Sunday, April 24, 2022

REVISITANDO LA AGONÍA DE MARIÁTEGUI

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

En 1980 apareció la primera edición de La agonía de Mariátegui. La polémica con la Komintern de Alberto Flores Galindo (1949-1990). El libro trató de desmitificar a José Carlos Mariátegui, uno de los mejores ensayistas y pensadores peruanos y reconocido como el marxista más creador de Latinoamérica, comparado con el italiano Antonio Gramsci. Causó polémica en su momento, cuando todas las capillas de izquierda se reclamaban herederas directas del Amauta y lo habían convertido en un santón laico propio a sus intereses (Sendero Luminoso, que también se reclamaba “mariateguista”, no se manifestaba todavía en todo su horror cuando apareció la primera edición del libro).

 

Título de raigambre unamuniana (agón, lucha a pesar de todo y contra todo), fue tal el suceso que dos años después se imprimió una segunda edición ampliada, cosa extraña en libros de ciencias sociales. En 1989, poco antes de la muerte de Flores Galindo, vio la luz una tercera edición y la última en 1994 en las Obras completas del autor. De allí se tendió un manto de silencio, un tanto por lo que el Perú y el mundo vivió de los años 90 en adelante, que hicieron percibir que estas discusiones entre marxistas de los años 20 fueran bizantinas, anacrónicas, fuera de tiempo. Esta edición de conmemoración por los cuarenta años de la primera edición del libro se debe a la PUCP y a la Casa de las Américas y viene con un dosier con artículos de la época opinando a favor o en contra del libro, todos escritos por gente de izquierda de una u otra tendencia, así como una entrevista al propio Alberto Flores Galindo.

 

El contexto de su escritura y publicación

 

Alberto Flores Galindo era un intelectual de la izquierda marxista, concretamente de la nueva izquierda que nace en los años 70, siendo uno de sus bastiones la Universidad Católica, donde primero fue estudiante y luego profesor.

 

A fines de los 70 cuando concibe el libro la izquierda había conseguido un tercio de escaños en la Asamblea Constituyente (1978-79) y en 1980 se coordinaba lo que iba a ser el primer intento de unión de las izquierdas, la ARI (Alianza Revolucionaria de Izquierda). Es ese contexto fue que Flores Galindo plantea escribir un libro sobre la polémica entre José Carlos Mariátegui y la Komintern o III Internacional llevada a cabo en 1929, un año antes del fallecimiento del Amauta.

 

Puede parecer historia del paleolítico hablar sobre esa polémica ahora, pero en los 70 era vital para marcar distancias de otras posiciones de izquierda más ortodoxas y herederas de la línea moscovita como el Partido Comunista Unidad. A Galindo no solo lo motivó su vocación de historiador, sino su militancia en la “nueva izquierda”.

 

Es cierto que la posición de la Komintern estaba equivocada como lo previó Mariátegui. La percepción moscovita que era inminente el socialismo en el mundo capitalista (a raíz de la crisis del año 29), que los obreros sean la vanguardia sin posibilidades de alianzas (en un país como Perú que en esa época existía un porcentaje mínimo de asalariados) o el partido como vanguardia y guía de la revolución (muy en la tónica leninista de la época) en contraposición a la idea de partido como consecuencia de la unión de sinergias entre obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales, donde la organización política era el fin y no el inicio de la lucha política, fueron puntos divergentes, irreconciliables entre unos y otros.

 

Igual sucedió con el problema del indio y la desigualdad en la distribución de la tierra, lo cual pasaba por revisar el tema de las nacionalidades en un país tan diverso como Perú, a diferencia de la posición de lucha de clases de la III Internacional. Recordemos que en la década del 20 del siglo pasado la mayor cantidad de población se asentaba en la sierra, era indígena y estaba en situación de servidumbre en los latifundios, herencia directa de los encomenderos de la Colonia. En ese contexto, donde el capitalismo no había entrado en esa organización económica-social (aunque las grandes haciendas comerciaban sus productos con las ciudades), es que Mariátegui lanza su teoría de la semi-feudalidad y semi-coloniaidad del Perú.

 

Parecer similar tuvo en relación a las comunidades campesinas de su época, donde percibió los gérmenes de la participación comunitaria que, en consonancia con las corrientes indigenistas de la época, haría viable pasar al socialismo en el Perú sin necesidad de trascurrir por la etapa del capitalismo que en esa época significaba industrialización forzosa y la trasformación del campo hacia la modernidad, hecho que sucedió en la Unión Soviética.

 

Para Mariátegui existía un “comunismo incaico” y de allí el trato privilegiado con los indigenistas de la época que veían el problema del indio de manera distinta a la posición ortodoxa marxista. Y, por añadidura, el mote de “populista” endosado por los comunistas ortodoxos a Mariátegui por esas ideas (la realidad rusa era muy similar a la peruana: pocos obreros y un agro bastante atrasado, con formas serviles).

 

Sobre la polémica sabemos que Mariátegui quedó en posición minoritaria, incluso dentro de su grupo de Lima. La salud más las presiones políticas lo convencieron de autoexiliarse y emigrar a Argentina donde gracias a Samuel Glusberg lo esperaba un trabajo como periodista. En esos meses previos lo sorprendió la muerte, posiblemente acelerada por las desazones que sufrió, incluyendo la represión del gobierno de Leguía, bastante severa antes de su caída.

 

La revisita a La agonía de Mariátegui

 

Es cierto que el libro se escribió en pocas semanas. Flores Galindo escribía a un ritmo vertiginoso, quizás como el Amauta intuyendo una muerte temprana, y recogió notas de un Congreso en México, y la influencia de marxistas heterodoxos como el argentino José Aricó con un enfoque más libre del marxismo (fue el que introdujo a Antonio Gramsci en LA). Precisamente Aricó fue una presencia gravitante en Flores Galindo y en el estilo iconoclasta que iba a tener el libro.

