Actualmente los golpes de estado se han vuelto mucho más sofisticados, recubriéndolos de un barniz demoliberal para las apariencias. La experiencia del 5 de Abril fue un modelo de cómo se hace ahora un golpe de estado y ese modelo ha sido perfeccionado en todo el mundo, tanto por gobiernos de derecha como de izquierda.

Lo preocupante es que luego de casi 30 años se ha vuelto a quebrar el orden institucional en nuestro país, hemos regresado a un pasado aparentemente cerrado en nuestra historia. Lo cual nos trae otra lección que no hemos aprendido: para asentarnos como sociedad y crecer y madurar no bastan las reformas económicas sino también las políticas que es donde estamos en déficit. De haber existido madurez política y sólidas instituciones, jamás se hubiese producido el cierre del congreso. El diálogo y la negociación de acuerdos habrían reemplazado a la excesiva polarización que vimos estos tres últimos años. Ambas partes, oposición fujiaprista y oficialismo más aliados de uno y otro bando optaron por el enfrentamiento final: la muerte política del otro. Matarte he o matarme has.

Nada garantiza tampoco que la lucha contra la corrupción y el afianzamiento de las instituciones democráticas sean el norte del ejecutivo. Va a tener cuatro meses por delante para gobernar por decretos sin oposición alguna. De haber prensa independiente, sería bueno que revise con lupa esos decretos, así como el gasto público en el sector defensa. El apoyo del comando conjunto de las fuerzas armadas al presidente Vizcarra no creo haya sido gratuito. La compra de armas y equipo militar a sobreprecios es la forma idónea de ganar algo para quien negocia dar respaldo “con las armas”. Igual sucede con los gobernadores y alcaldes que “respaldaron” al presidente. No lo hicieron en vano. Va a existir mucha micro obra que solo servirá para justificar un gasto poco productivo. La “lluvia de millones” va a estar bastante presente estos meses.

¿Dónde quedan las tan cacareadas reformas judicial y política que lanzó el ejecutivo meses atrás, y que fue materia de su cuestionamiento al congreso? Ninguna ha avanzado un centímetro y dudo que se apliquen a los comicios de los siguientes meses. Vamos a tener la misma cantidad de partidos (por llamarlos de alguna manera) y los mismos problemas o agravados de los tenidos hasta el presente. Nada garantiza que el próximo congreso sea de mejor calidad que el cerrado.

Don Luis Bedoya Reyes decía que los técnicos se alquilan. Podemos decir lo mismo de los constitucionalistas, politólogos y gacetilleros en general. Ha sido curioso ver aparecer una cantidad prodigiosa de “constitucionalistas” que en su vida profesional han escrito jamás ni siquiera un manual de derecho constitucional o por lo menos algún artículo de la materia, opinar a favor o en contra del cierre del congreso, o de la “denegación fáctica”, nueva teoría que estamos seguros enriquecerá la doctrina del derecho constitucional.

Por trasparencia y honradez de criterio, muchos de los opinólogos que han saltado a la palestra deberían ser sinceros con sus intereses. Responder preguntas como si asesoran o han asesorado al ejecutivo o al congreso, o a ciertos personajes de ambos poderes, si tienen intereses en conflicto en el estado, el Poder Judicial o en el Tribunal Constitucional, si pertenecen o son simpatizantes de alguna tendencia política. Vamos, si son anti o pro fujimoristas. No me digan que solo los guía “la verdad”. Sinceridad, algo que me parece se ha perdido en este turbio debate.

También debemos estar alertas de un “cambio de constitución” fruto de alguna transacción poco clara entre el presidente Vizcarra y los grupos de izquierda que lo apoyaron. Recordemos que “una nueva constitución” fue la salida al penúltimo autogolpe de estado, solo que la alianza esa vez fue con grupos de derecha. Como que la obra de teatro se repite. Cambian los actores, pero no los papeles.

Vizcarra ya no tiene el gran enemigo que siempre fue el congreso fujimorista. Se quedó sin némesis, sin el gran villano que todo héroe debe tener. ¿Qué va a ser ahora? Las costuras de su mala performance gubernamental, donde tiene evidentes carencias, se van a notar más. Y ya no tiene el “gran enemigo” a quien culpar. O le queda hacer un mejor gobierno (esperamos eso, aunque es poco probable que suceda) o buscará otro enemigo que justifique su poca idoneidad para resolver los problemas. Y una tercera salida es hacer populismo barato, gastando irresponsablemente y complaciendo a quienes lo apoyaron. Salida esta última bastante preocupante.

El quinquenio iniciado en el 2016 está perdido. En año y medio que falta dudo que se puedan corregir muchos aspectos deficitarios. Las políticas institucionales no maduran de la noche a la mañana. Posiblemente los indicadores sociales (índice de pobreza, educación, anemia, distribución de la riqueza, poblaciones vulnerables) estarán en rojo al terminar Vizcarra su gestión.

Como a Fujimori en 1992, a Vizcarra ahora se le presentan varios escenarios. De lo que haga o deje de hacer, de que no lo ciegue la soberbia y ambición del poder, que no se crea el cuento de sus áulicos que es “el salvador de la patria”, dependerá su futuro no solo político, sino existencial. Puede preguntarle al ex presidente que se encuentra en el fundo Barbadillo.