Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
El tema nos puede parecer extraño y hasta lejano. Total,
mientras Europa se desangraba en una guerra religiosa, acá nosotros, en la
Colonia, vivíamos tranquilos a esos avatares. Pero, como todo cambio histórico
que trasciende a las partes involucradas, a nosotros también nos afectó.
Habría que preguntarse cuánto del Perú moderno se lo
debemos a los hoy evangélicos (y antaño luteranos). ¿Qué papel les cupo a las
iglesias evangélicas, afincadas en estos lares, en cambiar hábitos, valores y
principios del peruano común, sobretodo de los sectores populares, y convertirlo en un sujeto emprendedor, parte
de la avanzada capitalista? Creo que no es poco. El trabajo como medio de
agradar a los ojos de Dios y el ascetismo en el estilo de vida fue parte del
sustento ideológico para cambios materiales, incluyendo los económicos. La
ética protestante y el espíritu capitalista como diría Weber.
Fueron esas coincidencias, como la de Lutero quinientos
años atrás, que coincide con el desarrollo del capitalismo y llega a ser, sin
querer, el factor ideológico justificatorio de la nueva época. Algo que de
repente no se lo propuso.
¿Cuánto se le debe de lo que vino después? No poco. La
nueva religión sirvió para que príncipes se independicen del poder central de
Roma, conformando los estados-nación que hoy conocemos.
Luego vendrá la libre interpretación de la Biblia,
poniéndola al alcance de todos en las lenguas nacionales gracias a la imprenta,
el gran invento tecnológico de aquellos años. La libre interpretación dará paso
más tarde a la libertad de pensamiento de los enciclopedistas del siglo XVIII.
¿Qué queda de todo ello 500 años después?
De repente si Lutero renace se sorprendería en lo que
terminó su obra. El ascetismo dio paso a la sociedad opulenta y la creencia en
un dios etéreo cedió al hedonismo dominante. Lutero se extrañaría de ver en
Europa iglesias vacías de feligreses donde antes hervía la fe, y de pastores
evangélicos con signos de riqueza nada envidiables a la de los papas que tanto
fustigó y fue causa del cisma. Quizás su pensamiento se ha vuelto más sutil,
impregnado en la sociedad y los individuos sin darse mucha cuenta.
Es el destino de los grandes cambios, volverse lugares
comunes después.