Thursday, November 12, 2009

LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN: VEINTE AÑOS DESPUÉS

Los muros representan simbólicamente separación, desunión, segregar el uno del otro; pero también significan mecanismo defensivo, de protección, de temor hacia el extraño, el diferente a uno, por lo que su significado es doble: diferenciación, pero también miedo, ambivalencia que tenemos en lo más íntimo y primitivo de nosotros.

Así, el muro que se yergue en Oriente para separar a palestinos de judíos, significa también temor al otro, a que vaya a “invadir” lo que “nos pertenece” o defender “nuestro territorio”. El que se construye a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México ni que se diga. Los latinos son considerados “los nuevos bárbaros”, a los que se tiene que separar de la riqueza anglosajona y la pureza “WASP”. Y, el muro de Berlín no fue la excepción.

Construido en plena guerra fría a fin de marcar la diferenciación entre dos formas de vida, de visión del mundo y de ideologías contrapuestas, fue uno de los “puntos de presión” en los juegos de poder de las dos superpotencias de ese entonces: Estados Unidos y la extinta Unión Soviética. El socialismo o el capitalismo parecían dos opciones irreconciliables de las que se debía elegir una u otra. Visión excluyente, era muy similar a la visión irracional entre protestantes y católicos que marcaron las guerras religiosas de Europa en el siglo XVI. El ser humano no aprende.

Como siempre sucede en la historia, la fecha celebrada tiene más de simbólica que de real, algo así como el 14 de Julio de 1789, parte aguas entre dos épocas. Es cierto que “la caída del muro” estuvo antecedida de un lento pero progresivo deterioro del bloque socialista, que se aceleró en los años previos, con la crisis terminal de la Unión Soviética y las reformas de Gorbachov y su equipo, posiblemente contraproducentes y aceleradoras de la extinción definitiva. Claro, en esos años nadie se dio cuenta, ni los más conspicuos analistas pudieron predecir lo que se vino luego, ese análisis fue tarea de la historia.

Pero, ¿qué queda veinte años después? La verdad que el mundo posterior a la caída del muro no fue muy halagador que digamos. El capitalismo como único sistema económico y sin competidor cercano ha ahondado las desigualdades sociales, la globalización económica y el modelo no han sido propiciadores de cerrar brechas sociales, sino todo lo contrario, tenemos “islas de prosperidad” en un mar de pobreza. En cuanto a la democracia como sistema político del capitalismo, si bien es un sistema casi universal y que ahora nadie discute, sin embargo el proceso de democratización en algunos países es más remedo que autenticidad, más fachada que realidad, como en la Rusia de Putin, la Venezuela de Hugo Chávez o el Perú de Fujimori en los noventa. La autocracia y hasta los tintes dictatoriales están allí, presentes y agazapados.

No es un mundo muy bello que digamos (y no comentemos los críticos problemas ambientales para no caer en el pesimismo). Este mundo más se parece a las “distopías”, a las pesadillas que fueron concebidas por escritores y artistas; y sobretodo no hay sueños de un mundo mejor, de un “paraíso en la tierra”. El hombre desde que tomó conciencia de si ha tenido sueños, visiones de mundos mejores que el existente, ahora no tenemos nada de ello; en su reemplazo solo hay un intolerante fundamentalismo religioso, un nacionalismo bastante chato y vulgar practicado por algunos, y un neoliberalismo simplón e indigente en ideas.

Quizás como lección nos queda que es inútil edificar cualquier torre de Babel que quiera ascender al cielo y que más bien sus peldaños pueden conducir al infierno del sectarismo y la idiotez humana.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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