Friday, June 24, 2022

¿OLA ROJA EN AMÉRICA LATINA?

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

La victoria en segunda vuelta de Gustavo Petro abre la interrogante de si estamos de nuevo ante una “ola roja” en América Latina.

Con Petro, proveniente de la exguerrilla, todas las naciones pertenecientes a la Alianza del Pacífico (Colombia, Perú, Chile y México) tienen gobiernos de izquierda, lo que incidirá en impulsar o no el bloque comercial, sobre todo ahora que están resurgiendo las políticas proteccionistas.

 

Igual sucede con el trato bastante deferencial que han tenido los sucesivos gobiernos norteamericanos hacia Colombia. ¿Seguirá esa reciprocidad y cortesía, incluyendo temas de seguridad interna?, o tendrá Petro una posición más de enfrentamiento o por lo menos de un enfriamiento de las relaciones bilaterales.

 

En el frente interno colombiano marca el inicio del primer gobierno de izquierda en Colombia, a diferencia de los últimos, bastante conservadores. Marca también el hartazgo del ciudadano ante los “políticos tradicionales”, fenómeno que no es nuevo y que se replica en todo el mundo occidental. Y si bien Petro se insertó en la vida política institucional de Colombia hace muchos años atrás (fue alcalde de Bogotá y senador), asumiendo las reglas de juego y los valores democráticos, no es menos cierta la desconfianza de muchas personas por su pasado de guerrillero y rupturista con el orden democrático que ahora debe defender. Salvando las distancias, es como si acá se hubiese presentado Víctor Polay Campos a la presidencia y hubiera ganado las elecciones.

 

Si bien Petro tiene un programa reformista no radical, las fuerzas con las que se enfrenta son complejas y que marcarán el triunfo o fracaso de su programa. Es un interrogante también la relación que tendrá con el gobierno de Nicolás Maduro, su vecino con el que comparte una larga frontera y cientos de miles de emigrados venezolanos viviendo en tierras colombianas.

 

Igual sucede con el nivel de corrupción que pueda alcanzar su gobierno. Escándalos de malversación de fondos de su entorno le pueden restar legitimidad para iniciar o continuar reformas, similar a lo sucedido a su homólogo peruano Pedro Castillo, otra figura de izquierda llegada a la presidencia.

 

La “ola roja” que vive de nuevo América Latina tiene matices. Vivimos en un continente bastante desigual, caldo de cultivo de todo tipo de populismos y de gobiernos de izquierda, donde la democracia como sistema político no se encuentra plenamente asentado en el ADN de los ciudadanos. La tentación de los gobiernos autoritarios de distinto calibre siempre está presente.

 

El gobierno de Petro tiene más incógnitas que certezas, y sobre todo hasta qué grado podrá cumplir con sus promesas electorales o si se convertirán las mismas en un capítulo más de desilusión para sus electores.

 

 

 

Sunday, June 19, 2022

DE FÚTBOL Y POLÍTICA

 

Eduardo Jiménez J.

ejimenez2107@gmail.com

@ejj2107

 

Para nadie es secreto que el fútbol profesional peruano es un desastre. No hay semilleros, no existen escuelas de fútbol ni infraestructura decente, al primer roce internacional nos dan con palo y, por añadidura, una dirigencia que ha visto la oportunidad de vivir del más popular deporte. Es cierto que haber clasificado a Qatar nos habría mantenido en una ilusión por cinco meses. Nada más. Igual que en Rusia 2018 a la semana nos tendríamos que haber regresado. Quizás con un penal mal ejecutado que serviría de chivo expiatorio.

 

En resumen, el fútbol peruano se parece mucho a la sociedad peruana. No es una isla. Tiene sus taras y regresiones. Igual que en nuestra política, si no, de dónde provienen los dirigentes deportivos y dirigentes políticos. Sus nombres son perfectamente intercambiables.

 

Y el fútbol da respiro a los que están en el poder. Como en otros países, es casi una religión, mueve la economía y se vive con fe cada partido. El llamado hincha israelita es buen ejemplo de esa fe con que se vive por la bicolor. Y el triunfo o derrota de la selección pasa factura a quienes usufructúan el poder. Da respiro o se acortan plazos. Fútbol y política tienen vasos comunicantes bastante directos, y los que están en el poder político lo saben muy bien.

 

Si bien un triunfo de la selección hubiese aumentado en algo el PBI, los más optimistas no creen que habría pasado del 1% adicional. El rubro textil habría sido el más beneficiado, seguido de restaurantes, y ventas de televisores y celulares.

 

Tal como están las cosas, veo difícil que se haga una reforma del fútbol. No existe voluntad política, sino mantener las cosas como están. Los seleccionados que representaron a la bicolor hasta Qatar tenían roce internacional, y algo más, dejaron todo en la cancha. Los escándalos con vedettes en las concentraciones un día antes de un partido como sucedía antaño no se han repetido. Incluso otrora había entrenadores que apañaban esto y hasta les conseguían “hembritas y trago” a los jugadores. Hasta en eso se parecen al peruano común: juergueros, borrachos y putañeros.

 

Gareca les puso un orden, una estrategia y una visión que otros entrenadores carecían o no quisieron hacer. Con recursos limitados hizo bastante. Marca un antes y un después. Si se va y viene otro que continúe con las cosas como están, congraciándose con las dirigencias deportivas, al fútbol peruano le espera una larga noche, similar a la que pasó entre España 82 y Rusia 2018: mediocridad, derrotas y frustración.