 

El libro tiene ese aire a reportaje más que a un aburrido texto académico gracias a que parte de las fuentes fueron entrevistas a personas que fueron testigos directos de la famosa polémica o que incluso llevaron la posición de la sección peruana a la reunión de Buenos Aires. De allí que se lee “de un tirón”, aparte que Flores Galindo tenía buena prosa, pulida en la lectura de novelas y cuentos clásicos y modernos.

 

Es cierto, como señala en un artículo del dosier Ignacio López Soria, que a Flores Galindo le faltó documentarse más sobre la evolución de la III Internacional y la posición ortodoxa que tuvo cuando Stalin era el líder indiscutible del marxismo internacional. En 1929, cuando se produce la reunión de los partidos comunistas de la región en Buenos Aires, el marxismo divulgado era a través de los dictum estalinianos. Trotsky ya había partido al exilio y las posiciones minoritarias en la URSS eran silenciadas.

 

Más documentada, quizás por la cercanía, se encuentra la polémica con Haya de la Torre. En un primer momento aliados políticos y luego distanciados cuando Haya forma el Partido Aprista Peruano a la usanza de los partidos caudillistas con un líder carismático. El frente único, el programa antimperialista y la clase media como conductora del movimiento apartaron a ambos políticos y pensadores.

 

Y en el medio de todo ese marasmo, la leyenda o hipótesis del “libro perdido” de José Carlos Mariátegui sobre Ideología y Política. Ese libro iba a ser el complemento de los Siete ensayos y se dice que el Amauta fijaba allí sus posiciones ideológicas y políticas meridianamente. De existir el libro (se dice que se perdió en el camino cuando iba a ser impreso) habría aclarado muchas especulaciones sobre la posición política de Mariátegui en la parte final de su vida.

 

Todo esto “ya es historia”. Un siglo después las ideas del Amauta tienen que ser revisadas. El Perú cambió. Como señala Hugo Neira (ex marxista) el Perú sufrió tres cambios radicales en el siglo XX: 1) la migración del campo a la ciudad, ahora tenemos más gente viviendo en las ciudades que en las zonas rurales, gente que se declara mestiza y no india según el último censo; 2) la reforma agraria iniciada en 1969 con el preludio de las tomas de tierras en el Cuzco en los años 60 y que posibilitó el minifundio, la pequeña propiedad del campesino; y 3) el viraje de una economía estatal a una economía de mercado en los años 90. Para bien o para mal (depende del cristal con que se mire) esos tres “cambios tectónicos” como los llama Neira cambiaron al Perú.

 

La lectura del Perú tiene que ser también diferente y con el respeto que nos merecen los grandes pensadores de los siglos XIX y XX (incluyendo Marx y el propio José Carlos) sus herramientas teóricas ya no son suficientes (o por lo menos deben ser radicalmente reformuladas) para explicar el Perú y el mundo de hoy.

 

Wednesday, April 06, 2022

EL 5 DE ABRIL, OTRA VEZ

 

Por: Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Cerrar el Congreso y otros poderes autónomos, y convocar una Asamblea Constituyente (Congreso Constituyente Democrático en caso de Fujimori) se convirtió en estrategia para la toma del poder absoluto por parte de dictadores de izquierda, comenzando por Hugo Chávez en Venezuela, Ortega en Nicaragua o Morales en Bolivia.

 

Fue una práctica sistemática del socialismo del siglo XXI, cuyo padre fue alguien de sesgo político totalmente opuesto, pero con resultados similares. La reelección presidencial para perpetuarse en el poder.

 

30 años después hay émulos en diferentes partes. Unos más hábiles que otros. Al fundador, Alberto Fujimori, no le fue muy bien. Mejor suerte han tenido sus discípulos de izquierda en la región. Quizás el contar con contactos vía ONGs en la Corte Interamericana de DDHH les ha sido de gran ayuda, algo de lo que carece Fujimori. Su indulto vapuleado y negado mil veces es el mejor ejemplo.

 

¿Fue Fujimori el “verdugo” de los partidos políticos “tradicionales”?

 

Se le suele echar la culpa del ocaso de los partidos políticos, al marginarlos del poder por una década entera. No creo haya sido el gatillador de una situación de inorganicidad política que hasta ahora padecemos. Ya en los años 80 se veía el deterioro de los partidos políticos de ese entonces. Claro, no en la magnitud de ahora. No es casual que la mayoría ciudadana avaló el cierre del Congreso. Muchos de los que militaban en partidos “tradicionales” sin rubor pasaron a trabajar a favor del gobierno del “Chino”. Nombres sobran.

 

Y vuelta la democracia en el 2000 muchos de esos partidos no supieron o no quisieron reformarse. Importó más la cuota de poder que el aggiornamento necesario. La precariedad que se ve ahora es parte de ese descuido de los propios partidos políticos, muchos solo etiquetas para el caudillo de turno, sin contar los “vientres de alquiler” ofrecidos al mejor postor.

 

¿Puede suceder otro 5 de Abril?

 

Puede suceder. Tenemos una endeblez democrática, falta de enraizamiento de una cultura democrática en el país. Y la clase política que vemos hoy día es reflejo de la idiosincrasia del peruano. Ninguno de los políticos que tanto despreciamos salieron de la nada. Son parte de la sociedad peruana. No nos rasguemos las vestiduras.

 

Aprendices de brujo que quieren repetir el 5 de Abril los hay. Muchos ya en el poder y con afán de perpetuarse como sea. Espero no sea demasiado tarde para el Perú y los peruanos.