Sunday, April 28, 2019

A 40 AÑOS DE ALIEN: EL OCTAVO PASAJERO

 
Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
       @ejj2107

A diferencia de la literatura, donde el autor está solo frente a la obra que quiere escribir y las palabras que debe elegir (“la palabra justa” como diría Flaubert), el cine es un oficio en equipo. No basta tener un buen director que, como resultado, de un buen filme, sino se cuenta también con un buen equipo técnico y de producción, así como actores versátiles que “encajen” en el papel. En ese sentido, Alien tuvo la suerte de recibir una serie de influencias positivas en su gestación.

El antecedente más remoto es Dark star (1974), primer largo de John Carpenter. Dan O'Bannon, compañero de estudios de Carpenter en la Universidad del Sur de California, lo ayudó en la redacción del guion, suerte de comedia de situaciones absurdas con ribetes de humor negro al interior de una nave espacial. A O'Bannon se le quedó la idea de hacer una película de ciencia ficción, pero en clave de terror. Luego recibió una propuesta del bizarro Alejandro Jodorowski para participar en la adaptación de la novela futurista Dune, y si bien el proyecto no se concretó, a O’Bannon le permitió conocer en Paris a escritores y artistas de ciencia ficción, sobretodo a H. R. Giger, diseñador gráfico, quien en sus ilustraciones le pareció “perturbador”, en especial su Necronomicon que contiene el prototipo de lo que sería el monstruo.

Luego se unió a colaborar en el guión Ronald Shusett, quien se inspiró en varias novelas y películas de sci-fi de los años 50 para darle el toque final a la trama (lo que les valió más de una vez problemas por derechos de autor). Inicialmente iba a llevar por título Star beast (la bestia estelar), pero lo dejaron sencillamente en Alien.

Si bien faltaba redondear algunas ideas al guion, lo fueron presentando a distintas productoras, promocionando el proyecto como “el tiburón del espacio”, aprovechando la amplia acogida que tuvo Tiburón pocos años atrás. Alguien por ahí les recomendó presentarlo a Walter Hill, cineasta de películas de acción de magnífica factura, quien se interesó enormemente por el proyecto.

En el contexto de fines de los años 70, gracias a Star wars, el género de la ciencia ficción volvió a interesar a las productoras. Hill con contactos en la 20th Century Fox (que había distribuido hacía poco la película de Lucas), presentó el proyecto a la productora para obtener financiamiento. La idea era más que todo una película de serie B, de presupuesto modesto (inicialmente no pasó de los 5 millones de dólares, luego fueron duplicados) y que recupere la inversión y genere algo de ganancias. La Fox, aprovechando la onda generada por Star wars, decidió apostar por Alien.

Lo bueno de los presupuestos modestos es que permite dejar “carta blanca” al realizador y equipo de producción para elegir a los protagonistas. Naturalmente con 5 millones no se puede elegir protagónicos de primer nivel, pero sí profesionales de la actuación. En Alien casi todos los artistas pasaban los 40 años y con amplia experiencia actoral, y las más jóvenes eran Sigourney Weaver y Veronica Cartwright, que frisaban los 29.

Inicialmente el protagónico de la teniente Ripley lo iba a tener Cartwright, pero luego de ver la prueba de actuación de Sigourney Weaver, los productores optaron por ella, que si bien venía del teatro (su única y corta aparición en cine había sido en Manhattan de Woody Allen), demostró que encajaba en la tenaz teniente Ripley que aniquila al alienígena. Aparte que al ser “nueva” en el cine, cobraba menos que otros artistas más rankeados.

Igual sucedió con el director. O'Bannon quería dirigir la película en base al guion que había escrito, pero los productores prefirieron alguien con oficio. Luego de descartar algunos nombres, sea por lo que pedían para hacerse cargo de la dirección o porque no se tomaban en serio el proyecto, se optó por el inglés Ridley Scott, quien había hecho solo un filme, Los duelistas, de impecable factura estética, y naturalmente al ser nuevo, iba a cobrar menos. El tiempo demostró que tanto la elección de Weaver como de Scott fueron las más idóneas.

Scott tuvo libertad para modificar algunas cosas. Comenzando por el sexo de la tripulación. En el guion original todos eran hombres, por lo que el componente femenino tuvo dos participantes (Weaver y Cartwright) siendo, a diferencia de otras sagas, el héroe una mujer y no un hombre. Igual sucedió con la concepción visual. Scott, un esteta por naturaleza y excelente narrador de historias, compartía la idea de hacer una película de ciencia ficción y terror, por lo que definió a Alien como “la masacre de Texas de la ciencia ficción”, aludiendo a la célebre película de culto gore de Tobe Hooper, The Texas Chain Saw Massacre.

