Saturday, October 31, 2009

JALOGÜIN

Cuando era niño no existía la celebración del “Jalogüin” –como decimos por estos lares-. Para los niños el 31 de Octubre era un día común y corriente, sin ninguna expectativa de fiesta o de salir por caramelos y dulces; más bien los adultos se preparaban para ir a Peñas o celebrar en casa el día de la canción criolla. Recuerdo haber ido a una de esas fiestas de “rompe y raja” donde se servía aguadito y la música no era de una radio o un fonógrafo sino de cantantes criollos en vivo. Sí, las fiestas eran populares y en callejones de un solo caño. Montes y Manrique eran los emperadores de un género que parecía eterno.

El “Jalogüin” vino en los ochenta. Penetró por los colegios más “pitucos” y de allí por actitud imitativa –como diría el sociólogo Thorstein Veblen-, ayudado por los medios de comunicación, fue bajando a las demás clases sociales. De ser una celebración elitista circunscrita a Miraflores o La Molina, pasó a ser celebración popular y representarse en distritos tan variados como Villa El Salvador o Comas. En fin, la moda que le dicen. Y las típicas calabazas un tanto siniestras al principio han cedido el paso a otras más alegres y festivas, amen de los disfraces que, cual carnaval, usan los infantes en “la noche de todas las brujas”.

Como uno va cambiando de opinión e ideas conforme pasa por la vida (como dice el adagio “solo Dios y los tontos no cambian”), en mi juventud la música criolla me parecía bastante cojuda, tonta e insípida, no le prestaba la mínima atención. Ahora, en los últimos años, he comenzado a apreciarla junto al bolero. O mejor dicho a saborearla, porque se la debe escuchar como si se tratase de beber una copa de buen vino. Creo que uno debe pasar por muchas decepciones en la vida para paladear esas letras que parecen cursis a primer oído. Por eso, este 31 celebraré en privado el día de la canción criolla, de repente viendo la película de terror Halloween de ese maestro del cine de “serie B” que es John Carpenter, que la tengo en un viejo VHS, mientras bandas de niños recorren las calles gritando “Jalogüin”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, October 27, 2009

EL ESTADO CHAMBEADOR

La reciente decisión del presidente de la república en el sentido de laborar el sector público sábados, domingos y feriados ha causado revuelo no solo legal sino pánico entre algunos burócratas (amen de algunos colegas de la ilustrísima orden que comenzaban a vociferar a voz en cuello el típico calificativo de “inconstitucional” contra la norma en cuestión).

Si bien el presidente retrocedió en su decisión inicial para terminar todo en un decreto de urgencia que precisa una atención relativa al usuario en los días inhábiles, de todas maneras invita a reflexión, sobretodo teniendo en cuenta que, por una razón u otra, un tercio de los días del año son inhábiles para la burocracia estatal. Pareciera que mentalmente nos encontramos todavía en la época de la Colonia, con abundantes días festivos, procesiones y poco trabajo.

Es cierto que una burocracia mueve el aparato del estado. Es necesaria tanto en los países desarrollados como subdesarrollados. Ya en el siglo pasado Max Weber sostenía fundadamente sobre su importancia. Que esa burocracia se autofija ciertas prebendas desde sueldos hasta días pagados sin trabajar también es cierto. Pero no menos evidente es que el estado debe estar al servicio de la sociedad y no al revés. Es decir, el estado para ser eficiente debe brindar un servicio adecuado al ciudadano, quien lo mantiene con el pago de sus impuestos. Sin embargo, vemos que la burocracia estatal tiene abundantes privilegios sin el correspondiente servicio idóneo, como los “feriados puente”, donde se paraliza toda actividad pública por cuatro o cinco días, lo cual muchas veces resiente al sector privado al estar mutuamente relacionados. Hace poco, en el último feriado puente, constaté personalmente como tres colegios públicos tenían las puertas cerradas. No hubo clases, solo en un colegio del distrito de San Juan de Miraflores el director o la directora “se compró el pleito” con los docentes del Sutep y funcionó con normalidad. Si la educación es uno de los principales servicios que presta el estado, la pregunta obvia es cómo se puede dar el lujo de desperdiciar un día de labores. Y no me digan que será “recuperado” posteriormente. Esa recuperación jamás llega. Y así pasa en las demás dependencias estatales.

