Monday, March 03, 2008

POR TELÉFONO NO: PROSTITUTAS SIN CELULAR

La estupidez humana no tiene fronteras ni distingue nacionalidades. A veces pensaba que nosotros (en el tercer mundo o como se dice ahora eufemísticamente “países emergentes”) éramos los abanderados de proyectos descabellados como el del comentario, pero veo que no.

En el Reino Unido no se les ha ocurrido mejor manera de combatir la prostitución que bloqueando los números telefónicos de las prostitutas que anuncian sus servicios en los periódicos de la ”city”. Se parece en algo al proyecto que no prosperó de un congresista aprista que prohibía los anuncios de comercio sexual en los periódicos. Cualquiera podría pensar que él ha asesorado al actual gobierno británico (ver en este blog el artículo Sexo censurado). Pero no, la iniciativa es propia del gobierno laborista que como sucede con todos los gobiernos del mundo ante el desborde de un problema social busca la solución que parece más expeditiva y rápida gracias a que el Estado tiene los medios coercitivos para hacerla cumplir: la prohibición.
La prohibición parece lo más sencillo, pero más allá de las buenas intenciones no pasa de un gesto para lavar las buenas conciencias y sobretodo decir a los electores que el gobierno “hace algo” con respecto al tema.

Sin embargo, la solución no es tan fácil, en vista que frente a una medida de esa naturaleza, la oferta sexual buscará los medios de promocionarse por otros medios a fin de satisfacer la demanda. El ingenio se agudiza frente a la necesidad. Si son bloqueados los teléfonos de los servicios sexuales, se encontrará otras formas de publicitarlo o, como ya se ha aventurado, las prostitutas volverán a las calles con el riesgo que ello implica tanto para el cliente como para la trabajadora sexual.

La prostitución es tan antigua como el mundo. Nadie, ni siquiera los grupos religiosos fundamentalistas han podido erradicarla. Los esfuerzos siempre devienen en un rotundo fracaso. Más que prohibir o considerar delito el pago por servicios sexuales (otra aberración de alguna mente afiebrada en el gobierno de Londres) la prostitución se debe regular, establecer parámetros de calidad del servicio, lugares donde se brinda y -porqué no- hasta el pago de impuestos. Sería más provechoso tanto para los potenciales usuarios como para el propio Estado y por supuesto para las propias trabajadoras del sexo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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