Monday, August 20, 2007

SECUELAS DEL TERREMOTO

Lo que llama la atención en la secuela del terremoto del 15 de Agosto es constatar una vez más que el Estado se demora en llegar a las víctimas. Los reflejos son lentos, paquidérmicos y existe desorganización y un cruce de competencias entre el gobierno central, regional y los locales. En las horas subsiguientes al sismo se notó la ausencia del estado, a tal punto que no había siquiera un servicio legal a fin de expedir un certificado de defunción y sencillamente se optó por disponer enterrarlos “así nomás”. No había fiscales, no había Reniec, no había municipios y, peor aún, no había alcaldes que tomaron el liderazgo en un momento tan crucial para sus vecinos, hubo incluso uno que desapareció no porque la tierra se lo hubiera tragado, sino porque se metió a su casa o Dios sabe donde, pero sencillamente era inubicable luego del sismo; y en cuanto a los médicos, que hace poco habían decidido iniciar una huelga por aumentos salariales, no querían expedir los certificados respectivos arguyendo marañas burocráticas. El estado brilló por su ausencia.

Las comunicaciones también fallaron. Los teléfonos fijos y los celulares necesarios y vitales en situaciones de urgencia, colapsaron. Algo pasó. Telefónica le echó la culpa a los usuarios que llamaban constantemente; pero, ¿y el ancho de banda no da para cubrir todos los millones de millones de teléfonos que han vendido? Sería bueno que la investigación anunciada no quede en simple gesto.

Otro hecho constatable es que Defensa Civil demostró no estar a la altura de las circunstancias. Si somos un país ubicado en una zona sísmica, lo lógico es que debemos contar con un sistema de Defensa Civil rápido y eficiente para llegar a la zona del desastre. Sin embargo, no pasó eso. Esta experiencia obliga a replantear el sistema, el cual parece adolecer de un burocratismo que lo hace torpe e ineficaz.

Asimismo, sería bueno tener un sistema de almacenamiento de alimentos no perecibles en distintas zonas del país ante cualquier desastre. Los incas sabían en el terreno que vivían y que los desastres, sean terremotos, huaycos, desbordes de ríos o sequías eran naturales, y diseñaron un sistema de almacenaje de alimentos y prevenir así la hambruna. Esa idea debe rescatarse y no esperar a que la sociedad civil done alimentos.

Existe toda una generación de jóvenes menores a los 25 años que no conocieron lo que es un terremoto hasta el miércoles 15. El último gran terremoto que tuvimos en Lima fue en 1974, hace más de treinta años, aunque en realidad el más fuerte fue el de 1970, que lo vivimos quienes estábamos en la mocedad en aquellos años y sabemos que ese terremoto fue mucho más fuerte que el de ahora; sin embargo, para los jóvenes el del miércoles fue realmente “el terremoto”. Todo es relativo, porque para nuestros abuelos el peor de todos fue el de 1940, que nosotros en lo personal no lo vivimos.
El punto es que las personas no están preparadas ante un sismo. Todo el mundo salió desesperado corriendo. Otra vez Defensa Civil o quien deba impartir cursos constantes de prevención de sismos (y de educación de las emociones de los ciudadanos) fallaron de nuevo.

Lo negativo de lo que vino después fue el aprovechamiento de la necesidad de las personas: los artículos de primera necesidad subieron en la zona del desastre, para viajar a Lima más que se duplicaron los pasajes y comenzaron los saqueos. Más allá de las maldiciones que el Presidente les mandó a los aprovechadores del desastre, está el prevenir. Si hubiésemos tenido un sistema de almacenaje de alimentos no perecibles eficaz nada de eso hubiera pasado y de contar con un sistema de defensa civil de reflejos inmediatos con un sistema rápido de ayuda y de ómnibus gratuito para las víctimas y sus familiares no habría especuladores. Pero, el estado falló de nuevo en prevenir y organizarse.

Por lo que cuentan los que han estado en las zonas del desastre, el panorama es desolador, hay ciudades que prácticamente han quedado en escombros y personas mendigando ayuda a la vera del camino, y, a tres días del terremoto, en varios lugares no hay ni luz ni agua, y de paso –ya que hablamos de intervención del estado- han existido burócratas insensibles que han querido cobrar a los deudos por enterrar a sus muertos.

Ojalá que la ayuda que se está recopilando en los puntos de acopio de Lima llegue realmente. Damnificados manifiestan que hasta la fecha no llega nada. He sido testigo presencial (yo mismo llevé mi bolsa de ropa) que las personas están llegando masivamente hasta la explanada del Estadio Nacional y expresando su solidaridad con víveres, ropa y agua. Igual sucede en otros puntos de la ciudad de Lima. Hay solidaridad, espero que esa muestra de apoyo nacional e internacional llegue efectivamente y no pase lo mismo que en el terremoto de 1970 donde el gran apoyo que llegó del extranjero y de todo el país literal y crudamente fue robado por los generales del gobierno militar de entonces y jamás llegó a los damnificados. Espero también que los cien millones de soles que el gobierno ha dispuesto gastar en la reconstrucción, sin el pase por el SNIP u otro sistema de control, sea bien usado. Las ONGs que se dedican a la transparencia del gobierno y del sistema político, así como los medios de comunicación serios deben fiscalizar atentamente ese gasto y la distribución eficiente de la ayuda.

El Estado siempre debe estar presente, pero más presente debe estar en los momentos difíciles de sus ciudadanos, y evitar que funcionarios inescrupulosos y con las uñas largas comiencen a hacer de las suyas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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