Monday, October 08, 2007

A CUARENTA AÑOS DEL CHE

El ícono por excelencia del marxismo latinoamericano es y será el “Che” Guevara. Su muerte, en 1967, lo cubrió del aura romántica necesaria para convertirlo en leyenda y símbolo de los anhelos de un mundo mejor de toda una generación, traspasando fronteras, épocas y siendo parte del imaginario social más allá del contexto en que le toco vivir: los apasionantes años sesenta.

Goethe, a propósito de Napoleón, decía que uno debe morir en la edad exacta. El Che cumplió con ese cometido; cosa distinta hubiera sido de haber sobrevivido y muerto de viejo. Nadie lo recordaría. Es más, de repente –de continuar viviendo- hasta habría variado de posición política. Pero, murió en la edad exacta y con ese mito de aventurero e idealista con que remontó a la muerte. Polos, afiches y ahora películas dan cuenta del Che. El Mayo francés de 1968 lo tuvo como símbolo. Muchos no saben quien fue, pero tienen su imagen en la ropa o en su computadora. Incluso Hollywood ya se apropió de su imagen, lo cual tarde o temprano iba a suceder. El Che es “filmable”, así como lo ha sido el personaje creado en torno a Eva Perón. (Al personaje histórico se le conoce más por la ópera rock y película Evita y por la recordada canción Don’t cry for me Argentina que por los hechos propios que marcaron su vida, algo similar ha sucedido con el Che).

Una ideología, sea política o religiosa, necesita mitos, leyendas, íconos, eso fortalece a las masas, eleva su moral y fe en el sistema ideológico y cohesiona a los cuadros con una esperanza a futuro. La emoción que produce el mito y el reforzamiento doctrinal apoyado en este, es superior a mil argumentos racionales. El “hombre-mito” sirve de guía para la acción, se convierte en leyenda y es por tanto indestructible, sobretodo si ya está muerto. Un ejemplo en el ámbito religioso es Jesús, en el socialismo marxista es el Che.

Por eso, más allá de las conmemoraciones que se realizan en varios países por los cuarenta años de la muerte del Che, con Cuba, Venezuela y Bolivia a la cabeza, y de la imagen mítica que se tiene del personaje, sería bueno saber si su idealización corresponde a la realidad o es una exageración. Parece que como sucede con otros personajes de la historia, la leyenda cubre a la realidad, el mito al hombre, lo que origina más una religión laica en torno al personaje que un acercamiento crítico constructivo y desmontaje del mismo tal como fue.

¿Fue necesario el viaje a Bolivia a hacer la revolución o fue una “trampa” para deshacerse de él urdida por Fidel Castro como dicen sus detractores?

Ambas hipótesis son creíbles. A favor de la primera abona su irreprimible sed de aventura, su idealismo, y que el “foquismo” era todavía una teoría que los grupos alzados en armas pensaban se podía repetir en otros países fuera de Cuba. Por lo que no sería extraño que conociendo el carácter del Che y sus ideales socialistas, haya dejado su cómoda posición de alto funcionario del régimen cubano y se internara en la selva boliviana. El argumento en contra estriba en que el “foquismo” (iniciar la revolución en un lugar determinado y de allí irradiarlo a todo un país) ya había demostrado su fracaso en Venezuela y Perú. Entre nosotros, el poeta Javier Heraud entregó su vida en las selvas peruanas, y otros, como de la Puente y Uceda (escindido con otros jóvenes más del Partido Aprista y conformantes del APRA Rebelde) pagaron con la cárcel su alzamiento armado. Sin embargo, en los grupos intelectuales de izquierda de la América Latina de los sesenta el “foquismo” todavía era considerado viable para llegar al poder por medio de la lucha armada. Considerando esos argumentos, y que el Che posiblemente se “estaba aburriendo” detrás de un escritorio, así como que su carácter más lo inclinaba a la acción, es creíble que haya abandonado Cuba para comenzar la revolución en otros países, a semejanza de lo que hizo junto a otros jóvenes en los años cincuenta en la Cuba de Batista. La idea “de iniciar la revolución” en otras latitudes no era tan descabellada, por lo menos en el papel.

La hipótesis de la “traición” de Fidel enviándolo maquiavélicamente a las selvas bolivianas a que muera en una acción suicida, es menos sostenible debido a que no existen medios probatorios idóneos que la refuercen. En el plano hipotético es factible, si tomamos en cuenta cómo terminaron muchos de los que acompañaron a Fidel en la primera hora de la revolución. Las “purgas revolucionarias” siempre han sido bastante frecuentes para deshacerse de los rivales políticos, que son eliminados, encarcelados o desterrados. La revolución se come a sus propios hijos en las despiadadas luchas por el poder, sucedió en la revolución francesa, en la revolución rusa, en la revolución china e indudablemente también en la revolución cubana. Así que la hipótesis de “deshacerse” de un rival político incómodo tiene cierta credibilidad. El punto débil de la hipótesis está en que no existen documentos o declaraciones testimoniales altamente fiables que la refuercen y no solo las declaraciones de los anticastristas, que por su posición política no gozan de mucha credibilidad. Por ejemplo, se cita que el Partido Comunista Boliviano no lo ayudó al Che y lo dejo a su suerte, sin apoyo logístico, por lo cual –se deduce- Fidel estaría detrás de esta falta de colaboración del PC local. Los que se amparan en la nula colaboración del PC hay que tomar en cuenta que los Partidos Comunistas de la época no estaban muy convencidos con la teoría del foquismo, al pensar que no estaban dadas todavía las “condiciones” para la lucha armada, por lo que se apostaba por agudizar las “contradicciones” entre la burguesía y el proletariado que el alzamiento armado propiamente. Tampoco Heraud, ni de la Puente y Uceda recibieron ayuda del PC peruano, la lucha armada fue la decisión bastante voluntarista de un grupo de jóvenes idealistas. Por ello, va a ser necesario esperar pacientemente a que se abran los archivos en Cuba una vez muerto Fidel o derrumbado el régimen para saber la verdad y comprobar si la hipótesis de la traición tiene sustento.

Todavía falta escribir una historia objetiva sobre tan rico personaje como el Che. Habrá que esperar un poco más, por el momento solo veremos en la conmemoración de los cuarenta años de su muerte el reforzamiento del “hombre mito” para un fin político: desfiles, discursos oficiales, estatuas y toda la parafernalia que más dice de una leyenda que de un hombre de carne y hueso. Esa asignatura está pendiente por el momento, pero creo que cuando se lleve a cabo mucho del mito quedará resentido, mucho de la leyenda caerá en el olvido y surgirá el hombre desnudo tal como fue.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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