Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejj2107
Luego de publicada Conversación en la
Catedral, Mario Vargas Llosa (MVLL) publica una novela que causará revuelo
y discusiones de nuevo: Pantaleón y las visitadoras. Sátira al ejército
en una época (1973) cuando el Perú estaba gobernado de nuevo por militares.
En
1963 había sido publicada su primera novela, La ciudad y los perros,
denuncia en el más crudo realismo de la organización militar a través de un
grupo de cadetes del colegio Leoncio Prado. Mezcla de thriller con policial y
utilizando las conocidas técnicas faulknerianas de sus primeras obras, marcó un
antes y un después en la literatura nacional y su inserción internacional como
escritor en lo que se conocería como el boom de la novela
latinoamericana.
Diez
años después MVLL vuelve a la carga de la institucionalidad militar, pero esta
vez en tono de sátira con la novela Pantaleón y las visitadoras.
El
argumento de la novela es bastante sencillo: vista la avalancha de denuncias en
la selva contra los soldados por violar a las lugareñas, causado por el largo
encierro en las guarniciones militares de la amazonia, al alto mando se le
ocurre la idea de implementar un servicio de “visitadoras”, prostitutas que
irán a los destacamentos para satisfacer los deseos carnales de los soldados y
no violen así a las muchachas de la zona. La tarea es encargada al capitán
Pantaleón Pantoja, conocido por sus dotes administrativas e impecable foja de
servicios. La solución parece idónea, entendida la prostitución como un “mal
necesario” en toda sociedad.
Todo
marcha muy bien, pero, como siempre pasa en estos casos, la hubris ciega al
capitán Pantoja, por añadidura se enamora de una visitadora, y el servicio al
hacerse cada vez más notorio, cae por su propia celebridad. La eficiencia mata
el servicio. Como es natural, la alta oficialidad se lava las manos y el
capitán Pantoja es usado como “chivo expiatorio”. Dios perdona el pecado
pero no el escándalo y todo vuelve a la “normalidad”.
Capítulos
enteros son partes, noticias de diarios, cartas personales, informes y hasta
sueños que van desarrollando la trama de la novela. Única oportunidad en que
MVLL ha utilizado en tal proporción “materiales en crudo” para una novela suya.
Otros capítulos son diálogos que suceden en distintos espacios y tiempos,
entrecruzándose diferentes personajes. Sin llegar a la complejidad que utilizó
en Conversación en la Catedral, esta forma de narrar le da bastante
fluidez y dinamismo a la novela.
Y
como subtrama, una secta religiosa que gira alrededor del misterioso “Hermano
Francisco” y que va ganando adeptos entre la gente del pueblo y lo que viene a
ser la clase media iquiteña (cuando Iquitos más era un pueblo que una ciudad).
Ese perfil del Hermano Francisco lo desarrollará posteriormente en el personaje
del Consejero en La guerra del fin del mundo. Sujetos fanáticos,
carismáticos, que se sienten enviados por Dios y que arrastran multitudes.
Otro
personaje secundario que cobra bastante notoriedad es El sinchi. El
periodista radial que con voz engolada vende su opinión al mejor postor. La
venalidad del oficio y que en la segunda versión cinematográfica de la novela
lo encarnó magistralmente el desaparecido Aristóteles Picho.
Así
como el teniente Gamboa de La ciudad y los perros es sancionado por
buscar la verdad en el asesinato del cadete llamado “el Esclavo”; en Pantaleón
y las visitadoras, el capitán Pantoja es igualmente sancionado por la
eficiencia de la organización administrativo-sexual que creó. Como le dice el
general Scavino, su superior al mando, si hubiera sido un servicio mediocre que
funcione a medias nada de esto hubiera pasado. En el Perú se premia la
mediocridad. Cualquiera que resalte es inmediatamente “bajado al piso”. Es la
versión nacional del “palo encebado”. La eficiencia mata al capitán Pantoja.
La
novela cuenta con dos adaptaciones al cine. La primera de 1975 codirigida por
el propio MVLL y que es francamente olvidable. La segunda de 1999 dirigida por
Francisco Lombardi que, tomándose algunas licencias, captó el espíritu de la
novela.
Como
anécdota, el propio MVLL refiere en sus memorias El pez en el agua que
la oposición aprista a su candidatura presidencial de 1990 infundió el rumor
que trataba como prostitutas a todas las mujeres de Loreto, seleccionando
ciertos párrafos de la novela e incitaba a que impidan las iquiteñas cualquier
manifestación del escritor e incluso “tomen” el aeropuerto acostándose en la
pista de aterrizaje para impedir su llegada. Felizmente el incidente no pasó a
mayores y el escritor-candidato fue bien recibido en la ciudad y pudo hacer sus
mítines.
Sátira
por extensión a toda organización, más si se considera venerable, después de 50
años Pantaleón y las visitadoras se deja leer. No ha envejecido. Quizás
algunas palabras ya están fuera de uso del habla popular, pero se deja leer. Es
una de las mejores novelas que escribió el por entonces joven Mario Vargas
Llosa.
*Mario Vargas
Llosa: Pantaleón y las visitadoras. Edición consultada: 4ta edición de
Seix Barral, 1974, 309pp.
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