Tuesday, October 14, 2008

“EL KARMA DE GARCÍA”

Según las doctrinas religiosas orientales, el Karma son las acciones de un ser y su retribución. La causa y el efecto. En otras palabras, “pagamos” por nuestros actos, en esta vida o en la siguiente.

El primer gobierno de Alan García estuvo caracterizado por dos hechos que marcaron su administración: la inflación que llegó a niveles astronómicos y la corrupción que también llegó a niveles siderales.

Si bien parecía querer desligarse de estos dos pesados lastres de su primera administración, ambos, poco a poco, subrepticiamente, sin que nadie lo note, han retornado como si se tratase de un destino trágico o de un “karma”. Sobre la inflación, si bien no estamos en los índices hiperinflacionarios de hace veinte años y es justo reconocer que gran parte no es su culpa –como sí lo fue en su primer gobierno-, pero que hay inflación reptante, la hay. Y sobre la corrupción revelada en los audios, donde dos connotados apristas están concertando esfuerzos nada santos a favor de una empresa extranjera para la concesión de lotes petroleros hace pensar como que los viejos tiempos vuelven de nuevo.

La primera pregunta que el ciudadano de a pie se hace es ¿se trata de un caso aislado de corrupción en la actual administración de AGP o pueden existir más casos similares por “desenterrar”? Todo parece indicar lo segundo. Sin ánimo de rasgarnos las vestiduras (en buena cuenta todos los gobiernos han tenido grados más o grados menos de corrupción), la verdad es que los compañeros tienen una vocación por copar las instituciones del estado y medrar de estas en lo cual son campeones, por lo que no sería raro que existan más casos similares. Y no se crea, como han sostenido algunos periodistas venales a favor del régimen, que estamos ante una conspiración o preguntándose masoquistamente quién pagó los benditos audios. Es difícil encontrar ingenuidad en esas preguntas, por lo general más bien existen oscuros intereses cuando se hacen, como queriendo desviar el foco de atención. Lo más sano es reconocer que sí hay corrupción en el presente gobierno, por infantil que pueda parecer admitirlo. Ese reconocimiento dice mucho más de quienes gobiernan que la tesis conspirativa de buscar “tumbarse” –o siquiera “desprestigiar”- al partido en el gobierno, o esgrimir la tesis acusativa preguntándose quién compró los audios, buscando culpables donde no debe ser. Generalmente los halagos o el echar la culpa a los demás (la tesis del “perro del hortelano”) llevan al despeñadero al gobierno de turno. Entre tanto aplauso interesado y lisonja cortesana es fácil perder el rumbo.

Por cierto, cuando se escuchan los audios, hablando con esa familiaridad, lo primero que se viene a la memoria son los videos de Montesinos. Todo “se arreglaba” de la misma manera: con naturalidad, entre amigos, acompañado de algunas palabras de grueso calibre que coloreen la conversa y, por supuesto, “billete de por medio”. El “cuánto hay” se impone. Tarde o temprano llega en el negocio del arreglo. En uno de los audios escuchamos entre ajos y cebollas de manera elegante hablar de “honorarios de éxito”. No coima por favor, eso será para un policía de tránsito, los corruptos de alto vuelo hablan de “honorarios de éxito”. Y en otro audio escuchamos con la mayor naturalidad, aludiendo al ex diputado Rómulo León Alegría, el “manager de la gestión”, a que tiene derecho a “ganarse los frejoles”. Con la mayor concha, como si el tráfico de influencias se tratase del trabajo más respetable y honrado del mundo. Gente curtida en estos menesteres. Precisamente escuchamos al “coordinador” de todas las transacciones, el tristemente célebre RLA, hablar con seguridad y desenvoltura al referirse a los “chanchullos” que hay que hacer para conseguir la licitación. Tiene “labia”, hay que reconocérselo, incluso se jacta de haber realizado “un faenón”. Un tipo con “expertise” en estos asuntos, de eso no cabe duda.

Igualmente llama la atención el desparpajo y la excesiva confianza con que hablan por teléfono los implicados, sin temor a ser escuchados o “chuponeados”. ¿Inexperiencia o soberbia? Creo que es más lo segundo. Tipos que se sienten protegidos por el poder y eso les permite hablar sin inhibiciones. Lo mismo les pasaba a los que se sentaban en la salita del SIN a hablar de sus problemas con el “Doc”: los ganaba la excesiva confianza de estar amparados por los poderosos de turno y que nada les iba a pasar. Y como aquella vez, existe similitud hasta en el show mediático de la “búsqueda del ladrón”. Igual que cuando Fujimori buscaba a Montesinos. Solo que a veces la historia se repite como comedia.
Los audios de la corrupción trajeron cola, se “tumbaron” un gabinete entero, con un premierato que tuvo una buena performance, pero que necesitaba oxigenación y la entrada de un nuevo equipo con Yehude Simon a la cabeza, izquierdista radical reciclado en socialdemócrata y que da un poco de confianza y optimismo frente a los hechos acaecidos (nos reservaremos para otra oportunidad un análisis de lo que pueda ofrecer al país cuando se presente ante el Congreso, pero se trata de un giro de timón hacia la centro izquierda de AGP, real o aparente lo veremos en las próximas semanas). Pero, más allá de lo que pueda augurar la nueva gestión y la defensa que el gobierno aprista ha hecho de sus principales líderes (y sobretodo “blindando” a AGP), tenemos a un gobernante acorralado entre sus dos más terribles “karmas”: la inflación y la corrupción. ¿Podrá salir de ellos?

Post Scriptum: Un lector me comenta sobre el caso de discriminación denunciado recientemente por Morgana Vargas Llosa. Entre audios y corruptelas pasó medio desapercibida la denuncia de Morgana que estando en un conocido restaurante campestre de Santa Clara, sus empleadas del hogar fueron discriminadas por los propios mozos. Segregación racial y social monda y lironda. Nadie se cree que los empleados hayan actuado por iniciativa propia como manifestaron los dueños en sus descargos (es como creer que el grupo Colina “se mandó” por su cuenta sin órdenes superiores) sino que se trata de una política de los propietarios del local. Lo mejor que se puede hacer es no ir jamás a ese restaurante y no recomendarlo, por lo menos hasta que cambie de política y no segregue a las personas. Es el poder que tenemos los consumidores.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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