Tuesday, February 10, 2009

ELUANA ENGLARO

La polémica acerca de dejar con vida o no a Eluana Englaro abre el viejo debate sobre la decisión o no de seguir con vida, avivada por la medida política del primer ministro Silvio Berlusconi de “prohibir” mediante decreto ley se le aplique la eutanasia a Eluana (que felizmente fue vetada por el presidente Giorgio Napolitano).

En las sociedades modernas tomó mucho tiempo y sangre el que las decisiones del poder religioso o político no afecten la esfera privada de la persona, la cual debe ser respetada a pesar de creer la autoridad que se encuentra en error. Las guerras religiosas desatadas en Europa entre los siglos XVI y XVII dieron nacimiento al respeto a la libertad de conciencia, piedra angular de lo que conoceríamos después como los derechos individuales de la persona. Por eso cuando “en nombre de Dios” se quiere impedir que un individuo deje de existir si es su decisión (o la de su familia de no poderla tomar él mismo) violentando el propio libre albedrío del ser humano, estaríamos a un paso de la intolerancia y la arbitrariedad al pensar que estando el otro equivocado a mi me da patente para intervenir en sus decisiones. Ese pensamiento ha llevado siempre a las peores intolerancias que ha registrado la humanidad, que no son pocas.

La decisión de dejar o no con vida a una persona en estado vegetativo está relacionada con las creencias religiosas fuertemente conservadoras en la Italia de hoy, donde un Vaticano celebró la decisión de Berlusconi de intervenir en un hecho que estaba íntimamente en la esfera personalísima del afectado o de sus familiares. Cuando una institución, sea la Iglesia o el gobierno, quiere interferir en las decisiones de los particulares generalmente los resultados son nefastos. Eso es lo que está sucediendo con un gobierno aupado en una jerarquía eclesial que ve con buenos ojos las invasiones de la esfera íntima de los ciudadanos. Los fundamentalismos no solo se producen entre ciertos sectores musulmanes, sino también en la derecha europea con el beneplácito de la iglesia católica.

Es que esa decisión de intervenir por parte del presidente del Consejo de Ministros suena a fascismo puro (aparte que jurídicamente no pueden existir leyes con nombre propio y menos cuando existe una sentencia judicial de por medio a favor de aplicar la eutanasia), cuando en la Italia de los años 30 y 40 “en nombre del Estado” el gobierno intervenía hasta en las más íntimas decisiones de los particulares. Lo sano es que en una sociedad democrática y abierta la decisión de vivir o no esté en las manos de la propia persona o de sus familiares más cercanos cuando esta no puede tomar una decisión por si misma como la de Eluana que se encuentra en estado vegetativo desde hace 17 años.

Vivir o morir es un acto que se encuentra en la esfera íntima de cada uno de nosotros y nadie ni nada puede intervenir en la decisión que tomemos. Si somos creyentes asumiremos las responsabilidades con nuestro creador, si no lo somos asumimos nosotros mismos nuestra responsabilidad ante la sociedad; pero, en ninguno de los dos supuestos pueden intervenir instituciones o personas de fuera, sea porque invoquen el nombre de Dios o el del pueblo.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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