Volviendo a la eficiencia pública, la reforma del estado pasa por ella. No puede existir reforma sin eficiencia, y uno de los componentes de esta última es la calidad del servicio que brinde al ciudadano. Es cierto también, como dicen los administradores, que mayor cantidad no significa mayor calidad, por lo general es al revés, la calidad se deteriora por la excesiva cantidad, por lo que siguiendo con el silogismo, la medida decretada no necesariamente significaría mayor eficiencia, posiblemente sea al revés.

Creo que la decisión del “estado chambeador” debe ser pulida, refinada. Quizás se pueda comenzar abriendo mesas de parte, habilitando días, aperturando nuevos turnos y atendiendo las dependencias públicas en todas sus áreas los sábados hasta el mediodía, incluyendo los órganos de administración de justicia, los colegios y universidades estatales (como profesor me doy cuenta del deplorable nivel de un alumno egresado de colegio público y los “vacíos” que tiene su formación cuando ingresa a la educación universitaria); y, por supuesto, eliminando los nefastos “feriados puente”. Todo organizadamente, con ensayos focalizados en pequeñas muestras, no “a la loca”. Eso sería una buena señal.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, October 20, 2009

SOBRE LOS COLEGIOS PROFESIONALES: A PROPÓSITO DEL PROYECTO DE UN COLEGIO DE HISTORIADORES

Los colegios profesionales se remontan a la edad media cuando los distintos oficios reunidos en gremios protegían a sus partícipes de toda competencia foránea y para ejercer un oficio se debía pertenecer necesariamente al gremio correspondiente bajo pena de no poder ejercerlo. Actualmente los gremios profesionales tienen fuerza en las sociedades más abiertas como la norteamericana, donde el poder de la barra de abogados de cada estado se hace sentir en los circuitos de justicia federal. Igualmente para ejercer en Hollywood alguna profesión relacionada con la industria del cine previamente se debe estar agremiado en alguno de los sindicatos que agrupan a artistas o técnicos, caso contrario no se podrá laborar.

En nuestro medio, el gremio más amplio y respetado es el del Colegio de Abogados de Lima, siguiéndole en cantidad de afiliados, muy de cerca, el gremio médico y el de los contadores; sin embargo, existen otros gremios profesionales que naufragan en la sobrevivencia extrema como el Colegio de Sociólogos, el de Periodistas y el recientemente creado de Profesores (que a pesar de su número se encuentra debilitado por problemas internos).

En principio, cabría hacerse la pregunta si los colegios profesionales (que son una suerte de gremio) deberían existir. Creo que no. En una sociedad democrática y abierta no deberían existir gremios (sí organismos reguladores, que son otra cosa), sino que las profesiones deberían ser libres de ejercer. Sin embargo, por el momento, fácticamente ello es imposible y deben existir ciertos gremios que agrupen a las profesiones “más liberales” (por ponerlo en esos términos). Así, por ejemplo, debe existir un colegio de abogados (en realidad existen varios en el Perú), otro de médicos u otro de contadores, profesiones liberales por excelencia; pero, ¿se justifica un gremio de sociólogos, otro de profesores u otro de historiadores como pretendió el proyecto aprobado en la Comisión de Educación del Congreso en la legislatura pasada y su correspondiente inscripción obligatoria de quienes ejercen tan noble oficio?

