Tuesday, September 28, 2010

VENEZUELA OTRA VEZ

Fujimori comenzó en los noventa una saga de presidentes elegidos democráticamente que, una vez en el poder, vacían las instituciones democráticas, establecen alianzas de facto, logran una amplia clientela política, modifican la constitución para reelegirse indefinidamente y se convierten en presidentes- caudillos con ínfulas de perpetuarse indefinidamente en el poder. Es lo que ha venido en denominarse “el cesarismo democrático”.

Luego “la receta” la han continuado presidentes “de izquierda”. Chávez el primero de ellos, con una continuidad por más de diez años en la presidencia venezolana.

Las recientes elecciones legislativas marcan la entrada de la oposición en la escena oficial parlamentaria. Más allá de las acusaciones de fraude o de manipulación de votos, la oposición ha obtenido algo más de un tercio de escaños, lo cual no es poco si consideramos la maquinaria política-electoral montada por el gobierno.

Es cierto que gran parte de culpa del “fenómeno Chávez” lo tienen los llamados “partidos tradicionales” que cayeron en el desprestigio y falta de legitimidad ante los electores, similar a lo sucedido en nuestro país. Pero, en lo personal, creo que la oposición jamás debió retirarse del parlamento. Lo pagó caro, dejando que el oficialismo haga de las suyas a diestra y siniestra. Han sentido “la pegada” y este tercio puede ser el inicio de una oposición que le haga frente al autócrata en su propio terreno.

Si de algo sirven las experiencias históricas, recuerden que la oposición contra Fujimori en el Perú de los noventa jamás abandonó la escena oficial, a pesar que era minoría. Eso sirvió para concentrar fuerzas, actuando en coordinación con la sociedad civil.

Vamos a ver como juegan sus alternativas, oficialismo y oposición. La oposición tendrá que ser hábil y unida, actuando de consuno con las organizaciones civiles. Pueden jaquear al autócrata.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, September 22, 2010

QUIÉN TOMA MÁS QUE YO

La noticia como que pasó más o menos desapercibida. La Municipalidad de un perdido distrito en la Región Huánuco (distrito de Chacabamba) convocó al singular concurso “Quién toma más que yo”. El premio era de ciento cincuenta nuevos soles. Al ser la competencia de “resistencia”, naturalmente ganaba quién quedaba “en pie” luego de ingerir litros y litros de aguardiente. Tras vencer a sus nueve contrincantes, Hernando Lorenzo, de 50 años, fue el ganador del concurso. Contento se llevó los ciento cincuenta nuevos soles del premio, pero la alegría le duró poco dado que a los pocos minutos de llegar a su caso falleció intoxicado.

Puede parecer anecdótica y hasta folclórica, pero refleja un hecho evidente: el exceso de consumo de alcohol entre la población peruana, sin importar los estratos sociales o región, o si es de la ciudad o el campo, cosa que debería preocupar al estado dada la cantidad de horas-hombre que se pierde por el excesivo consumo de bebidas alcohólicas. Y, no se crea que lo de tomar en exceso es exclusividad del género masculino. El consumo de alcohol entre las mujeres también está aumentando enormemente. Antes bebían a escondidas, en reuniones entre amigas, ahora lo hacen en lugares públicos.

Volviendo a la noticia que dio pie a este comentario, las autoridades de Chacabamba han tomado “cartas en el asunto”, más por salvar responsabilidades que por otra cosa, pero el problema seguirá latente, con o sin concursos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

Wednesday, September 15, 2010

ELECCION POLÍTICA Y CLASE SOCIAL

El tema viene a cuento por la enorme aprobación en los sectores A y B de Susana Villarán, la candidata de la izquierda que se presenta para la alcaldía de Lima; mientras su rival, Lourdes Flores, de centro derecha, tiene una aprobación mayoritaria en los sectores C, D y E.
Si lo miramos racionalmente, parece una incongruencia. Se supone que la candidata de la izquierda debería tener su “núcleo duro” en los sectores populares, mientras que la candidata de la centro derecha debería tener la aceptación mayor en los sectores pudientes.

