Wednesday, April 06, 2011

EL SUEÑO DEL CELTA

I

Terminada la lectura de la última novela de Mario Vargas Llosa, nos da la sensación de salir de un torbellino existencial que geográficamente abarca lugares tan disímiles como Londres, el Congo, la Amazonía o Irlanda. La travesía de un hombre considerado como el defensor contemporáneo de los derechos humanos, contra la servidumbre y la opresión de negros e indios, esclavizados por la voracidad del capitalismo por el caucho a inicios del siglo XX.

Pero, El sueño del celta no es solo una puesta al día de la alegoría del mal, como fue en su tiempo El corazón en las tinieblas de Joseph Conrad –con la cual guarda muchos puntos de contacto-, sino que pretende ser una visión poliédrica, de distintas aristas, de una época relativamente cercana a nosotros y, a la vez, una confesión sincera de los “demonios” de MVLL, ofreciendo ese panorama narrativo en dualidades o contradicciones.

De un hombre que es idealista, que cree de todo corazón en la acción civilizadora del capitalismo, para luego darse cuenta que la realidad es mucho más cruel que sus ideales. De allí su defensa irreductible de los nativos. Una suerte de mea culpa, de expiación de los pecados y errores cometidos en su juventud.

Pero este hombre no tiene una sola dimensión. Sus contradicciones se reflejan también en su existencia: el homosexualismo que lo condena a la marginalidad y al oprobio de la sociedad de su tiempo, convirtiéndolo en un ser solitario y marginal, no integrado al statu quo de su época y, por otra parte, el misticismo al cual lo lleva su fe católica oculta, mientras externamente practica la religión anglicana. Su conducta sexual lo condena a los abismos de la naturaleza humana, mientras que su fe trata de salvarlo. Son los dos lados de la misma moneda. Esa tensa lucha entre el espíritu y la carne marcará su vida hasta el final.

II

La novela tiene también una carga ideológica importante: la acción del capitalismo en las colonias, en la periferia, encarnado en la Peruvian Amazon Company, la empresa cauchera de Julio Arana, la antítesis de Casement en todo sentido.

La dualidad se hace presente en la acción “civilizadora” del capitalismo. Sin el empuje de estos aventureros que solo buscan enriquecerse explotando el caucho de la selva peruana o del Congo, la amazonía y sus pobladores seguirían en el atraso, en “la época de piedra”, como constantemente repiten en la novela distintos personajes, a modo de justificación de la explotación perpetrada. Es la ideología de la acción “civilizadora y evangelizadora” del colonialismo, justificatoria de los desmanes acometidos. Es el “bienestar” que trae el capitalista a la sociedad por más que no se lo proponga, como lo sostenía Adam Smith hace más de doscientos años. Lo que conlleva como correlato la visión dual de sociedades modernas y sociedades primitivas, entre progreso y atraso, visión del propio MVLL. (En su obra La utopía arcaica se aprecia mucho mejor la dicotomía que hace de “sociedades modernas y sociedades atrasadas”, optando personalmente por las primeras).

Un claro ejemplo es la acción del aventurero inglés Henry Morton Stanley, que fue el ejecutor del proyecto de colonización del Congo, construyendo la infraestructura necesaria y los enclaves de explotación del caucho y de los negros reclutados forzosamente para su extracción; pero, paradojas del destino, también una cabeza de playa en el continente africano de lo que se conoce como “civilización occidental”. Su motivación era enriquecerse, pero en ese afán de lucro abrió a Occidente todo un continente ignoto, elaborando mapas, trazando caminos y vías férreas que literalmente “modernizan” todo un continente que se mantiene “en el atraso”.

También es muy ilustrativo de esa “idea fuerza” el párrafo final del capítulo que da cuenta del fin de la empresa de Arana, condenado por el informe de Casement al hacerse pública la esclavitud de los indígenas a su servicio. Trasluce no solo la maldad y la codicia de esos aventureros, sino como al poco tiempo de la huida de estos, literalmente, la selva “se traga” todo atisbo de empresa y, por extensión, de civilización o de “modernidad” que pudo existir. El mal conlleva al bien y viceversa. En este caso es la acción “civilizatoria” del capital, que penetra en los lugares más recónditos e inexplorados, llevando consigo “los valores” de Occidente.

Esta visión de “modernidad” se encuentra en contraste con la de “multiculturalidad” practicada por aquellos que defienden el mito del “buen salvaje” y que estos deben vivir en un hábitat natural, tal como sus ancestros, “no contaminado” por la civilización capitalista, lo que deviene a su vez en el rechazo de proyectos de inversión, principalmente mineros, en territorios considerados “vírgenes”. (El filme Avatar es un buen ejemplo de esta posición “ecologista”).