La idea también era, como en Star wars, que existiese un pasado, vale decir que el universo no pareciera “nuevo”, ni la tripulación fuese “asépticamente limpia y con altos valores éticos”. Scott los vio como “camioneros del espacio”, que la nave espacial tuviera la apariencia de una nave carguera destartalada, y los tripulantes más que en ayudar al prójimo priorizaran sus ganancias e intereses, explotando sus personalidades contradictorias. Gracias a esa concepción visual nació lo que se conoce como el “universo sucio” que, en honor a la verdad, le debe mucho a la que tuvo del oeste Sergio Leone: un oeste polvoriento, sin valores y plagado de antihéroes. (La acción muy bien pudo ocurrir en un barco carguero perdido en los mares del sur).

Otro detalle que es olvidado es quien se puso el traje de látex del alien. Cuando no existían las imágenes digitales, todo era por medio de trucajes (el alienígena también tiene partes mecánicas y otras movidas con marionetas). Al equipo de producción se les terminaban las esperanzas de encontrar el tipo ideal (debía ser sumamente alto), cuando encontraron de casualidad en un pub a un joven nigeriano con más de dos metros de estatura, Bolaji Badejo, que había llegado a Londres para estudiar diseño gráfico. Fue quien se disfrazó del alien para varias escenas, traje –como los trajes espaciales de los demás actores- bastante pesado y asfixiante, a tal punto que el rodaje, comenzado en pleno verano europeo, en Julio de 1978, tuvo que contar con una unidad de primeros auxilios por si los actores se desmayaban por el calor. Parece que la experiencia no le fue muy grata a Bolaji Badejo y nunca más se animó a aparecer en alguna otra película.

Igual de importante fue el aporte de la banda sonora. No se usó una música épica al estilo de Star wars, sino más bien inquietante, muchas veces en tonos poco audibles, que vayan creando la atmósfera adecuada, por lo que el encargo recayó en Jerry Goldsmith, quien había trabajado la banda sonora de El planeta de los simios en 1968, una película de ciencia ficción distópica bastante interesante.

Eso le permitió a Scott crear un clima adecuado, con un suspenso in crescendo, hasta el ritmo galopante en que el alien va comiéndose a los tripulantes uno por uno, rematando con la escena final. (El filme tiene “tiempos muertos” y un ritmo lento que van preparando la acción que viene después).

Otro detalle no menos importante fue que jamás se veía al monstruo en su totalidad, como hizo Spielberg en Tiburon, manteniendo así un interés creciente en el espectador (aunque en Spielberg se debió a que el tiburón mecánico se malograba constantemente, por lo que optaron por enseñar solo partes de él).

La escena final en el guion original era con la destrucción de la nave espacial, el Nostromo (bautizada así en homenaje a una novela de Joseph Conrad), por parte de Ripley. La gran explosión cerraba la película; pero, en el camino decidieron rematar con la escena de la lucha “cuerpo a cuerpo” en el trasbordador entre el alien y ella. Incluso, en esa escena, por el clásico humor negro inglés, optaron en un primer momento que el alien se coma de un bocado su cabeza, terminando allí el filme, muy al estilo gore. Después decidieron la escena que vemos al final: Ripley mata al monstruo y junto a su gato Jonesy son los únicos sobrevivientes, lo que dará pie para la segunda parte, algunos años después. 

La película fue recibida con críticas contradictorias. A algunos les gustó, a otros no. Con el tiempo esta fue unánime en recocer a Alien como una de las mejores películas de sci-fi y en volverse filme de culto; a tal punto que el American Film Institute la eligió como la séptima mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos y el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos la ha incluido para su preservación histórica junto con otras películas de 1979, como All That Jazz, Apocalypse Now y Manhattan.

Hay aspectos de Alien que permitieron “atacar” la sique del espectador. La forma de la cabeza del alienígena es la de un falo y este metafóricamente “viola” a la víctima, que casi siempre es un hombre, penetrándola y a quien usa de incubadora para poner sus huevos. A tal punto era chocante para los varones, que en los focus groups previos al estreno, los hombres cerraban las piernas en las escenas de terror. Los productores señalan que quisieron hacer algo original, dado que generalmente la víctima en este tipo de películas era una mujer.

Igual sucede con el “modo de producción” dominante en la época del filme (inicios del siglo XXII): es un “capitalismo espacial”, donde la nave trae minerales a la tierra para la elaboración de mercancías y la tripulación habla de bonos y pagas. Todo se compra, todo se vende. A la compañía (una suerte de trasnacional del espacio) no le interesa la vida de la tripulación con tal de traer el espécimen vivo a la tierra para usarlo como posible arma. Debemos entender que el capitalismo ya no solo se ha mundializado, sino “universalizado”. Esta idea de un capitalismo universal la explotó muy bien James Cameron en la continuación de la saga, Aliens, donde los marines espaciales defienden los intereses de las grandes corporaciones en el universo como hicieron sus antecesores en las repúblicas bananeras, y la idea de lucro está presente en los representantes de la corporación. (Ese lado social y político de las dos primeras entregas de la saga está poco estudiado por la crítica).