Las decisiones políticas de clase no son reflejo mecánico directo de la situación socio-económica de estas. Creo que tampoco cabe como explicación la supuesta “degeneración de clase” como se ha especulado por allí o la de “suicidio masivo” de una clase social que ya perdió el rumbo y las ganas de vivir. No me parece que las explicaciones pesimistas den una respuesta adecuada al tema.1

Hugo Neira en su estimulante libro “Las independencias” trata de explicar las razones que impulsaron a los libertadores a la titánica tarea de romper con el imperio español, dejar de ser colonia y pasar al estatus de nación soberana. Por extracción social, los libertadores procedían de los sectores pudientes del imperio y se beneficiaban de este. Por lógica debieron continuar con los privilegios que su condición de clase les otorgaba. Sin embargo, no lo hicieron. Ellos rompieron con sus privilegios clasistas. Fueron los revolucionarios de su época. Salvando las distancias, sus ideas a inicios del siglo XIX fueron tan radicales como las de Abimael Guzmán a fines del XX.

No, la clase social no condiciona la decisión política.

Volviendo al “fenómeno Villarán”, creo que una explicación más cabal se encuentra relacionada con aquello definido por la popular “China Tudela” como “GCU”. “Gente como uno”. Susana María del Carmen Villarán de la Puente, ex alumna del Colegio Sagrado Corazón y candidata de la “izquierda moderada” proviene de una de las familias de mayor linaje y rancia aristocracia limeña. Es “gente decente” como dirían nuestros abuelos, dándole al término ese significado social y de clase utilizado antaño.
En consecuencia, no me parece que la tesis “catastrofista” o la del “suicidio masivo de clase” den una explicación cabal del porqué los sectores socio-económicos A y B voten por una candidatura de la izquierda. Creo que en el presente caso cuenta más la parte afectiva, emocional del asunto, que explicaciones racionales o que pretenden traspolar el origen de clase para determinar la opción política.2

La “GCU” significa un segmento social libre de “cholerías” (tal como esta clase mira a las que están debajo de ella), hecho que por extracción Lourdes Flores no representa. También significa no haber servido (profesionalmente) a tipos impresentables como Cataño, aunque la razón sea ganar algunos miles de dólares más.3 Por otra parte, a los sectores C, D y E no les importa mucho que haya asesorado a un presunto narcotraficante. Es más, lo ven como mérito de mujer emprendedora. Su moral es muy distinta y cuándo se vive en franca sobrevivencia, importa más la parte pragmática o utilitaria, y muy poco de dónde proviene el dinero para “parar la olla”.

En el mejor de los casos la popular Lulú representa a la típica “arribista”, mientras Susan darling “está allí”, sin necesidad de haber luchado por conseguir el sitio social que ocupa, dado que le vino de cuna. También cuenta mucho para la elección de la Villarán que, aparte de ser mucho más carismática que su oponente, representa un “rostro nuevo” en la política.4
Y tengamos presente también esa idea colonial supérstite de clase, entendida más como casta procedente del nacimiento, que méritos personales o profesionales propios para llegar a una posición determinada dentro de la sociedad o la política, méritos que puede exhibir muy bien la candidata Flores, pero que para efectos del “privilegio clasista” no cuenta mucho (se puede resumir en la despectiva frase “naciste cholo y cholo te quedas”).

En fin, creo que la explicación de las opciones tiene más un componente afectivo o “emocional de clase” que hace reconocer como un igual, sin importar mucho el lado programático (propuestas de gobierno) o la opción política de la candidata. Y, lo que si podemos arriesgar a aseverar es que gane cualquiera de ellas está condenada a hacer una buena gestión, tanto la que se juega su futuro político luego de varias derrotas electorales sucesivas, como aquella que volvería a reeditar un gobierno izquierdista en la principal alcaldía del país luego de más de 25 años de ausencia.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


