Monday, February 16, 2015

EL DILEMA DE GRECIA (Y DE EUROPA)

Por: Eduardo Jiménez J.
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El triunfo en las urnas de la coalición de extrema izquierda Syriza y la designación como primer ministro de Alexis Tsipras y, como ministro de finanzas, el heterodoxo Yanis Varufakis (quien no cree mucho en los términos de intercambio que hasta la fecha se han producido entre Europa y Grecia), conlleva un dilema no solo para Grecia, sino para la continuidad de la Unión Europea.

A grosso modo la crisis griega se origina por una abultada deuda pública externa que llega casi a duplicar su PBI, la que se agravó con la crisis europea de los “bonos basura” y la corrupción interna de las autoridades helenas de ese entonces (se ha llegado a especular que hasta “maquillaron cifras” con la complicidad de algunas conocidas calificadoras de riesgo para ingresar a la Unión Europea).

La “receta” para la crisis griega de la llamada “troika” liderada por Alemania (FMI, Banco Central Europeo y la Comisión Europea) la conocemos bastante bien en la América Latina de los años ochenta: austeridad, austeridad y más austeridad, junto a la eliminación de programas sociales, a fin de “pagar la deuda”.

Como era de esperarse, la austeridad seguida de recortes presupuestales, produjo malestar social, expresado políticamente en la ascensión al poder por primera vez de la coalición  de extrema izquierda Syriza, con un programa de gobierno que prioriza lo social y “negociar” el pago de la deuda externa.

A nivel económico el problema financiero pudo resolverse de conservar Grecia su autonomía monetaria: devaluaba el dracma, la moneda oficial, “licuaba” la deuda con una inflación interna e incentivaba las exportaciones a fin de tener “dinero fresco”. Pero, al ser parte de la Unión monetaria, ya no dispone de esas herramientas: no puede subir o bajar la tasa de redescuento (que la fija el BCE), emitir moneda o devaluar.

Y allí se nota también los límites de la unión monetaria. Es buena para aquellos países “solventes”, los que tienen el manejo del euro, como es Alemania; pero los países pequeños como Grecia se encuentran bastante limitados.

Políticamente el problema griego puede repercutir en otros países con problemas similares, donde el desempleo (sobretodo juvenil), el recorte del estándar de vida y de los programas sociales, podría volcar al electorado a opciones radicales, como Podemos en España. Lo que a su vez originaría el comienzo del fin del proyecto más ambicioso del siglo XX: la unión política, económica, monetaria y financiera de todo un continente.

El gobierno griego no tiene otra alternativa que cumplir con las promesas electorales, si no quiere tener una vida corta. Y, de ser necesario, salirse de la Unión Europea, para lo cual cuenta con el apoyo de los nacionalistas extremos, con los que hace mayoría en el Congreso.

Asimismo, al ser una coalición el partido de gobierno (Syriza es el acrónimo griego de Coalición de Izquierda Radical), no estará exento de conflictos entre los miembros sobre el nivel de velocidad de las reformas. Con un parlamento (el régimen político griego es el parlamentario) con notable presencia de marxistas de viejo cuño para los cuales la democracia no es un fin sino solo un medio (algo similar al pensamiento de la “izquierda legal” peruana a inicios de los años ochenta), es bastante probable que de no conseguir un acuerdo con la “troika”, se propongan “pisar el acelerador” para salir del corset europeo y plantear su propio camino, con resultados alarmantes para todo el continente.

Y de no hacer ello, se corre el riesgo que en las próximas elecciones lleguen por medio de las urnas los neonazis. De castaño a oscuro. (El grupo neonazi Amanecer dorado que promete “sacar a patadas de Grecia a todos los extranjeros” ya cuenta con una apreciable mayoría en el parlamento actual).

Por otra parte, la Unión Europea, si quiere sobrevivir como tal y no ser solo un “club de países ricos”, deberá manejar el problema de la deuda griega en forma política, lo cual pasa por reducirla, tanto en capital, como intereses y penalidades. Y, como ya ha señalado más de un experto en el tema, el Banco Central Europeo va a jugar un papel importantísimo en la crisis: o se convierte en el simple cobrador de Alemania (o de los bancos alemanes para ser más preciso), presionando a Grecia con la amenaza de no darle más créditos si deja de pagar la deuda: o mirando el futuro, opta por la unidad de la zona euro, apoyando de alguna manera al país heleno.

Los historiadores dicen que si los vencedores en la I Guerra Mundial no hubiesen exigido condiciones tan humillantes a Alemania tras su derrota, se hubiese evitado el ascenso al poder de Hitler y el fascismo, y de repente, hasta de la II Guerra Mundial. Asimismo recuerdan al inflexible gobierno alemán de Angela Merkel que tras el fin de la segunda contienda, los aliados fueron bastante generosos con la entonces empobrecida Alemania, quitándole mucho del peso de su deuda, lo que ayudó considerablemente a la reconstrucción del país.


Si se persiste en continuar con condiciones tan duras para Grecia habrá que evaluar el futuro de la unidad europea, y las consecuencias que podría traer no solo en el viejo continente, sino en todo occidente. La repercusión en Occidente (donde paradójicamente Grecia es la “madre” de esa forma de civilización de la mitad del planeta) puede ir más allá del pequeño país helénico.

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