El éxito obtenido por el
filme peruano Asu mare ha permitido retomar la vieja polémica entre
liberales y proteccionistas sobre la mejor forma de ayudar a que se consolide y
despegue el cine peruano.
Los primeros sostienen que
debe ser el mercado el que -a través de su “mano invisible”- determine que
películas se deben hacer y ver, y cuáles no, sin necesidad de la intervención
estatal vía premios o subsidios a proyectos de filmes nacionales, exhibiendo
como el ejemplo por antonomasia el filme Asu
mare, con más de dos millones de espectadores en las primeras semanas de su
proyección, habiendo destronado nada menos que a temidos blockbusters como La era del hielo.
Los segundos, en cambio,
creen que el estado de todas maneras debe intervenir dado que existen filmes
cuya temática o estilo no se condice con un público mayoritario, por lo que de
no existir apoyo estatal difícilmente se podrían realizar. Sustentan
fácticamente su posición en los diversos premios obtenidos en el extranjero por
películas peruanas cuya convocatoria de público no necesariamente es amplia.
De cierta manera, esta
vieja polémica se puede reducir a que los librecambistas afirman que para hacer
películas rating manda, mientras los
segundos sostienen incentivos estatales primero.
No es necesario ser demasiado zahorí para saber cómo quedó la televisión
nacional de señal abierta que abrazó ardorosamente el dictum rating manda. Algo similar pasaría con
el cine. Tendríamos un espectro de comedias chabacanas, calatas por doquier o
dramones insufribles. Pero los proteccionistas que llevan al extremo su
posición igualmente se confunden con el mercantilismo llano y puro, con una
suerte de lobismo cultural donde un
pequeño y cerrado grupo de elegidos determinaría vía premios, cuotas de
pantalla, subsidios estatales y otras sinecuras adicionales sufragadas con
dinero de todos nosotros qué películas merecen apoyo del gobierno y qué
películas no, teniendo a “papá Estado” como el garante que evite la competencia
de fuera. Esta posición llevada a la radicalidad también nos traería perjuicio.
En principio que el éxito
de Asu mare es atípico, por lo
que no se presta a ser un ejemplo emblemático de la producción del cine
nacional. Su éxito se debe a causas extraordinarias como el carisma del
actor principal, el ser este ampliamente conocido y el costumbrismo limeño
reflejado en el écran. Es más, hasta donde sabemos, los productores hicieron un
trabajo previo de marketing a fin de asegurar la concurrencia a las salas. Es
muy difícil que ese mismo éxito se repita en otras cintas peruanas por más que
intenten ser comerciales, como ya ha sucedido en el pasado. (O lo que es
peor: copien el estilo y la temática de Asu mare).
Incluso su temática explica
gran parte del éxito obtenido, al tocar el delicado tema de la mujer sola que
debe sacar adelante un hogar, hecho muy evidente de nuestra realidad y que,
estoy seguro, ha tocado las fibras íntimas de más de un espectador. Si bien la
madre soltera es más evidente en los sectores populares, se repite también en
las otras capas sociales. El tomar a broma hechos que son de naturaleza
dramática como que produce una catarsis colectiva. Luego de visionar la
película el espectador se siente más aliviado de una carga emotiva que lleva
muy adentro. Y si la madre del protagonista es el objeto de sus bromas, es
también un homenaje indirecto a quien lo ayudó a formarse como hombre, quizás
con mano de hierro como lo cuenta, pero necesaria al fin y al cabo.
Con el fenómeno de Asu
mare bien se aplica el adagio una golondrina no hace el verano. No
obstante, su producción puede servir de inspiración para otras películas
nacionales que intenten apostar por el cine comercial. Un estudio previo de
marketing, un buen guión, el contar con estrellas conocidas en el medio o no
descuidar la labor técnica-profesional son elementos indispensables. Lo ideal
sería que se replique su éxito a fin de consolidar una industria nacional del
cine con mayor producción de filmes que los seis u ocho al año que se ruedan
usualmente y que -como señalamos en otro artículo- permitiría continuidad y
ejercicio en el oficio, así como fuentes de trabajo estables, con personas que
se podrían dedicar íntegramente al cine.
Pero, para que exista un
mercado del cine peruano requiere de la presencia del estado. Nos guste o no,
la mano del mercado por si sola no va a consolidar un cine nacional; hacen
falta políticas culturales claras y precisas, voluntad política e incentivos
llevados con prudencia y efectividad, por lo menos en los inicios, así como
apoyar “el otro cine”, el que no congrega grandes multitudes pero que es parte
de nuestra realidad.
Eduardo Jiménez J.
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