Friday, August 01, 2014

QUÉ ES REPÚBLICA DE HUGO NEIRA

Por: Eduardo Jiménez J.
        ejjlaw@yahoo.es

Lo primero que se debe destacar y agradecer al autor es la prosa amigable, lo que permite una lectura más fluida y amena. Se nota que ama el idioma, a diferencia de muchos escritores de ciencias sociales y de derecho, cuyo “oscurantismo” no necesariamente es sinónimo de originalidad.

El libro del doctor Neira se sitúa entre el ensayo y el texto universitario; y se centra en la pregunta que le da título, haciendo un apretado recorrido en poco más de doscientas cincuenta páginas desde las polis griegas hasta las nacientes repúblicas sudamericanas del XIX, pasando por la república romana, las repúblicas italianas del renacimiento –con Maquiavelo como gran sintetizador de ese momento histórico-, deteniéndose buen tiempo en el fenómeno de la revolución francesa y, en menor medida, en el experimento novedoso -para la época- de la república norteamericana de fines del XVIII.

Pero si bien es un texto de divulgación, la novedad es que a diferencia de otros similares, no se queda en el mero estudio de las ideas o de los hechos, como en la historia “acontecicional”, aquella que es un cúmulo de fechas y datos, muchas veces inconexos; sino que, realizando un enfoque holístico, se proyecta al pasado de esas sociedades que explican el contexto de los hechos estudiados, dándoles una perspectiva y coherencia lógica. De la mano de Weber, pero también de Marx.

Así, por ejemplo, no se explica la revolución francesa sin tomar en cuenta el estado que ya existía en el despotismo ilustrado de los Luises (despotismo que permitió incluso ideas avanzadas para la época); o el gobierno federal de los nacientes Estados Unidos de Norteamérica sin el autogobierno de las trece colonias, con plena autonomía para tomar decisiones fuera de la tutela del poder británico.

Y en el caso de nosotros, las repúblicas que nacieron entre la segunda y tercera década del siglo XIX no se explica su génesis sin las ideas que a contracorriente trajeron los libertadores, inspirados en la Francia revolucionaria y en la Norteamérica de la Declaración de Independencia. Pero, lamentablemente, esas ideas no tuvieron suelo fértil en lo que después fue Latinoamérica. Tres siglos de colonización, aislados de los grandes sucesos de Europa, como la reforma protestante, la libertad de pensamiento, el pensamiento crítico, los avances científicos, las mismas revoluciones de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Aislados y protegidos, como dice el autor, tanto por la Iglesia como por el férreo control vertical del régimen imperial español. Salvo la excepción de los libertadores, gente ilustrada, empapada in situ de las grandes ideas del Siglo de las Luces, los demás actores de la independencia americana no se vieron imbuidos de los cambios trascendentes de la época y optaron los criollos por ocupar el lugar que dejaban los españoles en cargos políticos y en prebendas económicas. Aparecieron “los nuevos ricos” como sucede en toda época de trasmutación, se desalojó del poder a los próceres más radicales como Bolívar, otros fueron asesinados como Sucre, y unos más sufrieron el exilio como San Martín. Se optó por dejar las cosas como estaban y la promesa de una república quedó en eso, promesa.

Asimismo, la herencia cultural pesó mucho, “los usos y costumbres” coloniales se repitieron en las nacientes repúblicas en versión corregida y aumentada. La corrupción, que es un flagelo en casi todas nuestras repúblicas, no se entiende sin la corrupción que ya existía en el virreinato por acceder a los favores reales. La cortesanía, los besamanos, la ausencia de crítica, el halago encomiástico y hasta la infaltable “hora peruana”, es parte de esa pesada carga que todavía padecemos.

Pero Neira no se queda en la explicación en perspectiva de los hechos sociales, económicos y políticos, así como de las ideas, que dan lugar a cambios sociales trascendentes; sino que gran parte de esos cambios se “encarna” en algunos hombres. La historia es importante no solo por los hechos, sino por los hombres que la hacen; muchos quizás a contracorriente de lo que pensaban o creían. La revolución francesa no se puede explicar sin Robespierre, Danton, Mirabeau o el propio Bonaparte; para no mencionar a los que aportaron las “nuevas ideas” como Rousseau, Voltaire y Montesquieu en el continente; o Hobbes y Locke en Inglaterra. La revolución americana no se explica tampoco sin “los padres fundadores”: Jefferson, Madison, Hamilton. Y entre nosotros, el que da la talla como hombre de acción y hombre de letras es Bolivar. De allí su grandeza, la que se resalta en su muerte: muere pobre, rumbo al exilio e incomprendido por sus coetáneos. (El pobre Bolívar sufriría en su propia tierra, Venezuela, otras incomprensiones más contemporáneas).