La verdad que no. Un gremio se entiende creado para un fin práctico (agrupar a los profesionales bajo una institución de derecho público que ejerza su representación e intereses, le otorgue servicios y fiscalice la conducta ética y profesional de sus agremiados). En el caso de los sociólogos e historiadores se dedican casi exclusivamente a la docencia (ni que decir de los profesores), y en el caso específico de los historiadores generalmente vienen de otros campos como el derecho, la antropología o la sociología y no obtienen la licenciatura porque para la docencia no les hace falta (“saltan” del bachillerato a la maestría y luego al doctorado). Se entiende, por su propio nombre, que la licenciatura otorga “licencia” o permiso para ejercer determinada profesión, permiso que en teoría solo lo concede el estado (por eso los títulos profesionales son emitidos “a nombre de la Nación”).

De allí que sea importante que obtengan la licenciatura o permiso los profesionales liberales, pero un historiador o un sociólogo no, ellos se van a circunscribir casi exclusivamente a las aulas y nada garantiza que una colegiación –previa licenciatura- mejore la calidad del historiador, dado que las mejoras de la calidad profesional se establecen por otros parámetros, no por una agremiación forzosa como la que se pretende con los discípulos de Herodoto.

El proyecto, de aprobarse, solo traería mayor burocracia y que historiadores autodidactas de muy buen desempeño tengan que abandonar las aulas, pudiendo ocurrir lo que sucedió al establecerse la obligatoriedad de ser docente titulado para enseñar en un centro educativo: la mediocridad total. Asimismo, siguiendo con la lógica del proyecto (inspirado por uno elaborado por la Asociación de Historiadores Región Sur Arequipa), a futuro tendríamos que crear también un colegio de escritores o un colegio de artistas plásticos, y todo aquel que no esté colegiado no podría publicar una novela o presentar una exposición de pinturas. El absurdo total.

Esperamos que el proyecto sea archivado definitivamente y se deje en paz a los pobres historiadores, que para burocracia ya tenemos bastante.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Tuesday, October 13, 2009

EL ZAMBO CAVERO

La muerte de Arturo “Zambo” Cavero fue aprovechada por los políticos y en especial el oficialismo, comenzando por el presidente de la República que declaró hasta día de duelo nacional el domingo 11 de Octubre. Todo este teatro ha contado con el beneplácito apoyo de los medios masivos de comunicación los que, sin ruborizarse, se subieron al carro del lagrimeo fácil. Como dice César Hildebrandt en el artículo que reproduzco a continuación, muchos peruanos ilustres murieron en el olvido y la absoluta ignorancia de sus connacionales, y sin desmerecer las cualidades del bardo criollo ni el homenaje que se merece, como bien señala Hildebrandt “Hasta para las lágrimas teatrales hay un límite”.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


César Hildebrandt
Zambo Cavero

No tengo duda de que el Zambo Cavero era un ídolo popular.

La pregunta que tengo que hacer, desde el más modesto de los estupores, es si somos justos en este asunto de los funerales y los repartos póstumos.

Por ejemplo, un día, hace muchos años, se nos murió Juan Gonzalo Rose y, claro, la noticia salió en páginas interiores (y la TV ni siquiera la dio). Y como los apristas lo habían despedido del Instituto Nacional de Cultura, ningún discípulo de Haya se presentó al velorio.

Y esto que Juan Gonzalo fue uno de los grandes de la poesía. Grande de verdad.

Otro día, muchos años después, se murió, con los pulmones hechos puré, Félix Álvarez y la noticia ni siquiera salió en los periódicos. Álvarez era un escritor sólido, un erudito oceánico y una de las mentes más agudas del Perú (porque, aunque nació en España, adoptó nuestro país como el suyo).

Alejandro Romualdo –otro poeta mayor y tempestuoso- se convirtió en una breve noticia policial cuando se murió a solas, como había querido, en su casita de San Isidro el año 2008.

Y no me acuerdo de que le hayan dado tantos júbilos de velatorio a José Adolph, el prolífico escritor de ciencia ficción, ni a Gustavo Pons Muzzo, maestro con mayúsculas, ni a Javier Mariátegui Chiappe, hijo del amauta José Carlos y desaparecido en el mismo año 2008.

