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@ejj2107
No vamos a entrar en los detalles si
el quiebre institucional del 30 de Setiembre fue un golpe de estado o se
realizó conforme al procedimiento establecido en la carta magna. Personalmente
creo que la figura de cuestión de confianza se forzó, buscando más bien una
excusa el ejecutivo para cerrar el congreso, cosa que intentaba desde tiempo
atrás.
Más que los politólogos o los
comentaristas a favor o en contra que han salido a defender o cuestionar la decisión
del presidente, va a ser la historia quien determinará la magnitud del suceso y
sus repercusiones. Recordemos que el 5 de Abril de 1992, el presidente de ese
entonces también cerró el congreso en olor a multitud, contra “los políticos
tradicionales”. Y recordemos cómo terminó Fujimori ocho años después. Sic transit gloria mundi.
A nivel de reforma constitucional, el
cierre del congreso y lo referente a la cuestión de confianza, servirá de
insumo para futuros estudios y tesis que toquen el tema. Parece que la
institución de la cuestión de confianza debe ser reelaborada. Sería bueno también
revisar la bicameralidad, a la cual el presidente Vizcarra ejecutó “un tiro de
gracia” en el referéndum de Diciembre pasado.
Es cierto que ahora no hemos visto tanques
en las calles ni toma de emisoras; pero sería ingenuo creer que un golpe de
estado se mide solo por lo epidérmico (tanques, estado de sitio, toma de medios
de comunicación, encarcelamiento de opositores, etc.). Actualmente los golpes
de estado se han vuelto mucho más sofisticados, recubriéndolos de un barniz
demoliberal para las apariencias. La experiencia del 5 de Abril fue un modelo
de cómo se hace ahora un golpe de estado y ese modelo ha sido perfeccionado en
todo el mundo, tanto por gobiernos de derecha como de izquierda.
Lo preocupante es que luego de casi 30
años se ha vuelto a quebrar el orden institucional en nuestro país, hemos
regresado a un pasado aparentemente cerrado en nuestra historia. Lo cual nos
trae otra lección que no hemos aprendido: para asentarnos como sociedad y
crecer y madurar no bastan las reformas económicas sino también las políticas
que es donde estamos en déficit. De haber existido madurez política y sólidas
instituciones, jamás se hubiese producido el cierre del congreso. El diálogo y
la negociación de acuerdos habrían reemplazado a la excesiva polarización que
vimos estos tres últimos años. Ambas partes, oposición fujiaprista y
oficialismo más aliados de uno y otro bando optaron por el enfrentamiento
final: la muerte política del otro. Matarte he o matarme has.
Nada garantiza tampoco que la lucha
contra la corrupción y el afianzamiento de las instituciones democráticas sean el
norte del ejecutivo. Va a tener cuatro meses por delante para gobernar por
decretos sin oposición alguna. De haber prensa independiente, sería bueno que
revise con lupa esos decretos, así como el gasto público en el sector defensa.
El apoyo del comando conjunto de las fuerzas armadas al presidente Vizcarra no
creo haya sido gratuito. La compra de armas y equipo militar a sobreprecios es
la forma idónea de ganar algo para quien negocia dar respaldo “con las armas”. Igual
sucede con los gobernadores y alcaldes que “respaldaron” al presidente. No lo
hicieron en vano. Va a existir mucha micro obra que solo servirá para
justificar un gasto poco productivo. La “lluvia de millones” va a estar
bastante presente estos meses.
¿Dónde quedan las tan cacareadas
reformas judicial y política que lanzó el ejecutivo meses atrás, y que fue
materia de su cuestionamiento al congreso? Ninguna ha avanzado un centímetro y
dudo que se apliquen a los comicios de los siguientes meses. Vamos a tener la
misma cantidad de partidos (por llamarlos de alguna manera) y los mismos
problemas o agravados de los tenidos hasta el presente. Nada garantiza que el
próximo congreso sea de mejor calidad que el cerrado.
Don Luis Bedoya Reyes decía que los
técnicos se alquilan. Podemos decir lo mismo de los constitucionalistas,
politólogos y gacetilleros en general. Ha sido curioso ver aparecer una
cantidad prodigiosa de “constitucionalistas” que en su vida profesional han escrito
jamás ni siquiera un manual de derecho constitucional o por lo menos algún
artículo de la materia, opinar a favor o en contra del cierre del congreso, o
de la “denegación fáctica”, nueva teoría que estamos seguros enriquecerá la
doctrina del derecho constitucional.
Por trasparencia y honradez de
criterio, muchos de los opinólogos que han saltado a la palestra deberían ser
sinceros con sus intereses. Responder preguntas como si asesoran o han
asesorado al ejecutivo o al congreso, o a ciertos personajes de ambos poderes,
si tienen intereses en conflicto en el estado, el Poder Judicial o en el
Tribunal Constitucional, si pertenecen o son simpatizantes de alguna tendencia
política. Vamos, si son anti o pro fujimoristas. No me digan que solo los guía
“la verdad”. Sinceridad, algo que me parece se ha perdido en este turbio
debate.
También debemos estar alertas de un
“cambio de constitución” fruto de alguna transacción poco clara entre el
presidente Vizcarra y los grupos de izquierda que lo apoyaron. Recordemos que “una
nueva constitución” fue la salida al penúltimo autogolpe de estado, solo que la
alianza esa vez fue con grupos de derecha. Como que la obra de teatro se
repite. Cambian los actores, pero no los papeles.
Vizcarra ya no tiene el gran enemigo
que siempre fue el congreso fujimorista. Se quedó sin némesis, sin el gran
villano que todo héroe debe tener. ¿Qué va a ser ahora? Las costuras de su mala
performance gubernamental, donde tiene evidentes carencias, se van a notar más.
Y ya no tiene el “gran enemigo” a quien culpar. O le queda hacer un mejor
gobierno (esperamos eso, aunque es poco probable que suceda) o buscará otro
enemigo que justifique su poca idoneidad para resolver los problemas. Y una
tercera salida es hacer populismo barato, gastando irresponsablemente y
complaciendo a quienes lo apoyaron. Salida esta última bastante preocupante.
El quinquenio iniciado en el 2016 está
perdido. En año y medio que falta dudo que se puedan corregir muchos aspectos
deficitarios. Las políticas institucionales no maduran de la noche a la mañana.
Posiblemente los indicadores sociales (índice de pobreza, educación, anemia, distribución
de la riqueza, poblaciones vulnerables) estarán en rojo al terminar Vizcarra su
gestión.
Como a Fujimori en 1992, a Vizcarra
ahora se le presentan varios escenarios. De lo que haga o deje de hacer, de que
no lo ciegue la soberbia y ambición del poder, que no se crea el cuento de sus
áulicos que es “el salvador de la patria”, dependerá su futuro no solo
político, sino existencial. Puede preguntarle al ex presidente que se encuentra
en el fundo Barbadillo.
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