Otra idea eje importante del libro es el bien común, consustancial a toda república. Sin bien común no hay república. Fruto de un acuerdo societario (la tesis de Rousseau y de Hobbes) o de una imposición histórica, el hecho es que el bien común requiere que los ciudadanos renuncien a su libertad natural y se sometan a ciertas reglas para convivir en sociedad (nace el Estado). Ello requiere ciertos sacrificios, como desprenderse de parte de sus bienes materiales (vía tributos por ejemplo), o guardando para si sus ideas más personales, incluyendo las religiosas, sin imponerlas a los demás (libertad de culto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, por poner dos ejemplos). Implica también que seamos materialmente cada vez más iguales. O si se quiere que las desigualdades no sean tan abismales (lo que se consigue, entre otros medios, a través de una educación de calidad, sin distinción de género ni de clase social, y adecuados sistemas de seguridad social y de salud). Así como que las amenazas del mundo económico (los monopolios y oligopolios, los grupos de poder fáctico) no ahoguen las libertades políticas y ciudadanas (algo de ese debate se encuentra en el cuasi monopolio de un conglomerado económico mediático local).

Una idea que también subyace en el libro de Neira es que toda república tiene ciudadanos. Una república sin ciudadanos es inviable o remedo de república, como sucedió y sucede entre nosotros. Con yanaconaje, servilismo y otras formas de vasallaje “pre-capitalista” es inviable una república; de allí que el concepto de ciudadanía debe calar en todos los habitantes de un país. Y ciudadanía es no solo votar en elecciones cada cierto tiempo, sino ejercer plenamente nuestros derechos pero también nuestros deberes. Una cosa y otra van de la mano. De allí -aunque Neira no lo dice- que fue importante el proceso de cambios durante el gobierno reformista militar de los años setenta: permitió liberar a muchos peruanos de la situación de servidumbre en que se encontraban e incorporarlos como ciudadanos. Más allá del balance positivo o negativo del docenio militar (mirado todavía con odios y pasiones como sucede con el decenio fujimorista) fue importante para la concreción de una república más amplia, que mal que bien ahí vamos.

En parte ello explica por qué en nuestro país, como en otros de la región, el sistema judicial no funciona adecuadamente, sino solo en un plano formal y limitado. El principio de respeto a la ley, sagrado en otras sociedades, queda entre nosotros en un plano retórico, hueco. Igual sucedió con el otro gran principio que nació de las revoluciones liberales del XVIII: “todos somos iguales ante la ley”. Cuando constatamos las diferencias sociales y económicas abismales en nuestras sociedades vemos que ese principio es apenas una formalidad. Ello da la razón por qué las leyes no se aplican debidamente o si se aplican, se aplican mal por los operadores legales. Hace poco leía en un periódico jurídico que nuestro Código Penal, en poco más de veinte años de vigencia, ha sufrido 577 modificaciones. Sí, 577. Más o menos veintiséis modificaciones por año y poco más de una cada quince días de su existencia. Y eso explica también por qué hemos tenido doce constituciones políticas en menos de doscientos años de vida republicana. Y en uno y otro caso, “la solución” que se plantea va por hacer un nuevo Código Penal o promulgar una nueva Constitución Política. De nuevo la formalidad y no buscar y encontrar las causas del fenómeno.

El autor termina con una inquietud: las repúblicas desaparecen cada cierto tiempo. Las polis griegas desaparecieron bajo la dominación romana; la misma república romana trastocó en imperio; y las repúblicas italianas desaparecieron bajo el poder de la Iglesia y de los grandes señores de la Italia de ese entonces. Pero es cierto también que en poco más de doscientos años la cantidad de repúblicas sobre el planeta es mayoritaria, y sigue creciendo; aunque se enfrentan a nuevos retos como la mundialización o globalización, el terrorismo internacional, la desigualdad social y económica, los fundamentalismos de toda laya, el retorno del racismo en Europa, la independización de autonomías (caso de España), rupturas de viejos estados (el soviético) o formas sui generis de capitalismo (la China actual). Son nuevos retos que requieren soluciones nuevas, imaginativas. El libro del doctor Neira aguijonea en ese sentido.

¿Qué es República?
Hugo Neira Samanez
Universidad San Martín de Porres. Instituto de Gobierno
1ª Edición, Lima 2012, 260pp


             

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