1. Más bien estas interpretaciones obedecen a una no muy velada crítica de “la inteligencia” (bueno, es un decir) conservadora, cuya subjetividad de identificación de clase es trasladada a una aparente situación objetiva de desastre (“degeneración de clase dirigente”, “suicidio de clase”, etc.). Posteriormente se ha querido buscar una “explicación” bastante forzada para lo sucedido en “el efecto Bayly”, interpretado como una suerte de “titiritero electoral” que puede colocar y descolocar candidatos a su antojo y gusto.
2. Si efectuamos esa operación mecánica no podríamos explicar, por ejemplo, el origen de “los caviares” en el Perú, es decir de aquellos que perteneciendo por extracción a los sectores socio-económicos A y B, optaron en su juventud por abrazar una política y acción de izquierda marxista.
3. En todo caso una persona de la calidad profesional de Lourdes Flores sería contratada por estos sectores para algún asunto jurídico, pero sin pertenecer a ellos. Sería algo así –sin ser despectivos- como “su empleada”.
4. Y tengamos presente también que la gran oportunidad de Susana Villarán surge una vez despejada la alternativa entre elegir a un candidato –Kouri- relacionado con el fujimontesinismo y cuyas obras, como el peaje en la Avenida Faucett, son francamente cuestionadas, versus una candidata considerada como “el mal menor”, Lourdes Flores, representante de lo que ha venido en llamarse “la derecha democrática”.

Tuesday, September 07, 2010

POR QUÉ LAS PAREJAS HOMOSEXUALES QUIEREN CASARSE Y TENER HIJOS, Y LAS PAREJAS HETEROSEXUALES NO

Es una pregunta que obedece a líneas de comportamiento que se están presentando en Occidente: las parejas gay o lesbianas son las que más luchan por el derecho al matrimonio y a tener hijos; mientras que las heterosexuales retardan la unión o en algunos casos ni siquiera se unen y menos piensan tener hijos1.

Qué es lo que ha sucedido en el mundo y en especial dentro de la institución de la familia en los últimos treinta años.

La familia, tal como la entendemos, es un producto humano creado para protegerse el hombre en un núcleo básico y unidad económica esencial que le proporcione soporte material (económico) y ayuda mutua. Por eso hasta hace poco las familias eran numerosas. Ello permitía el apoyo entre los miembros del grupo familiar, dividiéndose las tareas o funciones a realizar2. Es allí donde el hombre realiza las funciones de “proporcionador de alimentos”3 sea por medio de la caza o la pesca, mientras la mujer realiza las labores de cuidado de los hijos y administración del hogar (división del trabajo); siendo necesaria la mayor cantidad de hijos como “mano de obra” útil para las tareas dentro de la familia4. Aparte que la tasa de mortalidad infantil era bastante elevada y lo más probable fuese que la mitad o la tercera parte de la prole murieran de alguna enfermedad o accidente antes de llegar a la pubertad.

Pero, con el avance del capitalismo, la revolución industrial, la concentración de la población en las ciudades, la baja en la mortandad infantil, el avance tecnológico y el reconocimiento de igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, propició que ese esquema “pre-capitalista” de la familia dejara de tener sentido. Ya no se hacía necesario tener demasiados hijos, aparte que las condiciones en las urbes lo impiden por el espacio físico disponible, al margen de la inviabilidad del sostenimiento económico de una prole numerosa dado que en las ciudades todo lo necesario para el hogar debe adquirirse fuera de este (a diferencia del campo, donde funciona una economía más o menos autosostenible de la familia). Todos esos factores llevaron a que disminuyera la cantidad de hijos por familia y en algunos casos incluso optaran por no tener hijos5.

La prole como elemento económico de ayuda en la familia dejó de tener sentido e incluso la idea de matrimonio como forma de unir fuerzas una pareja heterosexual para un fin común, también. ¿Qué sentido tiene mancomunar esfuerzos, si solo se puede afrontar económicamente las vicisitudes de la vida?6

¿Qué pasa en cambio con las parejas homosexuales? ¿Por qué reclaman el derecho al matrimonio y a tener hijos? Más allá de los criterios morales y prejuicios que se puedan tener a favor o en contra, vamos a intentar una explicación racional. Creo que se debe en primer lugar a la necesidad de igualar derechos con las parejas heterosexuales. Se aplica el principio jurídico de “igual razón, igual derecho”7. Si las parejas heterosexuales pueden casarse y tener hijos, porqué no las homosexuales. La igualdad de los derechos juega un rol importante en esta lucha por el reconocimiento al derecho al matrimonio y a tener hijos sea por adopción o por alguna técnica de fecundación en el caso de las mujeres. Pero creo que en las consideraciones también juega un componente afectivo y de seguridad que trae el matrimonio.

