Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
Veo difícil que la izquierda logre
política y electoralmente algo interesante el 2016. No es necesario ser zahorí
para darse cuenta de ello. Como alguien dijo sarcásticamente, quizás sea el 2021… o el 2026.
Si bien la consigna los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra,
ha generado un movimiento juvenil a fin de licenciar a la “vieja guardia” de la
zurda, aquellos que ocuparon la escena oficial de la izquierda por cincuenta
años y que fueron directos responsables de la debacle del movimiento popular socialista;
de aquellos que vacilaron en desmarcarse en su debido momento de Sendero
Luminoso y el terrror asesino; de los que corrieron tras los petrodólares de
Hugo Chávez, del “comandante” y el seudo
“socialismo del siglo XXI”; de los que ahora callan la violación sistemática de
los derechos humanos en Venezuela; lo cierto es que los cuadros jóvenes que
desean reemplazar a la vieja guardia conservan las viejas ideas que dieron con
el fin de la izquierda como alternativa democrática-electoral hace veinticinco
años atrás.
Hasta donde conocemos, el término cuadro proviene de la terminología
militar y aludía a aquellos mandos intermedios del ejército que podían
movilizar tropas inmediatamente en caso de guerra. En la jerga de la izquierda
la voz alude al operador político por excelencia y que en los tiempos de las
catacumbas e ilegalidad de los partidos socialistas, era el mando intermedio
entre la dirigencia –casi siempre en la clandestinidad- y la base partidaria.
Por consiguiente, un cuadro era alguien preparado ideológica
y políticamente, con don de mando, sentido crítico, pero que acataba –cual fiel
soldado- las directivas de los mandos partidarios superiores, perteneciente por
convicción y fe a un partido político determinado. Y, al tomar el poder, el cuadro era pieza clave en la reforma del
estado y la administración pública, por la convicción y mesianismo del trabajo
realizado. No se trataba de un tipo rentado, sin fe ni convicción, como suele
ocurrir actualmente en los partidos caudillistas y los partidos empresa, y que bien puede operar a favor de un partido hoy
y mañana por otro. El cuadro nacía y
moría en su partido.
Cuadros a ese nivel son poquísimos y
algunos dicen que son una especie en extinción, lo que explica que les cueste
desmarcarse del pasado. Nadie duda de la integridad moral o ética de Verónika
Mendoza o Sergio Tejada; pero son cultores de las viejas ideas
estatistas-autoritarias que torcieron una voluntad de cambio democrático en la
izquierda peruana, de convertirla en una izquierda moderna, como las que
existen en Chile o Uruguay. Parafraseando a Lenin, podríamos decir que se
encuentran en una fase de infantilismo de izquierda, de puro voluntarismo más
que de realismo político.
Electoralmente, así solo consiguen la
adherencia y fervor del gueto, de los que sienten y viven la autocracia y el
desdén de los valores democráticos. De los que ven la democracia como medio y
no como fin.
Y cada vez me convenzo más que para
dirigir las riendas del estado, y sobretodo de un país complicado como el
nuestro, se requiere mucha experiencia; más que diplomas y doctorados de
Harvard o La Sorbona, haber comenzado en los puestos más sencillos de la
administración pública y conocer como es “el monstruo por dentro”; así como
tener carrera por el partido que postula, haber ascendido de los puestos más
bajos del escalafón hasta arriba, algo que ahora es casi imposible por la
crisis de los partidos y cambios frecuentes de camiseta. Como dirían nuestros abuelos, Verónika y
Sergio están muy “pichones” para tamaña empresa.
Hay
que matar al padre, es cierto (aludiendo al dictum de licenciar a la vieja dirigencia partidaria de izquierda);
pero también hay que matar ciertas ideas y símbolos que no corresponden a los
tiempos actuales. Necesitamos una izquierda moderna y democrática, así como una
derecha liberal. Verdad de Perogrullo, pero lo evidente es que no contamos ni
con la una ni con la otra.
Tal como va, difícilmente la izquierda
será una alternativa política seria. Ni el 2016, ni el 2021, ni el 2026.
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