Friday, March 23, 2012

“LA PEPA” CUMPLE DOSCIENTOS AÑOS

Si bien los festejos por el bicentenario de “la Pepa”, la Constitución de Cádiz de 1812, ha congregado a los españoles y americanos, celebrando la que se considera como la primera constitución liberal del mundo hispano; no es menos cierto que su duración fue efímera, apenas dos años hasta la restauración del absolutismo español con el retorno al poder de los borbones, síntoma que dice mucho de la historia entre dramática y farsesca que se iba a desarrollar tanto en España como en América Latina a lo largo de los siglos XIX y XX, salpicados de dictaduras, caudillismos militares, efímeras constituciones formales, nula o casi nula consolidación de los derechos políticos y del concepto de ciudadanía, piedras eje de toda reforma liberal.

En el mundo hispano no tuvimos “la gran revolución liberal” que acaeció en Inglaterra o Francia y que posibilitó la consolidación del sistema capitalista y de los derechos políticos consustanciales a la persona (lo que ahora se conoce como “derechos de primera generación”). Más bien tuvimos una formalidad de derechos y una práctica señorial, feudal, que hacía imposible su aplicación práctica. Por poner un ejemplo, el principio “todos somos iguales ante la ley” se quedó en simple enunciación lírica. Hasta ahora.

Por la parte incásica o pre-hispánica tuvimos también una herencia de cacicazgo vertical, de autocracia y nula concepción de individualidad. Era más bien el concepto de masa por un lado y por el otro el de la deificación del inca.

Por ambos lados de nuestra herencia cultural estábamos condenados.

Recién en los últimos treinta años estamos tratando que el concepto de ciudadanía cale. Un poco difícil, pero ahí vamos. Mientras el ciudadano dependa del estado para “pedir derechos”, pero no tome conciencia de sus obligaciones, no tribute, deprede el ambiente, y no se sienta propietario, difícilmente llegará a la adultez necesaria, requisito indispensable para que esa revolución liberal “penetre en los poros” de las personas.

Para terminar, una ucronía. Siempre me gusta saber “que hubiera pasado si…”. Lo que pudo suceder y no sucedió. En el presente caso, que hubiera pasado si al retorno de los borbones al poder, hubiesen admitido las reformas liberales que planteaba la Constitución de Cádiz, incluyendo una mayor autonomía a las colonias. ¿Se habría producido de todas maneras esa revolución independentista violenta y medio anárquica que sacudió a Sudamérica entre la segunda y tercera décadas del siglo XIX u otro habría sido el panorama? ¿Se habrían podido consolidar los derechos políticos de la persona y por ende una encarnación más visible del concepto de ciudadanía?

Son preguntas que quedarán en el tintero. Pero estoy tentado a pensar que de haberse aplicado a cabalidad “la Pepa” en América, los cambios no habrían sido tan profundos como se cree. En primer lugar nos faltó a nosotros una “revolución protestante” que posibilite el cambio de mentalidad de las personas. Tampoco tuvimos una gran revolución francesa que libere de las cadenas del absolutismo y la autocracia. Nos faltaron varios ingredientes económicos, políticos, sociales y culturales y el reconocernos como nación, algo que todavía se encuentra en proceso y no termina de cuajar.

Quizás por la orfandad de esos factores es que todos los proyectos constitucionales y políticos de raigambre liberal han fracasado en nuestro medio.

Celebremos estos doscientos años, pero “no reventemos demasiados cohetes”. Honestamente, no es para tanto.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

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