A inicios del presente siglo, Ridley Scott realizó un director cut, una edición del director, para dvd’s y blue ray, pero ni le quita ni le pone nada nuevo al filme original. Hay apenas la diferencia de un minuto menos en su edición, aparte de los consabidos bonus. Como el propio Scott manifestó, Alien es perfecta. Y tiene razón. Si se le quita o se le agrega más cosas, la película perdería esa armonía interna que posee.

Fue hecha por un Ridley Scott joven (frisaba los cuarenta años), con menos experiencia fílmica que la tenida luego del éxito que le significó, pero es una de sus mejores películas. Solo Blade runner, el filme que vino luego, la supera. Son quizás sus dos mejores películas.

Alien muy bien pudo acabar con la secuela de Cameron (que privilegia la acción), pero frente al éxito decidieron alargar la saga con una tercera entrega, más de toque pesimista y donde la teniente Ripley, harta de luchar con el alienígena, se inmola; y una cuarta (Alien resurrección), donde literalmente “resucitan” a Ripley y es bastante olvidable.

Se especuló mucho de una quinta entrega que comenzaría donde termina la segunda que pertenece a Cameron y que sería algo así como la “versión oficial” del fin de la saga (frente a la decepción de la tercera y cuarta partes), con la Weaver en el reparto. No obstante el interés de la propia Sigourney Weaver en el proyecto, parece que la idea ha quedado allí y se ha privilegiado más bien las precuelas, así como la posibilidad de explotación de un par de series para tv en un spin-off. Aparte que la Weaver frisa los 70 años y sustituirla por otra actriz más joven no sería muy convincente: “ella es” por siempre la teniente Ripley.

Precisamente, frente a esta mina de oro que representó la saga (se abrió una franquicia de alien vs predator, aparte de video juegos y merchandising), Scott, tentado por el éxito de su filme, se le ocurrió crear una precuela que lleva dos de tres películas y que explica el origen del monstruo y, no obstante estar bien dirigida por él mismo, no merecía alargar la historia con explicaciones seudo científicas que aclaren la génesis, argumentos bastante rocambolescos. Mejor hubiese sido dejar Alien allí, para el recuerdo de los cinéfilos; but money it’s money.

Wednesday, April 10, 2019

IZQUIERDA Y DEMOCRACIA

 
Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
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Frente a Venezuela se comprueba el talante democrático o no de cierta izquierda en Perú, Latinoamérica y en parte de Europa. Hay dos aspectos ejes donde el comportamiento se trasluce: la dictadura (y por tanto su contraparte, la democracia) y la violación de derechos humanos. Un tercer aspecto lo complementa, la corrupción.

La calificación o no de dictatorial al gobierno de Maduro corre pareja al criterio que se tenga sobre dictadura. Si es un fin o si es un medio. Si expresamos razones finalistas, toda dictadura es perversa, sin atenuantes. Sean dictaduras de derecha o de izquierda. Si es solo un medio (para llegar a un fin, como el socialismo en la óptica marxista), el mantener un tipo de dictadura se considera legítimo, mientras otras son descalificadas. Para buena parte de la izquierda del pasado, el defender el régimen de Stalin y condenar sin atenuantes las dictaduras de Franco o Pinochet, era defender el socialismo. El razonamiento era más o menos “a pesar de, se legitima los hechos que han pasado ya que hay un fin supremo: el socialismo”. El hecho es que el dictador era considerado uno de los “nuestros”, lo que no sucedía con dictadores de derecha. (Dicho sea, algo similar sucedía y sucede, cuando desde la derecha más reaccionaria se trata de legitimar ciertas dictaduras, argumentando casi siempre la “salvación de la patria” o “el peligro comunista” en la guerra fría, como fin que justifica la dictadura).

Sucedió también cuando el camarada Gonzalo comenzó su “guerra popular”. Gran parte de la izquierda de ese entonces miró a otro lado, excusando la acción de Sendero Luminoso en el hecho que era una “violencia revolucionaria” … hasta que los primos de SL comenzaron a asesinar a dirigentes de izquierda, acusándolos de “revisionistas”.

Y es lo que pasa en la actualidad entre cierta izquierda con respecto al régimen de Maduro, unos con más sofisticación que otros, tratan de defenderlo, abierta o subrepticiamente. Total, lo consideran uno de los “nuestros”. Resultaría gracioso, si no es trágico de por si, el alambicamiento con que algunos personajes o partidos de izquierda defienden al dictador. Desde argumentos como la “intervención del imperialismo yanqui” hasta la creación de un nuevo “patio trasero”, por lo que “se debe defender” al tirano. Y, ¿la intervención rusa, china o cubana, qué son?, ¿”ayuda humanitaria”?