Recordemos que el matrimonio fue otra invención humana, mediante la cual se “legalizaba” la unión de una pareja (en el entendido de las uniones monogámicas). Entre otras cosas era (y es) un “contrato de seguro”. Es decir permite al lado más débil en la relación (casi siempre la mujer) “asegurarse ciertos derechos” que no serían reconocidos en una unión extramatrimonial. Tengamos presente que el matrimonio (religioso primero y luego el civil) conlleva hasta el presente un reconocimiento social (de los demás miembros de la comunidad). Daba cierto estatus ser “la esposa de” antes que “la conviviente de”, aparte de ciertos derechos como heredar al cónyuge, una pensión de viudez, tener acceso a su seguro social, recibir una pensión de alimentos en caso de separación, etc.8

Algo de eso creo que existe en la lucha de las parejas homosexuales por el reconocimiento del llamado “matrimonio gay”. No es solo el reconocimiento al derecho a la igualdad con las parejas heterosexuales, sino también esta idea del matrimonio como “contrato de seguro” y la familia entendida como protección de una minoría frente a una mayoría hetero que muchas veces se comporta de manera hostil y prejuiciosa con el diferente. La familia como unidad de apoyo en la cual puedes confiar para la protección y seguridad.9

Es una idea (y una línea) que merece más investigación; pero lo cierto es que incuestionablemente la familia –como la entendían nuestros padres- está cambiando radicalmente y que tarde o temprano –quizás más temprano que tarde- debamos reconocer legalmente y ver con total naturalidad y sin prejuicio alguno que nuestros vecinos son un matrimonio homosexual con hijos adoptados. Es parte del cambio cultural y civilizatorio que estamos viviendo de manera irreversible.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


1. No estamos generalizando, no se vaya a creer que es una regla aplicable a todos los casos.
2. No menciono el lado afectivo del tema, ni tampoco el idealismo que se formó en Occidente en torno al amor y su desenlace en el matrimonio.
3. No es casual que mayormente sean los hombres los demandados por alimentos en un juicio. Todavía existe esa idea del varón como “dador” de los recursos económicos para el sostenimiento del hogar.
4. El mandato bíblico de “crecer y multiplicaos” obedece a esa lógica.
5. Es muy cierto lo que dijo el Dr. Enrique Ghersi en una conferencia: la seguridad social (pensión de jubilación, seguro de salud y contra accidentes de trabajo), es decir la red de protección al trabajador, permitió prescindir de la idea del sostenimiento de los hijos hacia los padres en la vejez o si estos se accidentaban, idea enraizada desde tiempos milenarios. Todo lo cubre el Estado o los sistemas de protección social. Claro, hay que tomar la idea con matices en países como el nuestro donde aún prevalece la idea de familia tradicional y la mayoría de personas todavía no cuenta con un seguro social y consiguientemente persiste la idea del hijo como “mantenedor” de los padres en la vejez, concepto que incluso se encuentra consagrado en nuestra legislación familiar.
Igualmente se debe tomar con matices la idea de “pequeña familia urbana”, practicada sobretodo en los sectores medios o altos, dado que por factores culturales (machismo, ausencia de planificación y de paternidad responsable) en los sectores populares urbanos todavía abundan las familias numerosas, generalmente con el padre ausente y la madre fungiendo en ambos roles.
6. Ello ha dado lugar también a una nueva forma matrimonial: el living apart together. El LAT –por sus siglas en inglés- permite que la pareja heterosexual legalmente casada no conviva (elemento básico del matrimonio tradicional), sino que cada uno tenga su hogar o domicilio de residencia.
7. El mismo principio se aplicó a inicios del siglo XX para el reconocimiento de derechos en la mujer que se encontraba en una situación de minusvalía jurídica similar a la que afrontan en el tiempo presente las parejas homosexuales.
8. El reconocimiento jurídico de las uniones de hecho en nuestro país es relativamente reciente.
9. Y porqué no, hasta de estatus social frente a terceros. Recordemos que el matrimonio siempre ha “dignificado” ante los demás la unión estable de una pareja.