¿Y cuántas transmisiones en vivo y de cuerpo presente hubo por la muerte de Constantino Carvallo, el gran educador? ¿Y por la de Pedro Planas, muerte precoz y más injusta que ninguna otra? ¿Y por la de Hugo Garavito? ¿Y por la de Sofocleto?

Paco Bendezú, poeta que tenía la gracia de la inocencia perdularia, murió de un cáncer desatendido en Neoplásicas, en la miseria y socorrido apenas por unos pocos amigos fieles. ¿Cuántos centímetros cuadrados le dedicó la prensa escrita peruana? ¿Y cuántos minutos la televisión embrutecida que pretende encuadernarnos?

¿Cuántas lágrimas se derramaron por Washington Delgado, poeta excepcional y empobrecido profesor de San Marcos?

Ninguna. Quizá porque no cantaba “Contigo Perú” sino que anunciaba: “Yo construyo mi país con palabras”. O porque no era amigo de Alan García. O porque vivió y murió en un país que cada vez más se parece a Fahrenheit 451, la ficción de Bradbury en la que los libros se persiguen y se queman.

Ayer, en pleno aquelarre funeral, escuché a Raúl Vargas –esa decepción generalizada, ese gourmet de sí mismo -alabar el seco de gato que Zambo Cavero comía y alentaba como potaje nacional y contribución a las misturas de Gastón.

Apagué la radio. Se puede ser un poco tonto (todos lo somos), pero hay un límite.

Hasta para las lágrimas teatrales hay un límite.

Adiós Zambo Cavero. Como que no te merecías las lloronas de encargo que se morían por salir en la tele y en la radio.
DIARIO LA PRIMERA 11.10.09

Tuesday, October 06, 2009

TIAN'ANMEN: 20 AÑOS DESPUÉS Y A 60 DE LA FUNDACIÓN DE LA REPÚBLICA POPULAR CHINA

Como que pasó medio desapercibido los veinte años de la masacre en la Plaza Tian'anmen. Como que al dragón chino no se le quiere recordar en su sesenta aniversario que se perpetró una masacre de estudiantes que reclamaban mayores libertades y que frente a ello el Partido Comunista Chino optó por utilizar la fuerza. A sangre y fuego. Nunca se conoció la cifra exacta de muertos, pero se estima que pasaron los 2,500. Tian'anmen fue el termómetro de hasta donde el gobierno chino puede permitir libertades. Diez años atrás habían comenzado las reformas económicas de corte capitalista, lo que trajo un aumento de la población urbana, y donde hay ciudades que crecen existe mayor conciencia de lo que implica ser ciudadano. Las reformas económicas trajeron una liberalización de las fuerzas productivas y, por ende, una mayor libertad. Fue el ciclo que se produjo en los países de Occidente que optaron por el sistema capitalista: mayor liberalización de las fuerzas económicas, mayor libertad para el ciudadano. Capitalismo y democracia se encuentran íntimamente unidos. Sin embargo, en China se eligió un modelo sui generis, el capitalismo de estado, donde el partido comunista tiene el poder político pero deja que las fuerzas económicas privadas sean quienes muevan el aparato productivo. Se le llama comúnmente “socialismo de mercado”, suerte de híbrido que permite la explotación “salvaje” capitalista y a su vez la “represión” bien comunista (“dictadura del proletariado” que le dicen).

Diez años después de las reformas, los estudiantes comenzaron una serie de protestas que comenzaron a mediados de Abril y culminaron el 4 de junio de 1989. Al parecer el gobierno chino prefirió que lo de Tian'anmen sirva de escarmiento para futuras protestas y por ello utilizó la fuerza y no la negociación. Sin embargo, produce escalofríos pensar en el capitalismo generado en China y que sirve de modelo para otros países. Comparado con los de Occidente, estos últimos van a parecer el paraíso, en contraste con la dureza del “socialismo de mercado”. Tian'anmen lo confirmó y los 60 años de la República fundada por Mao Tse Tung como una república socialista de los trabajadores, lo ratifica.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es