Los que defienden las dictaduras como medio, contrariamente están contra la democracia y las instituciones que la sostienen, pese a que se autotitulan “democráticos” de la boca para afuera. No es casual que cierta izquierda preconice como “gran cambio” una nueva constitución, suerte de bálsamo mágico contra todos los problemas y, más allá de la retórica, no propongan como robustecer nuestras instituciones. A veces bastardean la palabra democracia (entendida como democracia representativa) para complementarla con adjetivos como “democracia social”, “democracia participativa”, “democracia popular”, etc., etc.

Regresando  a Venezuela, a este paso se va a convertir en un campo de “pulseo político” entre las grandes potencias y si no se hace algo pronto desde afuera, podría devenir en una España del 36. Recordemos como dejaron los rusos a su triste suerte a España luego que la guerra estaba irremediablemente perdida para los republicanos (en gran parte por los errores de los propios estrategas rusos, la división de los republicanos y la escasa ayuda logística), no sin antes haberse llevado todo el oro de la reserva española que pudieron, dizque para “protegerlo” de los nazis que estaban a las puertas de Madrid. Esta vez no hay oro, pero sí abundante petróleo.

El otro aspecto es la violación sistemática de los derechos humanos.

Ya no son solo los derechos políticos, sino los económicos y sociales. Los venezolanos no tienen los medios para llevar una vida siquiera medianamente decorosa. Perros y gatos casi han desaparecido de la  vida animal, convertidos en fuente de proteínas para personas hambrientas. La gente merodea los basureros para ver si encuentra algo para comer. La clase media prácticamente no existe. Se estima que más de la mitad de la población está desnutrida, otros con TBC, niños con anemia perdidos irremediablemente al no contar con nutrientes para su desarrollo, sin contar los que han muerto por no tener medicamentos para la diabetes, el cáncer o retrovirales para los que padecen VIH (el jefe máximo de la OPS estima que por lo menos un diez por ciento de la diáspora venezolana tiene Sida). Y así, ¿prohibir la ayuda humanitaria? Eso ya no es solamente estupidez política, sino genocidio contra el pueblo que supuestamente el dictador quiere proteger.

Por supuesto, no todos los venezolanos padecen esas carencias. La “boliburguesía”, los allegados al régimen venezolano gozan de buena salud, alimentación, dinero y vivir en ambientes bastante saludables. Algunos hasta se dan el lujo de veranear en países europeos (donde no estén requisitoriados). Recordemos que Stalin y su séquito también vivían bien, mientras el pueblo ruso se moría de hambre. El hecho no es nuevo. Los de arriba piden “sacrificios” a los de abajo, mientras los primeros se siguen llenando los bolsillos a costa de los segundos.

Claro, para cierta izquierda no existe violación de derechos humanos. Se trata de un régimen de izquierda. Cualquier carencia que padece el pueblo es culpa del imperialismo yanqui. El “bloqueo norteamericano”, esgrimen. Habría violación si más bien fuese de derecha y se irían hasta la Corte Interamericana para denunciarlo, como ciertas ONG locales que viven de los ddhh.

A estas alturas proclamar “la no intervención” como ha dicho el presidente de México, es dejar libre el genocidio y la discriminación. Olvida AMLO que cuando se trata de derechos humanos hay principios más importantes y necesarios que mirar a otro lado, excusándose de no intervenir por ser “asuntos internos”. Para AMLO morir millones de personas no pasa de ser un “asunto interno”.

El tercer aspecto es la corrupción. Y eso lo hemos podido observar más nítidamente con el caso lavajato. La corrupción existe si el partido o el implicado son de derecha, no hay corrupción o es “perdonada” o atenuada, si es de izquierda. Lula en todo caso habría cometido “excesos” en beneficio del pueblo, pero no corrupción; mientras Michel Temer sí habría sido corrupto. En el escenario nacional sucede algo parecido. Será corrupto si el implicado es de derecha, si es de izquierda es “perdonado”. En todo caso “pecó, pero no delinquió” o fue un ingenuo engañado por “corruptos de derecha”.

Con la corrupción destapada se produce un hecho muy interesante: el corrupto de izquierda usualmente fue un luchador social en su juventud (es el caso de Lula o de Susana Villarán en su juventud), pero llegado al poder, usa los mismos métodos que cualquier corrupto para mantenerse en el poder o sacar un beneficio personal. Y el hecho de ser de izquierda no tiene atenuantes para sus actos. Recordemos que todos somos iguales ante la ley. Viejo principio liberal y sostén de cualquier estado de derecho.

Sucede con lo corrupción lo mismo que con la dictadura o la violación de ddhh. Son condenables sin importar el color político (principios finalistas) o se tiene criterios distintos dependiendo de la afinidad ideológica.