La noticia la
encontré en internet hace algún tiempo. La verdad pensaba que se trataba de una
noticia local. De repente alumnos que se habían sentido estafados luego de
estudiar cinco o seis años en alguna universidad nueva, de esas que tanto
existen ahora; eso sí, con permiso de la asamblea nacional de rectores y con
todas las de la ley; y que ahora se rasgan las vestiduras para exigir la
“autonomía universitaria”.
Pero no. La noticia
procedía nada menos que de los propios Estados Unidos. Como que en todas partes
se cuecen habas.
El asunto va más por
engaño al consumidor. Es decir que al ingresar les hicieron el cuento que
conseguirían empleo rápido y fácil, y al final la cosa no fue tan color de
rosa. Algunos de los graduandos debieron aceptar cualquier trabajo no tan bien
pagado o dedicarse a labores secundarias para sobrevivir, como trabajar en
tiendas por departamentos. Si acá tenemos a los taxistas más ilustrados, allá
tienen a los vendedores mejor letrados. En fin, cuestión de óptica.
Con esto de la
crisis, ciertas universidades norteamericanas no tuvieron mejor idea que
maquillar las cifras de empleabilidad de su alma máter en el mercado, con lo
que persuadían a incautos para matricularse en su escuela de leyes. Algo
parecido a lo que sucede por estos lares, donde a muchos chicos se les engaña
con el cuento de la empleabilidad inmediata o los modernos laboratorios de
cómputo. Bonita fachada, pero poco contenido.
Por lo visto en
Estados Unidos también existen las “universidades chicha”. Curiosamente cuando
un nacional con gran esfuerzo va a ser un post grado en una de estas
universidades de tercera del país del norte, al regreso casi tiene contratación
inmediata. No importa donde haya estudiado, con tal que haya sido en Estados
Unidos. Colonialismo mental que le dicen.
Quizás la demanda de
estos chicos no prospere, pero por lo menos han sentado su protesta. Tampoco se
puede explotar impunemente la credulidad de la gente. A fin de cuentas, no
están en el Perú.
Eduardo
Jiménez J.