Tuesday, August 12, 2014

HENRY PEASE

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejjlaw@yahoo.es

 Considerado como Cristiano de izquierda, aquellos que suscribieron la teología de la liberación y la llamada “opción preferencial por los pobres”, fue uno de los pocos intelectuales que en los años setenta renovó el pensamiento de la izquierda en el Perú. Su principal obra, El ocaso del poder oligárquico, la escribió alrededor de los treinta años. Certero análisis del fin de la oligarquía en nuestro país.

Docente universitario y promotor cultural desde la ONG Desco -que la dirigió por largos años-, incursionó también en la política, primero como Teniente Alcalde del recordado Alfonso Barrantes, y luego, en 1990, como su tenaz opositor para las presidenciales; recreando, quizás sin querer, “la maldición bíblica” del divisionismo en la izquierda. Aquellas elecciones de 1990 significaron el fin de la ola electoral más importante que haya conocido la izquierda peruana. En el interregno fujimorista fue constituyente; pero su mejor participación en la praxis política fue a inicios del 2000 bajo el emblema de Perú Posible, en ese entonces movimiento de centro izquierda. Congresista y presidente del Parlamento, realizó una de las mejores propuestas de reforma de la Constitución del 93, la cual, por intereses diversos (incluyendo intereses subalternos de un ala del toledismo) quedó archivada. Decepcionado de la política criolla, al igual que por razones de salud, se refugió en el mundo académico, su hábitat natural. Hace poco había presentado la revista del Post Grado que dirigía en su alma mater de siempre, la Universidad Católica.

Hombre de contrastes, como muchos intelectuales de izquierda realizó el espinoso tránsito de una visión radical que despreciaba el sistema democrático por considerarlo subalterno a los intereses de clase (tengo un librito que publicó a fines de los años setenta, Mitos de la democracia, donde decía pestes de la democracia representativa) a un convencido de las bondades y los valores de vivir en democracia. En ese sentido fue un converso. Y, como todo converso, tenía más fe en las creencias adquiridas que aquellos que no lo son. El fin del socialismo real, el propio empequeñecimiento de la izquierda nacional, el terrorismo demencial de Sendero Luminoso, la década autocrática de Fujimori, lo convencieron, como a muchos, que el sistema democrático es un constante hacer, más en nuestro país, y no será una maravilla, pero permite convivir en tolerancia a fuerzas sociales y políticas opuestas, y resolver sus diferencias en forma más o menos pacífica. De ese tránsito y la reflexión de su experiencia en el Congreso, nace otro libro interesante, Reforma política, llevando como sugestivo subtítulo Para consolidar el régimen democrático. Lamentablemente las propuestas que plantea Pease nunca fueron acogidas por la “clase política”, prefiriendo esta no autoreformarse. Las consecuencias las vemos hoy día.

Hombre de sólidos principios -cosa rara en el mundo político-, esperemos que su sensible fallecimiento signifique la reedición de muchas de sus obras, ahora solo ubicables en “librerías de viejo”. Una edición crítica de sus obras completas sería el mejor homenaje. Por lo menos su universidad de toda la vida, la PUCP, se lo debe. No vaya a suceder como pasa muy frecuentemente en el Perú, donde muchos intelectuales luego de muertos son olvidados hasta por sus mejores amigos, y si no es por la labor abnegada de una viuda o unos hijos que, muchas veces, con su propio peculio logran publicar sus obras después de muerto, su legado se pierde en la noche de los tiempos. Ojalá eso no suceda con Henry. Descanse en paz.



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