No obstante, ese afán de lucro en lugares donde no existe la ley y la justicia, arrasa con los derechos de los más débiles y los convierte en cuasi esclavos, por lo que es necesario un balance en la ley y el orden, el derecho, a fin de evitar los excesos de estos aventureros inescrupulosos. Desde ese punto de vista, la tesis de la acción civilizadora del capitalismo queda mal parada en la novela. El “capitalismo salvaje” o “las fuerzas del mercado” no necesariamente traen el bienestar que se vive en la metrópoli, menos democracia y justicia social. Tesis que dista mucho de las ideas del neoliberalismo usual.

III

La dualidad o ambivalencia también se hace presente en la acción del personaje principal. Viajero impenitente desde su juventud, Casement simboliza los extremos: la del hombre cosmopolita, “ciudadano del mundo” y, a la vez, practicante de un nacionalismo fanatizado. Roger es delineado no como el patriota irlandés reconocido históricamente, sino como el individuo que, en la última etapa de su existencia, vive al extremo las ideas nacionalistas, clara condena al nacionalismo como ideología retardataria de los pueblos, posición harto conocida de MVLL.

Precisamente la visión de Casement con respecto a la independencia de Irlanda lo lleva, conjuntamente con otros compatriotas suyos, a tomar las armas en 1916 (acto del cual se arrepentiría luego) en una aventura descabellada por la libertad, buscando como aliado a Alemania, entonces en guerra con Inglaterra, lo que trajo más desolación y oprobio al país de los celtas, deviniendo el sueño en pesadilla. Aunque, como sostiene uno de los sacerdotes que lo asiste espiritualmente en sus últimas horas, no todo es en vano. Algo bueno aflora de todo mal. De nuevo la dualidad.

Al final emerge un mensaje subliminal de entendimiento con el otro, representado en los diálogos entre el Sheriff y Casement. Al conocerlo en la prisión, el Sheriff lo trata y ve con hostilidad, como el traidor al país que tan generoso fue con él y el “sodomita” estigmatizado por la prensa durante el juicio que se le siguió por traición a la patria (otra forma de nacionalismo) para luego, poco a poco, cambiar de actitud al sentir este compasión en el desahogo del Sheriff por la pérdida de su único hijo en la Gran Guerra, siendo un paciente oyente de ese hombre sufriente: empatía, cualidad sobresaliente en Roger. Los capítulos de las conversaciones entre Casement y el Sheriff tienen un aire de representación teatral, de diálogos de dos seres solitarios y desgarrados por el dolor que, en las antípodas de sus creencias y visión del mundo, encuentran un entendimiento mutuo. Son las mejores páginas de la novela. MVLL parece decirnos que el entendimiento pasa por la comprensión del otro (posición que ha mantenido el autor, por ejemplo, en el conflicto árabe-israelí).

IV

La actitud de Casement es la de un hombre que vive la vida a su manera, practicante de un intenso individualismo (como muchos de los personajes de la fase “liberal” de MVLL), buscando darle un sentido a las acciones que realiza, pasando por distintas etapas existenciales: creyente iluso en las bondades del capitalismo, defensor de las minorías aborígenes explotadas por el colonialismo, patriota y nacionalista irlandés, activo ejercitante de una sexualidad condenable en su época y la búsqueda de Dios en la etapa final de su vida. Vivirá al extremo cada una de esas etapas, un ser apasionado como pocos y militante de un individualismo exacerbado que lo convierte en trasgresor de su mundo, desafiando los estereotipos comunes a “la tribu” (ser un burgués, tener familia, una posición holgada, practicar la religión anglicana, etc.), siendo sus acciones actos de rebeldía, de desafío contra un mundo con el que no está conforme. Demás está decir que esta posición es bastante conocida en nuestro escritor.

A veces da la impresión de estar frente a una novela de no ficción o “falso reportaje”, donde un periodista va detallando, libre de todo apasionamiento, con exactitud y minuciosidad cronológica y geográfica lo acaecido al personaje. Por momentos esas descripciones no son muy convincentes, tienden a ser monótonas, igual que el perfil de Roger Casement, un tanto maniqueo y a veces “forzado” por la posición ideológica del autor. No obstante esos reparos y sin ser una de sus obras maestras, El sueño del celta es una buena novela, de las mejores que ha escrito MVLL en los últimos años, demostrando una vez más que cuando se trata del tema de la libertad contra el poder despótico su “pathos" lo lleva a alturas impresionantes que no se encuentran en otras novelas suyas por más intentos que arremeta.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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