Thursday, November 06, 2014

EL MURO QUE FUE HISTORIA

Por: Eduardo Jiménez J.
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Los muros implican división, separación, el nosotros y ellos. No en vano existe un muro al sur de los Estados Unidos a fin de impedir que ingresen los mexicanos. No se dice mucho de ese muro, pero también implica separación, exclusión.

Otro muro célebre es el de Israel, a fin de aislar a los palestinos, los “otros”, suerte de ciudadanos de segunda categoría. Y no se diga nada de la separación, vigente hasta ahora, con muros, alambradas, policías y toda la parafernalia del terror que impide a los coreanos del norte cruzar la frontera hacia un sur con más oportunidades.

La historia ha enseñado que levantar muros para protegerse de los otros (al final de cuentas un muro es un mecanismo defensivo) ha sido inútil. Los “otros” siempre se las ingeniaron para cruzar los muros, aún a riesgo de su propia vida.

Muros de separación hay y ha habido, y como vamos posiblemente continuarán existiendo, pese a las lecciones que la historia nos proporciona. Pero en nuestra historia contemporánea, el más famoso es el de Berlín, cuyo derrumbe fue hace 25 años y marcó un antes y un después en la historia mundial. Así como la toma de la Bastilla significó un “gesto” que las cosas estaban cambiando en el mundo, que la aristocracia y los reinados divinos llegaban a su fin; el derrumbe (“caída” no es un término muy preciso) o demolición del muro significó el ingreso a una etapa de la humanidad confusa y contradictoria, como todo cambio, pero que nos está llevando –a veces medio a ciegas- a una nueva etapa de nuestra historia, no necesariamente mejor que la anterior.

Marcó el fin del socialismo soviético (dos años después terminaría en implosión la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), la trasformación en socialismo de mercado de la China pos Mao, la hegemonía del capitalismo como sistema económico dominante en el mundo con una suerte de capitalismo globalizado, y de la democracia representativa como forma política por excelencia.

En el nivel ideológico-político significó la predominancia del liberalismo, en especial la vertiente economicista llamada neoliberalismo (que postula la racionalidad del mercado como eje ordenador de la vida económica, social y política), y el eclipsamiento del pensamiento marxista en todas las variantes conocidas, desde las más ortodoxas a las más originales. Ello significó el replanteo de los discursos de los distintos movimientos de izquierda, desde los aggionamentos democrático-liberales, los socialdemócratas, pasando por los discursos ecologistas y medioambientales, los discursos nacionalistas tipo “socialismo del siglo XXI”, hasta los más ortodoxos en la prédica “original” marxista.

Curiosamente no significó una hegemonía absoluta de los Estados Unidos como “potencia dominante”, más por los propios problemas que arrastra, sino de un mundo multipolar, con distintos centros hegemónicos, muchas veces con alcance solo regional (donde EEUU tiene una hegemónica mundial relativa). Pero sí significó el surgimiento de grupos religiosos extremistas, principalmente en el Medio Oriente, con una visión ideológica fanatizada y contraria a Norteamérica (el hecho más trágico de estas acciones antinorteamericanas fue el 11S), lo que la ha hecho intervenir puntualmente en ciertas zonas del Oriente Medio, a fin de controlar a estos grupos y no se vea afectada su seguridad interna y la importación de petróleo.

El derrumbe del muro dio nacimiento también a un resurgimiento nacionalista en Europa, con la creación de nuevos estados políticos que no existieron antes y los consiguientes peligros que puede conllevar para el proyecto común de la unidad europea. En algunos casos el resurgimiento nacionalista fue sangriento como en la antigua Yugoslavia; en otros consensuado a nivel de la cúpula política como en la separación pacífica de Checoslovaquia en dos nuevos estados; y en otros sujeto a consulta ciudadana como en Escocia y Cataluña.

La historia mundial pos Muro también fue veloz gracias a la mundialización del uso de internet y las tecnologías digitales. Nunca el mundo estuvo tan cerca como al alcance de un clic. La tecnología coadyuvó a sentir un vértigo del proceso histórico que siguió tras el derrumbe, vértigo que impide apreciar en perspectiva todo lo que se vino en escasos 25 años y lo que se viene de aquí en adelante.

Y si hablamos del muro de Berlín, Alemania tras su reunificación se convirtió en la potencia hegemónica al interior de la unión europea. Es la que dicta las pautas en materia económica y financiera.

Algunos sostienen que más que reunificación de las dos Alemanias, fue “absorción” de la Alemania Oriental por la Occidental. En cierta manera esta última “compró” a la todavía Unión Soviética la liberación de la parte oriental. Se comprometió a una serie de pagos a la ex URSS que andaba en problemas financieros bastante graves, por lo que le convino a bien entregarle sin muchas resistencias la antigua República Democrática Alemana. El resto es historia conocida.

La convivencia de la “Alemania rica” con la “Alemania pobre” fue difícil. Los del bloque oriental migraron a las ciudades prósperas del Occidente, otros se fueron del país a mejores rumbos. Y como sucede cuando en un solo país conviven dos sectores económicos marcadamente diferentes, los del sector menos próspero suelen tener menor densidad de población, se quedan los de mayor edad y los jóvenes se van en busca de mejores oportunidades laborales. Otros –sobretodo los mayores de cincuenta años- añoran mejores tiempos, cuando el estado regulaba la vida del ciudadano desde el vientre materno hasta su muerte. Pero, de allí a que exista un ferviente deseo mayoritario de volver a una situación “pre-muro” es difícil, casi imposible.


Lo que sí se percibe es un cuestionamiento a las tesis neoliberales y el resurgimiento de la socialdemocracia. 25 años después se han dado cuenta que el mercado no corrige los desequilibrios sociales, ni las desigualdades; que para ello necesitan estado y más estado. Nada nuevo después de todo.

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